Uno de los rasgos más característicos de los líderes estriba en su capacidad de seducción en las distancias más cortas. Sé que parece una obviedad, pero no lo es en absoluto a la hora de ser puesta en práctica. El presidente del Gobierno lo sabe bien y por ello, frente a las encuestas que en los últimos meses no le dan respiro en cuanto a una hipotética pérdida de apoyo popular, ha optado por coger el toro por los cuernos y lanzarse, en este arranque del curso político, a la arena de la España real. Pedro Sánchez vuelve a la calle para hacer frente, en persona, a las adversas previsiones económicas y a una pujanza creciente del PP -de momento sólo recogida por el relato mediático y demoscópico- que amenaza con arrebatarle el poder en los próximos quince meses; cuando los españoles seamos llamados de nuevo a las urnas. 

Este tipo de rasgos de audacia no constituyen novedad alguna en el personaje. Recuérdese cómo, en aquellos ya lejanos primeros días de octubre de 2016, tras un sangriento Comité Federal -‘Bloody Saturday’ me permití bautizarlo- Sánchez fue expulsado abruptamente de la Secretaría General de su partido. Nadie daba un euro por él, a excepción de su familia y apenas media docena de incondicionales, pero el madrileño, perfecto arquetipo de animal político que se crece en la adversidad, empuñó el volante de un destartalado vehículo y se lanzó a recorrer España, agrupación por agrupación, con el fin de convencer a sus fieles, casi de uno en uno, de que él era el líder que el PSOE -y España, en última instancia- necesitaba. Frente a una candidata que contaba con todo el apoyo del ‘aparato’ socialista, Susana Díaz, el hombre que hoy habla ‘de tú a tú’ al canciller alemán, reconquistó la primacía de su partido y accedió, apenas un año y medio después, a la Presidencia del Gobierno.

‘Tenemos un proyecto, tenemos un líder’.

Mucho ha llovido desde entonces y frente a las voces más catastrofistas, desde dentro y desde fuera de su propia organización, Sánchez se ha demostrado como el mayor activo del socialismo moderno, y el actor más cualificado para alcanzar el poder y mantenerlo. Como se sabe, el poder desgasta, no sólo a quien no lo tiene como decía aquel demiurgo de la política llamado Giulio Andreotti, sino a quien tiene cada día que tomar decisiones, legislar conjugando el interés de los ciudadanos con la lógica estrategia del juego político y la defensa de la propia posición. ¿Maquiavelismo en estado puro? Puede… pero la política es el arte de lo posible y en esto, Sánchez, a pesar de los lógicos traspiés acumulados en cuatro años de ejercicio, ha demostrado ser un consumado especialista. 

El jefe del ejecutivo y su equipo lo saben bien, y a pesar de que en las últimas ocasiones en las que ha ‘tocado’ la calle ha sido objeto de abucheos -tal y como les ha ocurrido a todos sus antecesores en el cargo, desde Felipe González en la Universidad Complutense hace ya casi treinta años hasta José María Aznar o Mariano Rajoy- ha decidido dar un paso al frente para tratar de revertir, asumiendo en primera persona toda la responsabilidad y todo el riesgo, las encuestas que arrojan un deterioro del PSOE frente a la pujanza del PP y de su líder, Alberto Núñez Feijóo a quien casi todos parecen ya situar viviendo en La Moncloa en 2024. ¿Que le chillarán? Sin duda… pero en mi opinión, la jugada entraña más beneficios que riesgos porque si tal cosa le ocurre en algún acto público siempre podrá decir que todo responde a una campaña de juego subterráneo de la extrema derecha, residenciada sobre todo en Vox, mientras que si sale ‘ileso’ sus servicios de comunicación podrán exhibir la prueba tangible de que el presidente ha recuperado la calle y la confianza ciudadana. El lema es el ya citado ‘tenemos un proyecto, tenemos un líder’. Simple pero eficaz. 

Una treintena de actos para recuperar ‘el pulso de España’.

Pedro Sánchez inicia este sábado, 3 de septiembre, su ‘road show’ en Sevilla, plaza emblemática en la historia del PSOE y enclave particularmente sensible tras el traspié electoral de los socialistas el pasado 19 de junio. Aquí comenzará a ‘batirse el cobre’ y a poner en práctica el lema que sus servicios de comunicación han diseñado para él: ‘a por todas’, que ya fuera utilizado en el pasado Debate del Estado de la Nación. Creen los asesores monclovitas que, en el contacto directo, en el ‘piel con piel’, Sánchez encuentra su mejor canal de conexión con la ciudadanía para transmitir su proyecto inmediato para una España que, al igual que otras potencias de nuestro entorno, afronta un otoño y un invierno más que inciertos. La meta son las próximas elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2023, termómetro de lo que será, pocos meses después, la convocatoria de unas elecciones generales en las que los socialistas se juegan revalidar su crédito como el gobierno de las clases medias y trabajadoras, sí, pero en la que los populares y su flamante cabeza, Núñez Feijóo, deberán pasar su primera reválida seria de la nueva era ‘post Casado’. 

El ejecutivo sabe que tiene que darle la vuelta a toda costa a las encuestas desfavorables y que, para ello, tiene que implementar la venta de las medidas impulsadas por el ejecutivo para que calen en un electorado escéptico y muy castigado moral y económicamente tras más de dos años de una terrible pandemia y de una crisis económica que se ha visto prolongada por la guerra en Ucrania. Lo hará a través de una treintena de actos que arrancan, como se ha dicho, en ese baño de multitudes en Sevilla. Moncloa y Ferraz son conscientes de que es clave la reconexión directa con la ciudadanía, sin la mediación de los poderes fácticos, a los que Sánchez responsabiliza en los últimos meses de torpedear su acción gubernamental, al anteponer sus intereses por encima del bien común.

Será el lunes 5 de septiembre cuando esta carrera recién abierta registre un hito trascendental con una cita en La Moncloa en la que, bajo la moderación de la periodista Carme Chaparro, el presidente se someta, a tumba abierta, a todo tipo de preguntas de ciudadanos anónimos que le trasladarán el pulso y el sentir de la calle. La iniciativa ha sido presentada, en el formato expuesto, como novedosa, y será sin duda interesante ver cuál es su repercusión.

¡La comunicación es clave! Gobernar bien, sí, pero comunicando…

Todo está por escribir, en el arranque de este nuevo curso político que se presenta como el más incierto de los últimos años. En él se demostrará que, además de las propias políticas fácticas enfocadas a paliar primero y a encarrilar después una innegable crisis económica de la que España, como cuarta economía de la eurozona, no va a ser ajena, la comunicación política es una herramienta nuclear para la conducción de los asuntos públicos. De nada sirve la dedicación y el acierto gubernamental si no son percibidos adecuadamente por la ciudadanía. A ello se va a dedicar, con carácter prioritario, el presidente del Gobierno durante los próximos meses. Desde el punto de vista del analista y del experto en esta materia, que es el mío, la observación del proceso será apasionante.

Uno de los rasgos más característicos de los líderes estriba en su capacidad de seducción en las distancias más cortas. Sé que parece una obviedad, pero no lo es en absoluto a la hora de ser puesta en práctica. El presidente del Gobierno lo sabe bien y por ello, frente a las encuestas que en los últimos meses no le dan respiro en cuanto a una hipotética pérdida de apoyo popular, ha optado por coger el toro por los cuernos y lanzarse, en este arranque del curso político, a la arena de la España real. Pedro Sánchez vuelve a la calle para hacer frente, en persona, a las adversas previsiones económicas y a una pujanza creciente del PP -de momento sólo recogida por el relato mediático y demoscópico- que amenaza con arrebatarle el poder en los próximos quince meses; cuando los españoles seamos llamados de nuevo a las urnas. 

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