A la representante de Podemos en la Mesa del Parlamento andaluz la han echado de allí sus propios compañeros de grupo, coalición, entente o maremágnum de las izquierdas, que yo creo que las izquierdas aún se barbarizan más cuando se unen, como tribus hiperbóreas. Las izquierdas unidas siempre han sido un oxímoron, es como pensar en sectas unidas, cada una con su herejía, sus dogmas y contradogmas, sus diferentes jerarquías de barbudos y sus diferentes paraísos de merengue o moscas, pero que juntas quieren salvarnos en la tierra y en el Cielo, o sólo en el Cielo, más fácil. Esto, claro, es imposible salvo que los mandamientos se resuman en algunos tópicos y estribillos para el pueblo mientras siguen trabajando para sus dioses particulares. Es como cuando la ministra Llop dice que “va en metro o en autobús” y oye lo que a la gente le preocupa la renovación del Poder Judicial. Metiendo esa cosa currante de la sobaquera mañanera, ha logrado convertir una opinión en ortodoxia izquierdista. A lo mejor la izquierda es, simplemente, subirse al autobús de la izquierda, el autobús de Llop o de la coalición andaluza. O que te tiren de él.
En Andalucía se rompe la izquierda que antes se unió y que luego querrá volver a unirse, como pasa siempre en esa especie de ciclo de vida de pólipo o de recauchutado que tiene la izquierda. Lo que ocurre entremedias es que ya la gente no sabe muy bien qué es la izquierda, que lo mismo, como le pasa a la ministra Llop, basta con subirse al metro o al autobús, aunque sea con tacones, aunque sea con sus guardaespaldas de negro colgados de la barra como paraguas, y allí santificar tus ocurrencias en ese olor y ese vaivén de galera. Incluso puede que ese autobús proletario sea teórico o de boquilla, como una parábola con samaritanos o con ovejas. Lo único que sabemos de esas izquierdas de Andalucía es que se subieron al autobús de la izquierda, y el único argumento de Llop es, también, que se subió a otro autobús de la izquierda, puede que sólo metafóricamente, que tampoco Jesús se ponía a sembrar ni a tener hijos pródigos. Hasta lo de Yolanda Díaz es un autobús, otro autobús más de la izquierda, que en este caso es como un autobús de majorettes.
A Podemos lo están echando de todos los autobuses de la izquierda y sólo le queda el Gobierno como una especie de sidecar del jefe, un poco ridículo y aún digno
Del autobús de la izquierda de Andalucía han echado o están echando a Podemos, seguramente porque están viendo que con ellos no se va a ninguna parte. Yo creo que también está pasando en el resto del país, donde Yolanda Díaz tampoco quiere a Podemos en su autobús de tiovivo, otro autobús de la izquierda que si de momento no se ha estrellado es por eso, porque es de tiovivo. La izquierda montándose en otro autobús o pintando otro autobús, o sea moviéndose con su cartelón de ser izquierda, siempre roja, brillante, urgente, como un coche de bomberos, aunque no sepa adónde va y no haya dentro más que guerras y llamas. A lo mejor no tenemos otra manera de identificar a la izquierda que seguir sus autobuses llenos de animadoras, de currantes de casco con linterna, o incluso de ministros de excursión en autobús, como la ministra de Justicia. O seguir a los que van cayendo de ellos, como autoestopistas desahuciados de la política. A Podemos lo están echando de todos los autobuses de la izquierda y sólo le queda el Gobierno como una especie de sidecar del jefe, un poco ridículo y aún digno.
El autobús de la izquierda de Andalucía nos ha servido de modelo o experimento desde que se presentó con el rótulo luminoso de Por Andalucía (un nombre que ideologizaba el origen, como hacen algunas derechas) y casi no llegó a tiempo de inscribirse, como un autobús tardón o problemático desde el principio, ese autobús lleno de repetidores del colegio que parece la izquierda. Allí estaba Podemos, en el estribo, como un pasajero de cine mudo, incluido pero no inscrito, dentro y fuera, yendo pero cayéndose, que es justo lo que ha terminado pasando, por las leyes de la física o de la comedia. Se mira mucho a Andalucía ahora, donde parece que se vislumbra la política por llegar como autobuses por llegar: un PP modosito y tecnocrático gobernando (un rajoyismo de sobrinos de Rajoy que antes parecían sobrinos de Javier Arenas), un PSOE que intenta sobrevivir al sanchismo y recuerda unas glorias pasadas y como atenienses, mentirosas y consoladoras, un Vox que se va quedando para vestir a sus santos, y una izquierda que se desmorona, se pelea, se divide e intenta la supervivencia más que la utopía. Se mira más a Andalucía que a Madrid, que sigue siendo una excepción, ese afilado reino de los Cárpatos de Ayuso en un PP de Feijóo que, por lo demás, vuelve a ser pachorrón y pitagorín.
El eje Feijóo / Moreno Bonilla quiere hacer una reconquista inversa desde la Andalucía moruna y un poco lacia ahora con el nuevo presidente andaluz o con el nuevo PP, mientras Ayuso va a lo comando con sus ojos de espino y camuflaje. Yo no sé si en Andalucía ya está pasando lo que pasará en el resto del país, o se está ensayando, o se está fantaseando. Pero veo que por allí van escacharrándose autobuses, van estrellándose patinetes y van abandonándose barcos. Y el autobús de Llop, que es el de Sánchez, suena ya a cascajo.
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