Griñán irá a la cárcel con sus migas de paloma y su ojal deshilachado de abuelo algo despistado, o irá a menos que lo salve Sánchez con su mano de madera, la manga bien bordada, de santo de cofradía. La sentencia explica las razones jurídicas de esta condena, pero sobre todo deja bastante material para el rechazo moral a Griñán, ese abuelo de tallar animalitos que conocía perfectamente “la ilegalidad de los hechos que estaba llevando a cabo”, así como “que las resoluciones administrativas regladas que dictó eran manifiestamente injustas por transgredir de forma patente y grosera la ley”. El abuelo con sombrero montañés no era un despistado, no lo engañaron con el timo de la estampita unos listillos de su propio partido, sino que colaboró, consciente y necesariamente (sin él no hubiera sido posible) en un mecanismo por el que extrajeron “caudales (…) del control público y, con ánimo de lucro, los entregaron a terceros”. Sí, el abuelo de mecedora y cuento de la buena pipa participó en una ilegalidad “patente y grosera” que además tenía “ánimo de lucro”. El lucro del partido, por supuesto. Por eso hay que dejar de fijarse en el zureo de Griñán y fijarse en el zureo del PSOE.
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