Griñán irá a la cárcel con sus migas de paloma y su ojal deshilachado de abuelo algo despistado, o irá a menos que lo salve Sánchez con su mano de madera, la manga bien bordada, de santo de cofradía. La sentencia explica las razones jurídicas de esta condena, pero sobre todo deja bastante material para el rechazo moral a Griñán, ese abuelo de tallar animalitos que conocía perfectamente “la ilegalidad de los hechos que estaba llevando a cabo”, así como “que las resoluciones administrativas regladas que dictó eran manifiestamente injustas por transgredir de forma patente y grosera la ley”. El abuelo con sombrero montañés no era un despistado, no lo engañaron con el timo de la estampita unos listillos de su propio partido, sino que colaboró, consciente y necesariamente (sin él no hubiera sido posible) en un mecanismo por el que extrajeron “caudales (…) del control público y, con ánimo de lucro, los entregaron a terceros”. Sí, el abuelo de mecedora y cuento de la buena pipa participó en una ilegalidad “patente y grosera” que además tenía “ánimo de lucro”. El lucro del partido, por supuesto. Por eso hay que dejar de fijarse en el zureo de Griñán y fijarse en el zureo del PSOE.

Griñán lleva toda la vida siendo viejo y triste, como una tortuga, que yo creo que se podría pedir el indulto simplemente por eso, argumentando que su ser esencialmente sufriente, mustio y enyesado en vida ya ha sufrido bastante. Pero la cuestión no es el indulto, sino que lo que está pidiendo la gente del PSOE, en realidad, es la absolución de Griñán a posteriori, su absolución moral digamos, que es lo mismo que la absolución del PSOE. Ni siquiera los dos votos particulares dudan de que Griñán, ese abuelo con acordeón o con armónica, ese viejo bluesman del socialismo andaluz, prevaricó. Y no fue una prevaricación cualquiera, ni solitaria como una mañana de pesca con gorrita prendida de anzuelos. Fue una prevaricación sistemática, organizada, urdida, sostenida, jerarquizada, generalizada, catedralicia, olímpica, que permitió que 680 millones de euros de dinero público (en principio) se pudieran usar a capricho para sostener el clientelismo del PSOE andaluz justo cuando su poder empezaba a peligrar.

No es que el PSOE estuviera o esté ciego, está sólo ensorbecido

Los ERE fueron una especie de pirámide corrupta de ese PSOE andaluz que yo suelo decir que era un imperio egipciaco, y como tal pirámide tuvo obreros, mirones, capataces, arquitectos y reyes dioses. Digamos que toda esa prevaricación y esa malversación que desgranan y confirman las sentencias tienen una firma comunal, como la obra colectiva de toda una civilización o quizá sólo de una vanguardia de artistillas mangantes de lo público. Pero el PSOE siempre ha negado esta obra colectiva, por mucho que los jueces la describan una y otra vez como gigante y hasta “grosera”. Los ERE son una obra megalomaníaca pero burda de corrupción ante la que el PSOE sigue ciego, que es como estar ciego ante una pirámide de verdad que ya te ha enterrado o aplastado. Pero no es que el PSOE estuviera o esté ciego, está sólo ensoberbecido. El PSOE sigue pensando que lo que hagan ellos no puede ser corrupción, y eso es lo que hay detrás del indulto a Griñán, más que sus ojos tristes, arenosos y amoscados, como dos pantuflas sin dueño o dos perretes abandonados.

Los ERE, para el PSOE, no son los de esta sentencia que retrata a Griñán, abuelo de dominó, mandarina y aguinaldo, como pieza consciente y fundamental en ese mecanismo global, ilegal, grosero y con ánimo de lucro (el lucro máximo del poder, inigualable así se sumen mordidas, pelucos, casoplones y veleritos o deportivos freudianos). Los ERE, para el PSOE, siguen siendo los de los “cuatro sinvergüenzas” que se aprovecharon de su buena voluntad de ayudar a “criaturitas” necesitadas. Pero los sinvergüenzas y los necesitados eran ellos, que necesitaban conservar el poder más de lo que los correveidiles necesitaban sus piscinas infinitas y sus vacas asadas con billetes, y más de lo que los simples enchufados o curritos necesitaban un dinero de pedrea y repellado. Mientras el PSOE siga defendiendo eso, el indulto a Griñán, abuelo de higuera y trompetilla, sigue siendo una absolución a su corrupción, una corrupción de alguna manera santificada, una corrupción no ya perdonada sino impune, la de quienes están más allá de las leyes como más allá de los jardincitos seniles de la vida o de la muerte.

Griñán irá a la cárcel, se irá al talego con su talega y su fiambrera de abuelo, a menos que Sánchez lo evite con otro indulto / autoindulto. El indulto sería un indulto a esa corrupción de los ERE que está entre un gigantismo infantiloide, con cierta cosa norcoreana (esa cara que sigue poniendo Griñán de niño asombrado, como el Querido Líder, los niños viejos que son los viejos y los poderosos), y una verdadera maravilla antigua y primitiva de la corrupción como de la arquitectura. O, más propiamente, el indulto sería una absolución al propio PSOE, que civiliza la corrupción como otros imperios civilizaron la crueldad.

El indulto a Griñán será absolución al PSOE, al menos mientras no reconozcan que ha habido delitos y corrupción, mientras sigan hablando de Griñán como ese abuelo que no se llevó ni un remo para su barquita. Recuerden que mangar para uno mismo te convierte en simple chorizo, pero mangar para la famiglia te convierte en mafioso, aunque sea mafioso con mantita escocesa y caramelo de café con leche pegado a la dentadura de madera. Sánchez tendrá que decidir si indulta la corrupción o la admite, pero creo que ya sabemos lo que hará. Eran y son sus criaturitas.

Griñán irá a la cárcel con sus migas de paloma y su ojal deshilachado de abuelo algo despistado, o irá a menos que lo salve Sánchez con su mano de madera, la manga bien bordada, de santo de cofradía. La sentencia explica las razones jurídicas de esta condena, pero sobre todo deja bastante material para el rechazo moral a Griñán, ese abuelo de tallar animalitos que conocía perfectamente “la ilegalidad de los hechos que estaba llevando a cabo”, así como “que las resoluciones administrativas regladas que dictó eran manifiestamente injustas por transgredir de forma patente y grosera la ley”. El abuelo con sombrero montañés no era un despistado, no lo engañaron con el timo de la estampita unos listillos de su propio partido, sino que colaboró, consciente y necesariamente (sin él no hubiera sido posible) en un mecanismo por el que extrajeron “caudales (…) del control público y, con ánimo de lucro, los entregaron a terceros”. Sí, el abuelo de mecedora y cuento de la buena pipa participó en una ilegalidad “patente y grosera” que además tenía “ánimo de lucro”. El lucro del partido, por supuesto. Por eso hay que dejar de fijarse en el zureo de Griñán y fijarse en el zureo del PSOE.

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