Durante estos últimos días nos hemos visto sometidos a una intensa ‘saturación’ de información monárquica, motivada por la triste noticia del fallecimiento de la reina Isabel II de Inglaterra. En ese contexto nos ha llegado, casi por sorpresa, la noticia del 50 cumpleaños de la reina doña Letizia. El aniversario supone un momento obligado para el balance y para el análisis de la trayectoria de una reina que hasta ahora se ha revelado como una gran profesional, en el mejor sentido de la palabra, ejemplar. Un calificativo con el que ya se obsequió a su suegra, doña Sofía. Otra consorte intachable, de un Rey…¡menos intachable en muchos aspectos!
El final de los 70 años de reinado de Isabel II nos ha permitido, no sólo recordar acontecimientos históricos de la mayor transcendencia, sino reeditar y poner de nuevo en valor muchos de los rasgos de ejemplaridad que deben exigirse a una institución, en apariencia tan anacrónica a la luz de la razón política contemporánea, como es la Monarquía, pero a la vez tan fundamental para la vertebración de algunas de las democracias más desarrolladas del continente, como lo son la inglesa o como la española. Unos sistemas que reposan en la Corona como clave de arco y que, precisamente por ese hecho, la hacen deudora de las mayores exigencias, éticas y estéticas. Más que a ninguna otra institución del Estado.
La encarnación de la ejemplaridad
La figura del monarca o de la soberana, como cabeza de la institución, es nuclear, pero la de su consorte no es menos importante. Inglaterra ha sido un perfecto ejemplo de esto y España también, primero con doña Sofía durante treinta y nueve largos e intensos años y ahora con doña Letizia.
No es fácil encarnar la modernización de unas tradiciones que a muchos les parecen obsoletas
No es fácil encarnar la modernización de unas tradiciones que a muchos parecen obsoletas, renovarlas año tras año en plena era digital, y a la vez seguir transmitiendo esa sensación de grandeza, pompa y ceremonial majestuosidad que impregna cada paso de los actuales representantes de las distintas casas reales. Algunas de ellas, en especial la británica por sus lamentables escándalos familiares, han tenido que emplearse más a fondo si cabe en este proceso.
En este contexto llega el cincuenta cumpleaños de la reina Letizia. Un cumpleaños, como no podía ser de otra manera, cuya mejor propaganda es la ausencia de esta, o mejor dicho la administración calculada en los medios de cuanto rodea a la efeméride. Sin alardes, sin boato o festejos que no tendrían sentido en las actuales circunstancias ni sería bien comprendidos por la opinión pública.
Diecinueve intensos y exitosos años
De entre sus cincuenta años ya de vida, sin duda, los más plenos e intensos han sido los transcurridos desde que saltara a la luz su compromiso con el entonces heredero de la Corona, Felipe de Borbón, y sobre todo los últimos ocho, desde 2014, como reina consorte. Un período que abarca desde 2003 hasta 2022 y en el que ha tenido que soportar –‘va en el cargo’ pero debe resultar agotador- una constante lupa y una permanente e insoportable vigilancia de cuántos diseccionaban hasta sus últimos gestos, sus palabras, sus silencios, sus presencias y sus ausencias… que si ahora se ‘distancia’ de su marido, que si ha tenido o ha dejado de tener un roce con su suegra, que si apenas deja respirar a sus hijas… un chismorreo permanente al que buena parte de la sociedad española, como casi todas, es tan aficionada. Un cuerpo social que bien haría en estar más preocupado de todo lo que España debe a esta Institución, a la Corona, en vez de consumir su tiempo en hallar defectos, reales o inventados, que en cualquier caso lo que demuestra es que los Reyes, por encima de su rango, son humanos como los demás.
Una vida privada expuesta al público escrutinio
Algunos fuimos conscientes de lo que esperaba a la entonces futura reina cuando, desde el mismo día en el que se anunció su compromiso, en un gesto sin duda juvenil y espontáneo, interrumpió a su prometido, don Felipe, y le ‘robó’ la palabra… ¡ahí comenzó la pobre Letizia Ortiz a padecer! ¿Y eso que aún no habíamos visto nada! Tiempo habría para los cotilleos sobre sus ‘escapadas’ con sus amigas, como si la ya reina fuera de otro planeta y no tuviera derecho a mantener sus relaciones de amistad privadas, para magnificados ‘incidentes’ como el malentendido con doña Sofía en la catedral de Palma de Mallorca a cuenta de sus nietas en 2018, o para los ríos de inútil tinta que corrieron acerca de su presunta mala relación con su suegro, el entonces rey don Juan Carlos… por no hablar de ficticios y forzados mediáticamente -la normalidad nunca ‘vende’- distanciamientos con su marido, entonces aún príncipe y hoy jefe del Estado. ¡Cuánta banalidad y cuánta estupidez!
Exigente e ‘hiperperfeccionista’. ¡No puede ocultarlo!
Quienes la conocen bien dicen de ella que, en la intimidad, doña Letizia no difiere mucho en su carácter de cómo la conocemos en su faceta pública: exigente, enérgica, resolutiva e ‘hiperperfeccionista’. Acerca de este último rasgo publiqué, hace ya cuatro años y medio, un estudio en el que establecía un paralelismo entre la reina Letizia y su suegra, doña Sofía de Grecia. Frente a quienes trataban por aquellas fechas, primavera de 2018, de buscar posibles fisuras entre ambas, yo subrayaba algunas características comunes a las dos y que para mí eran más que evidentes; tanto doña Letizia como doña Sofía encajan a la perfección en un tipo que los expertos en liderazgo conocemos como ‘anancástico’, típico de las personas con perfeccionismo desadaptativo. Se trata de un síndrome, tal vez desconocido para el gran público, pero muy común entre políticos, grandes directivos o cualquier otro tipo de líderes. Se trata de personalidades marcadas por una gran minuciosidad y por un exagerado sentido de la justicia, cualidades que van indisolublemente ligadas a una tremenda ‘hiperresponsabilidad’.
No me refiero solamente a doña Letizia. Si les digo que figuras como Meryl Streep, Madonna, Giorgio Armani, el Papa Benedicto XVI o Amancio Ortega comparten idéntico perfil seguro que se entiende mejor a qué me refiero. Estamos frente a líderes con una enorme tendencia al control y a la previsión, y que se someten a una dosis, incluso desproporcionada, de hiperexigencia, tremendamente preocupados por el ‘qué dirán o pensarán los demás de mí’. Algo que les conduce a una notable radicalidad en sus juicios y en sus planteamientos: las cosas son únicamente blancas o negras. La inmensa gama de los grises, los matices, no existen para ellos.
Un balance impecable en una trayectoria plagada de sacrificios
La cincuentena es un excelente hito en el camino vital de cada uno de nosotros para echar la vista atrás y hacer balance. Doña Letizia disfruta, qué duda cabe, de una posición privilegiada que desde hace diecinueve años la eleva del conjunto de los mortales. Ha tenido, eso sí, que pagar un altísimo precio por ella. La vida no regala nada y siempre se cobra sus facturas. A todos cuantos, desde opiniones simplistas, solo prestan atención al oropel y a los privilegios de los que disfruta, debería bastarles recordar como ha tenido que sufrir en sus carnes la desaparición de algunas de las personas a las que más quería, como su propia hermana. Su propia adaptación, como ‘plebeya’ que era y no de sangre real a su regio papel fue motivo de desprecio para no pocos rancios de una extinta sociedad que en función de sus largos y compuestos apellidos se permitían desprestigiarla en encopetados salones. De todo ha sabido salir airosa.
Ensalzada y criticada a partes iguales, bajo mi punto de vista doña Letizia ha alcanzado una serena madurez que le permite centrarse en las cosas más importantes de la vida, que en su caso son la educación y el cuidado de sus dos hijas, una de ellas la heredera de la Corona, y en ser feliz con su marido, que además de rey es hombre. Por mi parte, le deseo un feliz cumpleaños y que la vida siga colmándola de todo cuanto desee y pueda hacer que su existencia sea, dentro de sus altísimas responsabilidades, lo más plena posible.
¡Larga y feliz vida a la reina consorte y feliz cumpleaños!
Durante estos últimos días nos hemos visto sometidos a una intensa ‘saturación’ de información monárquica, motivada por la triste noticia del fallecimiento de la reina Isabel II de Inglaterra. En ese contexto nos ha llegado, casi por sorpresa, la noticia del 50 cumpleaños de la reina doña Letizia. El aniversario supone un momento obligado para el balance y para el análisis de la trayectoria de una reina que hasta ahora se ha revelado como una gran profesional, en el mejor sentido de la palabra, ejemplar. Un calificativo con el que ya se obsequió a su suegra, doña Sofía. Otra consorte intachable, de un Rey…¡menos intachable en muchos aspectos!
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