Siempre me han llamado la atención ciertas tradiciones familiares, como heredar el nombre de pila o estudiar lo mismo que nuestros padres y abuelos, algo muy habitual en carreras como Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, Medicina o la carrera militar.
En estos trabajos, continuar la saga es algo accesible con mayor o menor esfuerzo y capacidad para la mayoría de las personas, pero hay otras profesiones donde llegar se antoja bastante más complicado por su alta demanda y dónde podemos encontrar también muchas sagas familiares.
Así en algunas se consigue perpetuar la tradición familiar, a pesar de la competencia, porque además de talento y esfuerzo se dispone de recursos limitados para otros. En el mundo de la empresa multinacional, puede ser porque se dispone de dinero para estudiar idiomas en el extranjero o para acceder a universidades de élite y en el mundo de los toros por poner otro ejemplo, puede ser gracias a que se dispone de fincas o ganaderías de lidia que permiten ejercitarse con mayor facilidad.
Sin embargo, hay otras profesiones de alta demanda repletas de sagas, a las que es más difícil encontrar una justificación más allá de que el talento innato necesario para las mismas se hereda con mucha facilidad, como es el mundo de los actores y el cine en general, algo que curiosamente no encontramos en el mundo del fútbol, en el que la herencia genética no sirve.
De hecho, es raro ver sagas de futbolistas en la élite y aunque los niños en España ya no juegan en la calle, sino en clubs o en alguna “soccer academy”, los que siguen triunfando son niños de una favela de Brasil, de un barrio marginal de Paris o de los suburbios de Buenos Aires, dado que para esto sólo se necesita un balón. En el fútbol el mendigo es el príncipe y resulta embriagador percibir el olor de la meritocracia más pura sobre el césped mojado.
Para el resto de profesiones de mayor deseabilidad, en la mayoría de los casos las personas que acceden son las más talentosas y trabajadoras, pero simplemente han tenido unas oportunidades que para otros se antojan inalcanzables. En Estados Unidos, las universidades de mayor prestigio, conocidas como Ivy League, admiten a más alumnos de las familias del 1% más ricas e influyentes que del 50% de familias más pobres…
Todo el mundo quiere lo mejor para los suyos y si disponen de medios, harán lo posible por dar un buen futuro a sus hijos, simplemente estoy convencido que con un mundo donde el talento, la pasión y el esfuerzo permitiera llegar a los mejores al sitio que les corresponde, todo sería más justo y seguramente mejor para todos.
Pero como siempre, no piensen que esto es algo de castas o élites, nos afecta en mayor o menor medida a todos, por ejemplo, al menos hasta hace no mucho tiempo, cuando te presentabas como opositor a un examen para Abogacía del Estado, tenías una o varias marcas al lado de tu nombre si tenías familiares en el cuerpo (desconozco si es una de esas carreras de larga tradición familiar). La justificación para ello se basa en un principio de cortesía profesional, es decir, cuando estás en el tribunal, poder tener la deferencia de informar al progenitor, compañero de profesión, del resultado de su vástago.
Resulta evidente que en una evaluación en ciego evitas tentaciones de ser más benévolo con los familiares de tus amigos, y aunque estoy seguro que esto no se ha producido nunca, también estoy seguro que se evitan sesgos incontrolados.
Por otra parte, resulta desconcertante que el resto no tengan padre al que informar de manera inmediata o a lo mejor simplemente son hijos, adivinen: de un Dios menor.
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