Sánchez va a tener que quedarse sin ministros, que el que no le sale creativo o metepatas le sale revolucionario de botellín o antisistema de dacha. Y también va a tener que quedarse sin barones, que el que no le sale irónico le sale harto. El ministro José Luis Escrivá se dejó caer con una “recentralización fiscal” apuntando a Ayuso y Bonilla, pero no tuvo en cuenta la España plurinacional, federal, frankensteniana, de saca y buche, que el propio presidente ha ido apuntalando. O sea, que Moncloa ya se ha hecho la despistada y ha puesto la idea en ese cajón de calcetines desparejados que son las “opiniones personales”. Por su parte, Emiliano García-Page, que ve llegar un futuro anublado desde su torreón manchego como una carta del Tarot, ha criticado las malas compañías de Sánchez y esa manera de conducirse que tiene el presidente entre mecidas y aplausos, como si fuera el Cristo gitano del PSOE. Luego hablan de los versos libres del PP, cuando parece que en el PSOE nadie rima con Sánchez salvo Sánchez, que va a tener que acabar en la autopolítica como en el autoerotismo.
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