El próximo domingo 25 de septiembre se convertirá en una fecha marcada para siempre en la historia y en el calendario político de mi amada Italia. A menos de 48 horas, en el momento en el que envío este artículo, la preocupación es máxima ante unas elecciones que pueden suponer un vuelco definitivo, no sólo al panorama político del país transalpino sino de Europa entera y del mundo libre. Me estoy refiriendo a la posibilidad, lamentablemente muy previsible, de que la extrema derecha, acaudillado por Giorgia Meloni con ‘FRATELLI D’ITALIA’…, HERMANOS DE ITALIA se alce con el triunfo electoral y pueda gobernar en compañía de otros viejos conocidos, no menos indeseables, como Matteo Salvini al frente de la ‘Liga’ y Silvio Berlusconi con su ‘Forza Italia’.
El enésimo terremoto político en mi país terminó de fraguarse el pasado mes de julio. La dimisión de un solvente Mario Draghi, arrojado al abismo en buena medida por las torpezas y la miopía política de la izquierda que le retiró su apoyo parlamentario, propició un nuevo ‘cataclismo’, el enésimo en la historia de la Primera República italiana, ya saben, setenta gobiernos en tres cuartos de siglo. El ‘tsunami’ no tendría, por tanto, nada de particular que pudiera diferenciarlo de otros que se han vivido en el pasado reciente, si no fuera por las excepcionales circunstancias que vive este mundo post-pandémico, sumido en una guerra local, pero con dimensiones globales que amenaza la paz y la estabilidad mundial.
Meloni, la ‘estrella emergente’
¿Quién es Giorgia Meloni, una perfecta desconocida política hasta hace muy poco, admiradora de Benito Mussolini y favorita para ser la nueva primera ministra italiana? Pocos la tomaron en serio e incluso se hacían chistes -no hace falta que sea más explícito- sobre ella, sobre su apellido, y sobre algunas de sus rancias proclamas: ‘Soy mujer, madre y cristiana’, gritaba a los cuatro vientos. Pero en política, como en la vida, un año es casi una glaciación y dos una eternidad.
Meloni carecía, y sigue careciendo, en mi opinión, desde un puro análisis de liderazgo, de un atractivo sobresaliente. Romana, proveniente de un barrio obrero y de izquierdas como el de Garbatella, desarrolló desde muy joven una arquitectura mental de lo que podemos considerar sin ambages derecha dura. Para ganarse la vida y pagarse los estudios puso copas e incluso trabajó como periodista, aunque desde que tuvo uso de razón la militancia política fue uno de sus primordiales puntos de interés. Con 15 años se integró en el Movimiento Sociale Italiano, partido postfascista y heredero del legado ideológico del dictador ajusticiado por los partisanos, y poco a poco, ha ido labrando su carrera hasta llegar a las puertas de convertirse en la líder del Poder Ejecutivo de la tercera economía de la Eurozona. No es mal, si consideramos que es aún una mujer relativamente joven.
Un sistema electoral complejo, que conviene conocer
50 millones de italianos están llamados a las urnas para participar en unos comicios que, en mi país, no se conocen como elecciones generales, sino que se denominan ‘ELEZIONI POLITICHE’. Los electores están llamados a decidir sobre la composición del Senado y de la Cámara de Diputados y en esta ocasión lo harán con algunas novedades: por ejemplo, la reducción del número de parlamentarios. Hasta ahora, eran 630 los integrantes de la Cámara de Diputados y a partir del domingo su número quedará reducido a 400. De igual forma, los tradicionales 315 senadores pasarán a ser tan sólo 200. En total, 600 parlamentarios. Un número similar por cierto al conjunto de diputados y senadores que componen las dos cámaras legislativas españolas, a pesar de ser España un país con una población (47 millones de habitantes) sensiblemente inferior a la italiana.
Romana, proveniente de un barrio obrero y de izquierdas como el de Garbatella, desarrolló desde muy joven una arquitectura mental de lo que podemos considerar sin ambages derecha dura"
En mi país, dos tercios de estos representantes son elegidos mediante un sistema proporcional, en función del número de sufragios obtenidos. El tercio restante, los 200 restantes, se eligen por el sistema mayoritario: cada partido presenta un candidato y vence aquel que obtiene un solo voto más que los restantes. Es la conocida como ‘Rosatelum’, la Ley Electoral italiana. Alguna otra novedad que merece la pena apuntar aquí es la de que, hasta ahora, los menores de 25 años sólo podían elegir a los diputados y desde este domingo podrán hacerlo también a los senadores.
Valga esta explicación, que he procurado que fuera lo menos técnica y lo más didáctica posible para comprender bien las reglas del juego que pueden alumbrar, en menos de cuarenta y ocho horas, un gobierno neofascista en mi país. Al igual que en España, la ley establece algunos umbrales mínimos a los partidos en liza: un 10 por ciento de votos en todo el país, como mínimo, son necesarios para que las alianzas accedan a las cámaras; las listas deben obtener al menos un 3 por ciento.
En España es materia permanente de discusión el hecho de que los nacionalismos periféricos, con partidos como Bildu, ERC o Junts, con una representación circunscrita a muy pocas provincias sobre el total nacional, obtengan una ‘sobrerrepresentación’ en las Cortes Generales que sin embargo fue establecida así por la Constitución de 1978 para equilibrar y dar cauce a las aspiraciones de algunos territorios como Cataluña o el País Vasco. La realidad política italiana es muy diferente, como se sabe.
El ‘laberinto italiano’… una vez más
Viene todo esto a cuento para que se entienda bien hasta qué punto, en Italia, las coaliciones son casi imprescindibles. El objetivo es claro y responde al pánico de una herencia social y política ‘postmussoliniana’: tratar de evitar que un solo partido o movimiento acumule todo el poder, o al menos demasiado poder. Algo que obliga, por cierto, a una profusión a veces desaforada de reparto de altos cargos, Ministerios y otras regalías.
Tal como están las cosas, pueden visualizarse tres bloques claramente diferenciados: la coalición conformada por los derechistas y neofascistas de ‘Hermanos de Italia’, de Giorgia Meloni, la ‘Liga’ de Matteo Salvini y ‘Forza Italia’, de Silvio Berlusconi. Por la izquierda nos encontramos con el ‘Partido Democrático’ de Enrico Letta, ‘Terzo Polo’, de Calenda y de Renzi y algunos grupos de menor dimensión. Un tercer bloque, que va completamente por libre, y que estaría liderado por los siempre difícilmente clasificables ‘Movimiento 5 Estrellas’.
Debo aclarar, aunque es conocido, pero en España sigue sin entender bien, que este tipo de alianzas en mi país se articulan de una forma no siempre coherente ideológicamente y sí de manera muy transversal y personalista. En España hubiera sido impensable un gobierno de coalición entre ultraderechistas y comunistas, pero en Italia si que fue posible, como se recordará.
¿Quién ganará? ¿Se convertirá Italia en una ‘apestada’, como Polonia o Hungría?
A tenor de la demoscopia, todo apunta a que el bloque de derecha y extrema derecha neofascista podría llegar a obtener nada menos que el 45 por ciento de los votos, siendo ‘Hermanos de Italia’ y su cabeza visible, Giorgia Meloni, el partido más votado. En la hora en la que cierro este artículo, al alba casi de este sábado de reflexión, todos los institutos coinciden en señalar un elevadísimo número de indecisos y en pronosticar también una participación muy baja, que podría llegar a ser la menor en la historia reciente de Italia, con más de un 40 por ciento de abstencionistas.
Si finalmente estos pronósticos se cumplen, algo que comprobaremos en unas horas, Europa volverá a sufrir una sacudida considerable; Hungría y Polonia ya no serán la excepción. Italia, un país con un peso económico muy superior a los citados, podría empezar a ser considerada también una ‘apestada’. Ursula von Der Leyen, presidenta de la Comisión, ya ha hecho una severa advertencia acerca del peligro. Unan a esto que desde hace semanas se vienen registrando fuertes movimientos especulativos contra la deuda pública de mi país y tendrán la tormenta perfecta; Europa tendría que acudir al rescate de un Estado gobernado por euroescépticos. El mundo al revés. Esto por no hablar de los previsibles retrocesos legislativos en materia de igualdad y de derechos humanos y sociales que afectan, como siempre, a colectivos como el LGTBi o una inmigración que desgraciadamente no cesa de llamar a las puertas de la rica y opulenta Europa.
Todos, yo el primero, contenemos el aliento. Los italianos tienen la palabra y aún están a tiempo de que no se consume la tragedia. Cada vez, eso sí, queda menos tiempo.
El próximo domingo 25 de septiembre se convertirá en una fecha marcada para siempre en la historia y en el calendario político de mi amada Italia. A menos de 48 horas, en el momento en el que envío este artículo, la preocupación es máxima ante unas elecciones que pueden suponer un vuelco definitivo, no sólo al panorama político del país transalpino sino de Europa entera y del mundo libre. Me estoy refiriendo a la posibilidad, lamentablemente muy previsible, de que la extrema derecha, acaudillado por Giorgia Meloni con ‘FRATELLI D’ITALIA’…, HERMANOS DE ITALIA se alce con el triunfo electoral y pueda gobernar en compañía de otros viejos conocidos, no menos indeseables, como Matteo Salvini al frente de la ‘Liga’ y Silvio Berlusconi con su ‘Forza Italia’.
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