Tras la victoria de Giorgia Meloni en las elecciones del pasado domingo, se abren nuevas vías para intuir algunos cambios tanto en Italia como en el entorno europeo durante los próximos meses. Las teorías sobre una posible replicación de resultados en la política española están generando incertidumbre entre los ciudadanos, aunque el panorama es bien distinto. Los analistas políticos han tratado de mitigar el calado apocalíptico que algunas voces desprendían tras la victoria de la líder de Fratelli d'Italia.
España no es Italia
Muchas han sido las voces que han comenzado a augurar un ascenso imparable de la ultraderecha en España a consecuencia de lo acontecido en Italia. Los gestos y las palabras de aprecio mutuo entre Meloni, Abascal y Olona han mostrado un fuerte vínculo entre Vox y Fratelli d'Italia en los últimos años. También por la participación de la italiana el pasado junio en un mitin de Vox en Marbella, donde el elevado tono de su intervención desató una oleada de críticas en Italia y, consecuentemente, un cambio en su discurso que pasó a ser mucho más moderado. Sin embargo, la situación de España no es la de Italia, ni mucho menos. En el contexto italiano, la polarización política se ha tornado extrema. La brecha ideológica entre norte y sur es difícilmente comparable al ámbito español. El espectro político italiano está mucho más abierto y repartido; y no deja espacio a un bipartidismo que todavía se mantiene en España a pesar de la fuerte entrada de nuevos jugadores en el tablero.
El mensaje de esperanza transmitido por Meloni ha calado en una sociedad hastiada por los continuos cambios de gobierno y por la imparable pérdida de poder adquisitivo de sus ciudadanos. Aquí, Fratelli d'Italia se ha presentado como la única alternativa a todas las formaciones que componían el acuerdo de gobierno y que han terminado por dinamitar el ejecutivo liderado por el independiente Mario Draghi. Además, el final del año 2023 (fecha presumible para las elecciones generales en España) queda lejos todavía y, por tanto, ofrecerá tiempo suficiente para medir el efecto Meloni y su capacidad para navegar en la inestable política italiana. Si su resultado es positivo en los próximos meses quizá sea una oportunidad para que Vox o Macarena Olona pongan en marcha su fórmula. No obstante, las tensiones en el seno de la formación y su presencia en gobiernos regionales y municipales ofrecen una situación de desgaste bien distinta a la experimentada por Fratelli d'Italia en los meses previos a la cita electoral.
La política exterior y las relaciones con la UE, a prueba
En el escenario actual de crisis económica y energética que asola Europa hay una condición sine qua non para el ejecutivo que empezará a tomar forma en las cámaras desde el 13 de octubre. Meloni tendrá que cumplir con las prerrogativas de la UE para continuar recibiendo los fondos next generation (una cantidad total cercana a los 200 mil millones corresponden al país transalpino). Las simpatías de países como Hungría y Polonia, estados que se oponen a lo que denominan eje franco-germano, no atisban un futuro prometedor para Meloni si quiere mantener intacta su relación con las principales instituciones europeas. La elaboración de un presupuesto general con carácter de urgencia, a presentar antes de finalizar el año, probablemente hipotecará relaciones amables entre Roma y Bruselas, al menos, durante los primeros meses.
El discurso moderado durante la campaña, con proclamas favorables a la OTAN y en apoyo a las sanciones a Rusia y el envío de armas a Ucrania, han calmado las aguas en el Parlamento Europeo. En cualquier caso, en la UE existe una profunda preocupación respecto a los posibles cambios en las políticas sobre derechos sociales y, especialmente, en el ámbito migratorio con un país que es una de las principales puertas de entrada al viejo continente. Mientras, desde Estados Unidos se ha lanzado un mensaje positivo tras conocerse la victoria de Meloni. “Un aliado vital, una democracia fuerte y un socio valioso”, así calificaba a Italia el secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken. En su cuenta de Twitter afirmaba su voluntad para trabajar con el gobierno italiano en apoyo de una Ucrania libre, para respetar los derechos humanos y para potenciar un futuro económico sostenible.
El papel de Berlusconi y Salvini en la coalición
La sombra de un mandato corto acecha de nuevo sobre el Palazzo Chigi con un dato demoledor en la mano: 67 gobiernos en 76 años, un cambio de poder cada 401 días. Si bien es cierto que, en su última aparición pública, los líderes de la coalición han manifestado su voluntad de agotar los cinco años de legislatura, un Salvini herido resulta realmente impredecible. Ante un panorama de caída libre para su Lega, será interesante conocer la reacción del dirigente lombardo en una coalición en la que, de nuevo, él no tendrá el papel principal. Una situación ya vivida por Salvini en 2019 cuando formaba parte activa del gobierno Conte junto al Movimiento 5 Stelle. Un experimento que resultó fallido cuando dinamitó la coalición con una moción de censura en pleno agosto. Ahora, el escenario es distinto y participa en un acuerdo dentro de su marco ideológico, pero su continuo afán por protagonizar selfies y likes puede terminar en un nuevo intento por revocar el gobierno y lanzarse a otro envite electoral ante lo que parece el ocaso de su carrera política.
Por su parte, la Forza Italia de Berlusconi también ha perdido un porcentaje importante de votos que, probablemente, hayan terminado en las huestes de una Meloni que se ha posicionado más cerca del extremo. Sin embargo, Il Cavaliere mantiene la calma y tiene la intención de hacer valer su dilatada experiencia en política y su posición como liberal asumiendo a la perfección su rol en el Ejecutivo como un señuelo de garantía en los mercados. Meloni entiende también que la presencia de Berlusconi en la coalición supone un ancla con Europa y las decisiones de Bruselas durante todo su mandato. En este sentido, una postura dudosa o de tensión con las instituciones de la unión podría provocar la salida del ex presidente del acuerdo y, en consecuencia, una caída del nuevo gobierno.
¿Dónde quedan Letta y Conte?
Tras el conteo de los resultados y la experiencia del modelo Rosatellum, se ha observado cómo las proyecciones en escaños no reflejan el valor real de los votos del resto de las formaciones. El Partido Democrático se había esforzado en transmitir un mensaje conciliador en las últimas fechas, a pesar de haber manifestado su negativa a formar una coalición con el M5E al que responsabiliza de la caída del gobierno Draghi. Una vez conocidos los resultados, de haberse producido este acuerdo, con la suma de la Italia Viva de Renzi y Calenda, el resultado hubiera sido distinto y el encargo del presidente Sergio Mattarella para formar gobierno recaería en otras manos. Sin embargo, el nuevo sistema electoral italiano favorece la formación de coaliciones y las potencia en las circunscripciones uninominales: la coalición FdI, FI y Lega explica a la perfección el comportamiento del nuevo modelo electoral.
En cualquier caso, el PD se asoma ante un abismo y tendrá que realizar importantes maniobras para dirigir su rumbo hacia otro camino que le permita convencer de nuevo a un electorado desencantado. Su presencia en cinco de los últimos seis gobiernos ha terminado por desgastar su imagen y le ha llevado a ser segunda fuerza sin alcanzar el 20% de los votos. Su líder Enrico Letta ya ha anunciado su dimisión que se hará efectiva tras la celebración de un congreso en el que se debatirá el nuevo rumbo de la formación. Un espacio de reflexión y análisis que establecerá quiénes serán las nuevas cabezas visibles de una formación cuyo objetivo pasa por realizar una oposición dura y férrea ante el reto que supone el avance de la derecha.
Por su parte, Giuseppe Conte y el M5E han “salvado los muebles”, en buena medida, por los votos obtenidos en el sur de la península y Sicilia. Y, también, por haber canalizado la gran mayoría del voto de los jóvenes (el grupo de edad comprendido entre 18 y 34 años). A pesar de ello, su apuesta decidida por hablar en campaña de la promoción del Reddito di Citadinanza (una subvención similar al Ingreso Mínimo Vital) no ha sido suficiente para frenar otro de los factores decisivos en estos comicios: la abstención. De una participación del 73% en 2018, la caída ha llegado hasta el 64% en 2022. Resulta un dato estremecedor y más si se compara con los datos de 2006 cuando superaba holgadamente el 80%. Estimular la participación e identificarse de nuevo con el malestar ciudadano serán los principales objetivos del M5E y de un Conte que se ha presentado como uno de los pilares de la oposición.
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