Pablo Iglesias y Carmen Calvo, antiguos y aún mandones como viejas ayas, estuvieron instruyendo a Aimar Bretos sobre periodismo y política, coberturas electorales, criterios profesionales y otros mitos y unicornios del oficio. Aimar Bretos, más estando en ese templo de la ortodoxia de la fe que es la SER, parecía nuevo, parecía un becario de Aaron Sorkin, parecía un chico que ha caído del guindo con sombrilla y dodotis, parecía David Jiménez con libretita de Tintín, o parecía que nos tomaba el pelo con cínica apostura y voz de rey león, que yo creo que a esta gente lo que se le pide es voz como a las vedetes se les piden piernas. Pablo Iglesias, sin duda, instauraría un Ministerio de la Verdad y un Pravda exquisitamente constructivista. Carmen Calvo, por su parte, es hija de la política de colonización partidista de toda la sociedad que inventó Felipe. O sea, que aún resulta más duro o más hiriente que a Aimar Bretos, periodista con hoja de parra, estos personajes le den lecciones del oficio, siquiera con cinismo.
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