El Señor nuestro tiene un peculiar sentido de humor, como lo pudieron comprobar el pasado 21 de septiembre los súbditos de Putin.

Este día él anunció que había decretado la conscripción parcial obligatoria con efecto inmediato en la Federación de Rusia. En su intervención televisiva, para fundamentar esta decisión, Putin acusó a Occidente de querer debilitar, dividir y destruir Rusia, así como de incitar a Ucrania a trasladar las hostilidades al territorio ruso. Al mismo Occidente lanzó la advertencia encubierta de que podría recurrir al uso de las armas nucleares «cuando la integridad territorial de Rusia esté amenazada» y anunció su disposición a reconocer los resultados de los «referéndums» en los territorios temporalmente ocupados de Ucrania.

Antes, en la historia de Rusia hubo sólo dos convocatorias de la leva – en vísperas de la Primera Guerra Mundial, por primera vez, y al día siguiente de la invasión nazi de la Unión Soviética (hasta aquella fecha la Moscú comunista ayudaba a Alemania a evadir las sanciones del Tratado de Versalles y fue fiel aliada de Adolf Hitler por si a alguien le falla la memoria).

La movilización militar es siempre una prueba del estado de salud del organismo de Estado.

El Imperio de los Romanov pasó con éxito la prueba de la movilización. En la sociedad reinó tal arrebato patriótico que en los primeros días llegaron a los puestos de reclutamiento un 15 por ciento más de hombres de lo previsto.

La movilización del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial tuvo una escala sin precedentes. En poco más de una semana, tras la invasión nazi, Stalin logró duplicar el número de las tropas. Tuvo razones de fuerza mayor, la situación en el frente en los primeros días de la guerra era catastrófica.

¿Y qué tal la movilización de la Rusia de Putin?

En las declaraciones televisadas su ministro de agresión dijo que para apoyar el empaño militar ruso en Ucrania se llamarían a las filas 300 mil reservistas.

Miles de manifestantes en distintas ciudades rusas se volcaron a las calles para protestar contra la movilización, no contra la guerra

Una vez declarada la movilización, en pocas horas en Rusia agotaron todos los pasajes para los vuelos directos a aquellos destinos extranjeros que permiten a los súbditos de Putin entrar sin visados. Mientras en las fronteras de Rusia se observan colas kilométricas de coches de quienes quieren abandonar el país para no presentarse en el ejército ruso e ir a la guerra en Ucrania.

El anuncio de Putin también llevó a un fenómeno inédito desde hace tiempo en Rusia. Miles de manifestantes en distintas ciudades rusas se volcaron a las calles para protestar contra la movilización, no contra la guerra.

Algunos gobiernos occidentales por motivos de empatía ya consideran proporcionar el asilo y el estatus de refugiado a los desertores rusos. Tal vez creen que tienen una responsabilidad moral.

Pero antes de hacer este paso deben afrontar varias preguntas.

Por ejemplo, ¿es moral igualar las mujeres y los niños ucranianos que huyeron de la guerra con los rusos que quieren desertar y así salvar sus vidas?

Esos rusos no son objetores de consciencia. De otra forma hubiéramos presenciado incesantes protestas multitudinarias contra la guerra desde su día 1. Este no es el caso. No les importan las vidas ucranianas. Como no les importaron las víctimas civiles en Georgia, Siria o Libia causadas por los bombardeos rusos. Al revés, muchos aplaudían a Putin y su «sabiduría». Si ahora tímidamente salen a la calle para protestar, es porque finalmente les tocó a ellos a ir a la guerra. Pero a diferencia de otros casos, saben que esta vez sus atrocidades no quedan impunes. No creen más en los cuentos de Putin y su ministro de agresión, especialmente, sobre las bajas en las tropas rusas.

Son especie de los ciudadanos que en su mayoría apoya la guerra. Cuando lees sus comentarios en las redes sociales, ellos apoyan a Putin, anhelan la grandeza para Rusia, sentados en sofás frente a sus televisores quieren las victorias militares para Rusia, pero prefieren quedarse al margen de las hostilidades que puedan afectarles a título personal. Ellos mismos con sus propios manos transformaron Rusia en un ghetto que ahora quieren dejar atrás. Pero no se les ocurre cambiar algo en su país para que termine la guerra en Ucrania y ellos eviten así ser enviados para morir… 

Si los políticos europeos creen que acoger a los desertores rusos es una buena idea, no deben asombrarse luego que los sitios de su patrimonio nacional sean vandalizados con la esvástica rusa (Z) como es el caso reciente de la muralla y la catedral de la Ciudad Condal.

Vienen como «refugiados». Inevitablemente traen consigo su «mundo ruso» (no puede ser de otra forma). Algo más tarde exigen el trato preferencial y la protección de los derechos de los «rusoparlantes» que se sienten oprimidos. Para proteger a sus compatriotas el Kremlin manda… los carros de combate.

La movilización parcial llevada a cabo de forma apresurada en Rusia evidencia la desesperación reinante en el Kremlin y la disposición de Putin a escalar aún más la agresión armada que conllevará consecuencias devastadoras tanto para el continente europeo como para el mundo entero. Las declaraciones de Putin son una muestra más de la falta de voluntad del Kremlin para poner fin a la guerra y retirar sus tropas de todo el territorio de Ucrania, un paso que podría allanar el camino para las negociaciones.

La forma forzada y precipitaba con la que Moscú introduce esa medida sumamente impopular demuestra el fracaso total de la capacidad de la cúpula política y militar de la Federación de Rusia de llevar a buen fin sus planes de ocupar Ucrania mientras el Kremlin se hace cada vez más consciente de que ha perdido la iniciativa estratégica en esta guerra.

Las derrotas humillantes que sufre el ejército ruso se justifican por la propaganda rusa con la tesis de que las tropas rusas presuntamente «libran una guerra no contra Ucrania sino contra la OTAN en el territorio de Ucrania».

Las bajas reconocidas por el ministro de agresión rusa que oficialmente ascienden a 5937 están muy por debajo de las cifras reales que son diez veces más altas. Conscientes de las dimensiones de las bajas y su incapacidad de compensarlas solamente con el reclutamiento de los «voluntarios», compañías militares privadas y presos, los líderes rusos se vieron obligados a recurrir a la movilización a escala nacional.

Los súbditos de Putin, incluidos aquellos que apoyaron de forma activa la agresión contra Ucrania, no están listos para morir en Ucrania

A pesar de las declaraciones oficiales de que sólo 300 mil reservistas serán llamados a las filas, las cifras reales pueden ser mucho mayores, ya que el decreto de Putin no determina los parámetros de la «parcialidad».

Los súbditos de Putin, incluidos aquellos que apoyaron de forma activa la agresión contra Ucrania, no están listos para morir en Ucrania. No es ninguna casualidad que el 20 de septiembre pasado, en vísperas del anuncio de la leva, el parlamento ruso aprobó urgentemente la legislación que penaliza o recrudece las penas por no presentarse al servicio militar, deserción y rendición.

El pánico inmediatamente se apoderó de la sociedad rusa.

Mientras tanto el anuncio de la movilización fue acompañado por la convocatoria en los territorios temporalmente ocupados de Ucrania de los llamados «referéndums» sobre su «reunificación» con Rusia que es otro testimonio del atropello contra la soberanía e integridad territorial de Ucrania. Estas acciones rusas son el fruto de las derrotas humillantes del ejército ruso y el intento de la Federación de Rusia de «legitimar» la presencia de sus tropas en las zonas ocupadas de Ucrania, cuyas dimensiones siguen contrayéndose a causa de la exitosa contraofensiva de las Fuerzas Armadas de Ucrania. El Kremlin trata de intimidar a Ucrania y al mundo diciendo que el empeño de liberar los territorios temporalmente ocupados de Ucrania será considerada una «agresión contra Rusia».

Aludiendo a las posibles «represalias» por parte de Ucrania Putin continúa amenazando e incitando a los residentes de los territorios temporalmente ocupados de Ucrania a acudir a las urnas para participar en los «referéndums».

La celebración de «referéndums» y la «reunificación» con Rusia de los territorios temporalmente ocupados de Ucrania permitirá al Kremlin, entre otras cosas, extender la movilización a los residentes de estos territorios.

La nueva amenaza de Putin de usar «todos los medios disponibles» para defender sus territorios demuestra una vez más que Rusia tiene intención de seguir recurriendo al chantaje nuclear mientras se da cuenta de su debilidad e impotencia para conseguir los objetivos de la llamada «operación militar especial» en Ucrania.

Los recientes acontecimientos en el campo de batalla en Ucrania y las decisiones que el Kremlin febrilmente aprueba en respuesta a las derrotas sufridas en Járkiv y en aproximaciones de Jersón dejan en evidencia que la única opción efectiva de coaccionar al agresor ruso a la paz hoy en día es más militar que política.

Las democracias occidentales deben agilizar los procedimientos de suministro de la ayuda militar y financiera a Ucrania, incrementando sus volúmenes al mismo tiempo que se aumenta la presión de las sanciones sobre la economía del agresor.

Carthago delenda est.


Serhii Pohoreltsev. Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Ucrania en el Reino de España