Antes fueron los curanderos y ahora son los brujos, a Sánchez lo persiguen personajes de Dragones y mazmorras o es que se cree que España es un África de mosquitera que él ha venido a civilizar con jeringa, palangana, chaleco de muchos bolsillos y canillas blanquísimas. Ha vuelto el doctor Sánchez, que para nuestra salud recomienda quitarles los puros a los señores de los puros y para nuestro bienestar recomienda que vayamos ligeros de bolsillos como ligeros de estómago. El doctor Sánchez, médico de sopas de pobre y de lavativa, ha criticado a “los brujos que creen que el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos”, cuando la ciencia sanchista ya nos enseña que donde está mejor es en los suyos. Los bolsillos del doctor Sánchez tienen que estar llenos de piruletas de dentista o de pervertido, de migas de patos para la gente y de calderilla para el café con los indepes o con los podemitas de inmensos ministerios de cartelería y herboristería. Supongo que todo eso lo dice su libro, vademécum de la resiliencia y de la cirugía del mentón.

El doctor Sánchez ha vuelto, de repente, como el médico de culebrón que es, en mitad de su coma de guapo, de estatua dormida, con la enfermedad como una sesión de manicura, ese coma que tienen los guapos en las telenovelas y quizá también en las encuestas. Supongo que el doctor Sánchez, médico de purgante y sanguijuela, con su gestión pandémica de comités sin expertos y sin comités y con su gestión económica de petardos en los puros, tiene que llamar a los demás brujos y curanderos para llevarse él el doctorado en la penuria, como un enfermero de trinchera, un barbero sacamuelas o un veterinario del Oeste entre la yegua y el chaval con fiebre del heno, cuando es lo único que hay y ya sólo queda más milagro que ciencia. En vez de gobernar, Sánchez sigue poniéndose medallas, bolígrafos y chuches de médico en los bolsillos marsupiales de los médicos, descartando todo lo demás como anticientífico o inmoral. Sánchez tiene que aparecer como único remedio (los demás son brujos o insolventes) pero todo eso sin que nada en realidad se remedie. Su ciencia es la confianza en su presencia, como la de un santo de salpicadero, pero además cuando ya hemos sufrido todos los accidentes posibles.

El doctor Sánchez, médico de serrucho y ricino, pretende ser la ciencia médica y la ciencia económica pero ya sabemos que sólo es un superviviente. Los debates económicos son económicos, pero los debates sobre Sánchez sólo pueden ser psicológicos. En lo peor de la crisis, ya ven, no es la ciencia sino la psicología de resistencia la que le lleva a remodelar su partido, a contratar mimos y risas enlatadas para la Moncloa y a mandar a todos los ministros a hacer propaganda o venta, con esa cosa de visitador médico coñazo y reptante que tiene Félix Bolaños. En lo peor de la crisis, el doctor Sánchez, médico de muñón, no tiene otra idea que los ricos, señalar a los ricos, culpar a los ricos, sacarles el hígado de oca a los ricos delante de los pobres. No se trata del dinero, ni de los servicios sociales, porque bajar impuestos a lo Puig reduce la recaudación más que quitar las tasas a los palacetes y a los meñiques tiesos. Se trata del uso partidista del dinero y se trata del uso psicológico del rico, chorreante de su dinero y de su grasa de rico.

El doctor Sánchez, médico de estampita de sí mismo, quiere dinero en su bolsillo como quiere todo en su bolsillo, y no hay explicación económica ni científica a eso

El doctor Sánchez, médico de horóscopo y manga china, sólo es como esos mentalistas o médiums que se ponen delante el doctor como varita mágica y sacacuartos. Los brujos quieren el dinero en el bolsillo de la gente, como si fuera un amuleto, mientras Sánchez lo quiere en los suyos, como si fuera confeti. El dinero indigesta al ciudadano, como le indigestaría el foie de oca, pero el Estado digiere el dinero bien y enseguida lo puede usar para más directores y meteorólogos del sanchismo en RTVE, para más asesores y para más ciudadanos a cuerda tocando los platillos en los jardincillos de Las mil y una noches de la Moncloa, en las administraciones o en las calles.

A veces, los impuestos dan una vuelta muy rara o muy tonta, y van del contribuyente al tribunal científico de Sánchez, que te devuelve un asiento bonificado y vacío en el tren, o una mortadela ácida de una cesta de la compra con marca de Yolanda Díaz como de La Bella Easo, que no te sirven para nada. A veces el dinero no vuelve, sino que se queda en aparataje y follaje. Y a veces puede ser más útil dejarlo en el bolsillo del ciudadano, antes de que se convierta en entrevistador de Sánchez o en cheque en la mesa de timba de los indepes. A veces se puede dejar al rico con el hígado casi entero si con eso se crea más riqueza, y se puede dejar dinero en el bolsillo del español si eso le alivia en este fin del mundo más que un cupón para el metro o para leche condensada. Pero esto es un debate político y económico y con Sánchez sólo puede haber debate psicológico, claro.

El doctor Sánchez, médico de vaselina y guante de goma, vuelve contra los brujos y contra los ricos, como una especie de Dr. Strange con capita de Elvis. Pero lo peor es que es un médico que nunca nos curó de nada, sólo espolvoreó promesas y se sacudió culpas. Cuando María Jesús Montero sale, con sudor en el labio (sudor moral, diría Roland Barthes), diciendo que no se pueden bajar impuestos a la vez que le pedimos dinero a Europa, uno piensa que Europa no pretende inyectar dinero en la burocracia sanchista, sino en la sociedad, que es justo lo que se hace cuando se deja al español con un poco más de dinero en el bolsillo y al rico sólo medio muerto (tampoco hay que dejarlo vivo del todo). Pero si uno se ha plantado en el debate sobre el estado de la Nación con lo del rico con tres bocas humeantes de purazos, como si fuera el Lucifer de Dante, y no tienes más que eso, las piruletas de dentista y a Bolaños y a los ministros de gira como si fueran los Cantajuegos, no va a buscar ahora otro estribillo.

El doctor Sánchez, médico de estampita de sí mismo, quiere dinero en su bolsillo como quiere todo en su bolsillo, y no hay explicación económica ni científica a eso. Estaba en su libro, vademécum de la supervivencia o tratado de la flotabilidad del cemento.

Antes fueron los curanderos y ahora son los brujos, a Sánchez lo persiguen personajes de Dragones y mazmorras o es que se cree que España es un África de mosquitera que él ha venido a civilizar con jeringa, palangana, chaleco de muchos bolsillos y canillas blanquísimas. Ha vuelto el doctor Sánchez, que para nuestra salud recomienda quitarles los puros a los señores de los puros y para nuestro bienestar recomienda que vayamos ligeros de bolsillos como ligeros de estómago. El doctor Sánchez, médico de sopas de pobre y de lavativa, ha criticado a “los brujos que creen que el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos”, cuando la ciencia sanchista ya nos enseña que donde está mejor es en los suyos. Los bolsillos del doctor Sánchez tienen que estar llenos de piruletas de dentista o de pervertido, de migas de patos para la gente y de calderilla para el café con los indepes o con los podemitas de inmensos ministerios de cartelería y herboristería. Supongo que todo eso lo dice su libro, vademécum de la resiliencia y de la cirugía del mentón.

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