Putin, que no tiene nada, sólo sus palacios de loro rico, todo galletas de oro, orín de viruta, podredumbre de plumón y olor a vieja, tiene sin embargo el torpedo Poseidón, que es como un monstruo o dios cefalópodo, el Kraken con el que nos amenaza y que quizá cabalgue él mismo, como el niño que cabalga un caballito de mar en el tiovivo, hacia el apocalipsis de los idiotas. El Poseidón es otra tranca de su guerra de trancas, guerra de boquilla, guerra de cantina, porque la guerra de verdad Putin no la puede ganar. Así que el personal anda ahora pendiente de si Putin ha sacado a pasear a su Poseidón, si lo ha sumergido o lo ha bronceado al sol, como si fuera la picha del limpiapiscinas. El Poseidón puede recorrer 10.000 kilómetros bajo el agua, puede desencadenar un “tsunami radioactivo”, sea lo que sea eso, y lo llaman “el arma del Apocalipsis”, que suena a nombre exagerado, disuasorio y cheli como si fuera la recortada del Pirata, el del bar de Makinavaja. Pero Putin ya digo que no tiene nada, sólo un paquete de calcetín atómico que seguramente oculta un caballito de mar.

El Apocalipsis da morbo y los titulares buscan el arma definitiva, tremebunda, gótica, la bestia o ajenjo juanista que empiece o termine todo y que quizá al final sólo es un arma de malo de Austin Powers, con un “mecanismo innecesariamente lento”, que decían muy propia y jocosamente en la película. Ésa es otra, que me parece que toda la furia de Putin va muy lenta, con ejércitos que avanzan hacia atrás, submarinos desplegados como pedalos de turista y torpedos que van haciendo giras de presentación por ahí, como un espectáculo de acuario, como orcas de cabriola o quizá cabras trompeteras. Quiero decir que Putin está tardando mucho en pegar el gran petardazo atómico que no deja de insinuar que va a pegar, el que parece que no tiene más remedio que pegar, el que le estamos obligando a pegar, y que va a hacer que Occidente se rinda como otro Bizancio. Pero, como tarda tanto, a la prensa, que vive al día, le da tiempo a imaginar si vendrá por tierra, mar o aire, o la traerá el cartero como una bomba de tebeo o del Correcaminos. De algo hay que hablar, no todo van a ser rusos borrachos y glorias imperiales de señora con loro.

Todo es clickbait, porque el que no hace clic es Putin, que se dedica más a hacer discursitos de diva de Eurovisión para su gente

Ahora es el Poseidón, con nombre de discoteca cani, de discoteca de rusos, y en todos lados vemos esquemas y gráficos con submarinos y ojivas aberenjenados e inminentes. El submarino K-329 Belgorod es ya un arma en el nombre, como decir desatomizador, que es una cosa de Men in Black pero acojona igual. Y pronto saldrá otra cosa, el hipermisil o el Jet Scrander, que lo primero es real pero lo segundo es de Mazinger Z, pero acojona igual. Yo creo que Putin le está dando más trabajo a las redacciones, a las últimas mesas del clickbait, que al ejército ucraniano, y menos ahora, que va a mandar al frente soldados con una bolsa de botellón por todo equipamiento. Todo es clickbait, los megatones, los poseidones con barba rizada de radiactividad y los submarinos con bisbiseo de modo silencioso (eso es de El Trueno Azul, pero acojona igual). Todo es clickbait, porque el que no hace clic es Putin, que se dedica más a hacer discursitos de diva de Eurovisión para su gente. Sí, quién se preocuparía de su popularidad y de elevar la moral al personal a lo Chanel teniendo en sus manos el Arma del Apocalipsis y unas gafas oscuras con las que poner morritos…

El submarino K-329 Belgorod, con algo de fórmula del profesor Bacterio para la calvicie, está por ahí con sus poseidones, misiles con pesantez en el nombre, como la palabra revólver. Está por ahí como están miles de misiles intercontinentales y cabezas nucleares sin nombre de cataclismo, o de supervillano cutre, o de su vehículo llameante y fálico. El caso es que yo creo que nos coge resabiados de apocalipsis, con empacho de fines del mundo, que ahora es el Poseidón como antes era un piojo de mono o el puñetero bicho. Putin a lo mejor no ha caído en que ya hemos soportado varios apocalipsis y le vamos cogiendo el tranquillo, como Sánchez. Y que mientras él organiza pistas de patinaje y saraos en Moscú, y amenaza con el poder nuclear como con una zapatilla de madre, el general David Petraeus ya nos ha dicho cómo respondería la OTAN al petardazo de Putin: barriendo al ejército ruso de Ucrania y a la flota del Mar Negro, y sin alardes atómicos, como si lo hiciera con un viejo Colt. Todo dependerá entonces de Putin, pero así ha sido siempre, desde el principio, así que no hay mucha diferencia, salvo que Putin iniciaría una guerra nuclear total como el desquite de un derrotado, que esperemos que sea demasiado vergonzoso para tan ancho orgullo.

Nosotros buscamos o nos inventamos la sombra córvida que nos puede destruir, porque somos así de morbosos, y ahora sacamos un submarino o un misil retumbante que ponga algo de emoción a esta lucha desigual entre la realidad y la locura. Pero Putin simplemente busca soldados con botas, generales sobrios y tanques sin agujeros para los pies, como tanques de los Picapiedra, y seguramente ahí está la diferencia. No hacía falta este submarino petardeando por los mares o las noticias, Putin sólo tiene que pulsar un botón, el botón que nadie antes que él va a pulsar porque no hay nadie tan loco o tan necio. El botón tiene, eso sí, un mecanismo innecesariamente lento que nos hace pensar más que nada en el chiste o en el farol de cantina, en ese submarino y en esos misiles como un cuatro de bastos anisado de vodka y pegajoso de pulpo.

Además de una justificación humanitaria urgente para la liberación de los civiles en todos los territorios de Ucrania ocupados por […]