La nueva diplomacia de Sánchez con Marruecos va dando sus frutos vistosos, dulces y palmáceos. El vecino y amigo al que Sánchez le ha regalado el Sáhara Occidental como se regala una rosa del desierto, bella y desmigajada, asegura a la ONU que “no tiene fronteras con España”, o sea que Ceuta y Melilla no son España, sino un “presidio ocupado” o alguna clase de arena movediza. Lo mismo Sánchez no sólo se ha limitado a otorgarles ese Sáhara que en los mapas veíamos con frontera de pespunte, como un recortable, sino que también les ha otorgado Ceuta y Melilla, o al menos les ha quitado su frontera española, o sea su condición española, poniendo allí el pespunte, la duda, la inestabilidad, la falla política que puede convertirlas en islas o en simas a poco que se mueva la mesa de los mapas. Sánchez ha dicho secamente en el Congreso que “Ceuta y Melilla son España, punto”, pero ese punto parece una puntada en ese pespunte que se va deshilachando. Y ahora ni siquiera tenemos al Emérito para terciar con Mohamed VI, que ahora también se ha convertido un poco en Emérito de Marruecos, en rey piscinero y binguero, allí por su propio Abu Dabi de París.
A lo mejor nos hace falta el Emérito, con su diplomacia de cojo de la familia, de tío picarón y verde, con el lujo sultánico en la panza como en un turbante, igual que Mohamed VI, porque a Sánchez lo han engañado como en el zoco o yo no entiendo qué pasa aquí. Uno sigue preguntándose a cambio de qué volteó Sánchez nuestra posición con el Sáhara, cuando Marruecos ni siquiera se corta a la hora de hablar de Ceuta y Melilla como de territorios invadidos o, aún más hiriente, de barriadas okupadas, con unas fronteras como de basura y cristales rotos. Nos hemos enemistado con Argelia, y con esos niños de grandes ojos de otro planeta que venían del Sáhara como hijos antepasados o hijos futuros, y todavía no sabemos por qué. España ha descabezado a su servicio secreto y hasta RTVE se cuida de no dar cobertura a los campamentos de refugiados saharauis, como nos contaba Francisco Carrión el otro día. Pero ahí está Marruecos, todavía, poniéndonos al revés la bandera, la historia, el derecho y las fronteras.
Y ahora ni siquiera tenemos al Emérito para terciar con Mohamed VI, que ahora también se ha convertido un poco en Emérito de Marruecos, en rey piscinero y binguero, allí por su propio Abu Dabi de París
No tenemos política exterior, o no tenemos política, pero a ver quién arregla esto, que todo el mundo parece ausente o absentista, de su país o de la gobernanza. Sánchez anda sólo de meritorio del rey Felipe, empujándolo de los desfiles como una corista que empuja a la vedete; el Emérito sigue pescando peces de oro o relojes de oro con su muleta de oro o su picha de oro en su váter de oro de Abu Dabi, y Mohamed VI está en un París de rey de Zamunda, o de Disneylandia de niño malcriado y glotoncete, o de señorito de casino internacional y querida con pelo a lo garçon, sin querer salir de la sombrerera, de la noria o del albornoz. A Sánchez se diría que lo tiene cogido Marruecos por un colgajo más o menos geopolítico o misterioso, pero tampoco las monarquías mitológicas se comunican como antes, que ahora sólo se hablan en los entierros, bajo unas cuantas capas de ceniza esparcidas por el órgano como una máquina de nieve.
Yo no veo una solución fácil. Quizá Sánchez va a tener que entregar Ceuta y Melilla para no seguir haciendo el ridículo, o para no terminar entregando Tarifa o Granada, quién sabe, que habría que ver hasta dónde llega el poder de Marruecos sobre él. Sánchez sólo pone puntos rotundos en el Congreso, dirigiéndose al PP como a un camarero, pero con Mohamed VI no se atreve, y eso que el rey niño todopoderoso gobierna, o ya ni gobierna, desde una bañera en París. El país que sólo es la solana de su rey se encuentra sin rey y esto les desconcierta y enfurece, no hay más que ver cómo ha reaccionado Marruecos, o el Majzén mejor dicho, o sea esa especie de profunda corte putinesca alrededor del rey, a la entrevista a Mohamed Ziane publicada aquí. Quizá eso demuestra que Mohamed VI aún puede gobernar desde su teléfono de bañera, de Sara Montiel en la bañera. O que sus camelleros y sicarios ya han aprendido todo lo que hay que aprender para llevar el país y de verdad Mohamed VI ya sólo está en París haciéndose todo el tiempo las uñas en la bañera de champán, o haciéndose la ruta del bakalao de París. Sí, a lo mejor hemos perdido hasta la baza del Emérito y de las monarquías con primos en el Palace y yeguadas en el desierto, o al revés.
Ceuta y Melilla son españolas, con punto o con pespunte, salvo para Marruecos, que las ve ciudades ocupadas y se diría que cada vez más accesibles, a pesar de todo lo que Sánchez ha concedido y consentido. Seguimos sin saber por qué, qué es lo que pasa, qué ata a Sánchez, que lo mismo lo que tiene Marruecos es una foto de Sánchez en minitoalla y sólo vamos a poder igualar la cosa pillando a Mohamed VI no ya borracho por la calle sino en rulos. No, Sánchez no va a arreglar esto, que se ve que no puede o no quiere. Esto creo que no lo arregla ni don Juan Carlos, al que uno ya veía yendo de la monarquía medieval de los Emiratos a la monarquía medieval de Marruecos, todavía con su autoridad y su bamboleo de último rey del siglo XX o último rey en elefante.
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