No todo estaba cerrado, pero sólo faltaban pequeños detalles. La negociación para la renovación del CGPJ, llevada a cabo con especial celo y discreción por el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y por el vicesecretario general del PP, Esteban González Pons, estaba encarrilada. Seguramente, el acuerdo se hubiera podido cerrar este fin de semana si factores externos no lo hubieran hecho saltar en pedazos, hasta el punto de que, hoy por hoy, la vuelta a la mesa de negociación se considera casi imposible por ambas partes.
En teoría, la causa por la que el PP dio el jueves a última hora de la tarde por "suspendidas las conversaciones" fue porque el presidente del Gobierno le confirmó a Núñez Feijóo en conversación telefónica que "su agenda legislativa incluye la reforma del Código Penal", que supone la rebaja de pena para el delito de sedición, una de las peticiones que en su día le hizo ERC al Gobierno para apoyarle.
Sin embargo, la dirección del PP sabía que Sánchez iba a proponer esa reforma del Código Penal, pero el acuerdo tácito al que se había llegado en la negociación era que ese asunto se aplazaría hasta después de haber cerrado el acuerdo para la renovación del CGPJ. Para Feijóo era complicado cerrar un pacto que, de cara a sus votantes, tenía como objeto despolitizar la Justicia al mismo tiempo que el Gobierno cedía a una rebaja de penas en el delito de sedición para contentar a sus socios de ERC.
Bolaños cumplió al pie de la letra ese compromiso. En los últimos días, al ser preguntado por los periodistas sobre el asunto, su respuesta era siempre la misma: "Ese tema ahora no está sobre la mesa".
Sin embargo, ayer todo se fue al garete. La mayoría de los diarios (El Independiente incluido) daban por hecho que el Gobierno iba a llevar al Congreso próximamente la reforma del Código Penal. A primera hora de la mañana González Pons llamó por teléfono a Bolaños para advertirle de que el Gobierno tenía que hacer algo para enfriar el asunto de la rebaja de penas. Es un dato cierto que existen fuertes presiones de la derecha más extrema, mediática y judicial, e incluso de algunos sectores del PP, que rechazan el pacto. Cualquier cosa que sea acordar con Sánchez es anatema para esos sectores. Así que lo que pedía González Pons era un espacio para cerrar la negociación. Bolaños estuvo de acuerdo.
Pero hubo dos incidentes que hicieron dudar al PP. En primer lugar, las manifestaciones de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en la tribuna del Congreso, dando por hecho que se llevaría a la Cámara la reforma del Código Penal. En segundo lugar, una información en La Vanguardia, citando fuentes socialistas, según la cual el PP condicionaba el cierre de la negociación a que el Gobierno renunciara a esa reforma del Código Penal.
González Pons se quejó a Bolaños y este puso manos a la obra. Hasta tal punto fue eficaz su gestión que, minutos después, Montero se desdijo en los pasillos del Congreso.
Tanto la portavoz del PP, Cuca Gamarra, como el presidente del partido, Núñez Feijóo, durante la mañana de ayer desligaron los dos temas. Una cosa va por un lado y la otra, por otro, vinieron a decir.
Parecía que la cosa se calmaba hasta que el presidente Sánchez, desde Sudáfrica, afirmó dos cosas: que el pacto para la renovación del CGPJ estaba hecho y que la reforma del Código Penal formaba parte de la "agenda legislativa" del Gobierno.
En el acuerdo que ya estaba casi cerrado no se daba entrada a ningún vocal cercano a Podemos y, al mismo tiempo, se daba un plazo de dos años para que los políticos procedentes de la Judicatura pudieran volver a reintegrarse en sus puestos
Feijóo no sabía a qué atenerse, así que llamó a Moncloa para ponerse en contacto con Sánchez, que unos minutos después le llamó por teléfono. Fue una conversación tensa, de una hora de duración, en la que el líder del PP le hizo ver al presidente que le ponía en una situación muy difícil si mantenía su afirmación de llevar adelante la rebaja de penas para el delito de sedición al mismo tiempo que se cerraba la negociación para la reforma del CGPJ. Pero Sánchez no cedió. Así que el PP lanzó un duro comunicado sobre las 20.30 de la tarde, que pilló a Sánchez en el avión. En pleno vuelo, y ya sabiendo la reacción del PP, el presidente dijo que a Feijóo le habían "temblado las piernas" ante la presión de los sectores más reaccionarios de la derecha.
Un par de horas después, el PSOE lanzó otro duro comunicado acusando al PP de la ruptura de las negociaciones con argumentos similares a los del presidente.
Sánchez sabía que su negativa a aplazar la reforma del Código Penal iba a tener como consecuencia la ruptura del acuerdo. Probablemente, haya tenido otros condicionantes para hacerlo. El primero de ellos, la presión de ERC, que pretendía seguridades de que su petición de rebaja de penas no se iba a quedar en el cajón. Pero también, por parte de UP, que ya sabía que su deseo de que Victoria Rosell formara parte del nuevo CGPJ no iba a ser posible, ni siquiera que hubiera un candidato netamente podemita en el nuevo órgano de gobierno de los jueces. Y, por último, el disgusto de los ministros jueces. Según el acuerdo, ningún político podría acceder en el futuro al CGPJ sin pasar antes dos años fuera de cargo público. Pero también, al contrario, los políticos que proceden de la Justicia no se podrán reintegrar a sus puestos en la judicatura antes de pasar dos años tras dejar sus cargos en el Gobierno. Eso afecta directamente a Grande Marlaska y a Margarita Robles.
En fin, que Sánchez tiene sus razones para que el acuerdo se frustre. Aparte de que el fracaso le da la oportunidad de volver a atacar al PP como un partido gamberro, casi antisistema.
Por su parte, fuentes del PP han reconocido a El Independiente que, en efecto, ha habido una extraordinaria presión por parte de sectores judiciales y mediáticos para abortar la negociación. Esa presión era vista hasta hace 48 horas como el máximo riesgo para el buen fin de la misma.
¿Hay posibilidades de recuperar el diálogo? Es muy difícil. Casi imposible. Aunque en el PP insisten en que un gesto del Gobierno podría hacerles volver a la mesa. Más parece un deseo que una posibilidad real.
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