Son millones en España pero intentan no llamar la atención. Entre ellos los hay que sacan tímidamente la cabeza en algún medio de comunicación, e inmediatamente son repudiados y dejan de formar parte del "sistema". Pertenecen a diversas profesiones, los hay médicos, periodistas, científicos, pero también personas con menos estudios y mayor curiosidad, que desde la pandemia ponen en duda toda noticia oficial que les llega. No creen en las fuentes tradicionales de información y el tiempo les ha hecho dudar de todo, incluso de lo que afirman como cierto otros cancelados como ellos.
Hay palabras canceladas como los piropos o los chistes machistas, artistas cancelados como Salvador Dalí que no tiene ni una calle en Cataluña, películas canceladas como Dumbo, infinidad de canciones de los ochenta canceladas, hasta Los Payasos de la Tele, igual que las estatuas de personajes históricos del pasado juzgados con la corrección del presente, Colón, Isabel la Católica, Franco…, se cancelan centenares de libros catalogados como "sexistas", si no quieres vacunarte contra el Covid te cancelan, incluso hay cancelaciones según los territorios. En Cataluña cualquier ciudadano que no sea independentista queda automáticamente cancelado, en el País Vasco quien no sea nacionalista o en Madrid quien acuda a la manifestación del orgullo gay sin ser de izquierdas está cancelado.
Ahora se crean más normas, prohibiciones y delitos para acotar aún más la estrechez de mente de nuestros gobernantes
La libertad de pensamiento, opinión y obra esta bajo mínimos. Me contaba un histórico de los cancelados como Albert Boadella que difícilmente con esta dictadura de la corrección a esta etapa histórica que estamos viviendo se le puede llamar "democracia". Antes teníamos la sanción administrativa o la multa ante un abuso, una palabra hiriente, un gesto malsonante y ante algo más grave el código penal. Ahora se crean más normas, prohibiciones y delitos para acotar aún más la estrechez de mente de nuestros gobernantes y en cuanto se apruebe la Ley de Información Clasificada será el Gobierno quien diga qué es bulo y qué no lo es. Como en Corea del Norte.
Los grandes medios de comunicación, los pintores, escritores, actores, dramaturgos, cantantes, músicos... han olvidado que el arte también es transgresión. Jamás hubiese existido la genialidad de Van Gogh, los Beatles o Nabokov si hubiesen sido políticamente correctos, todavía hoy Nabokov por escribir Lolita esta cancelado. Los oficialistas llegan a rozar el ridículo, como estos días que protestan contra el cambio climático pegando sus manos o cabeza en cuadros famosos de los mejores museos para llamar la atención, pero ni se les ocurre hacerlo en China, la India o Rusia que son los países que más contaminan.
Las grandes televisiones nos muestran sus imágenes apoyando su lucha y cancelando a todo el que niegue la existencia del cambio climático. Se erigen como medios superiores que están para guiar a los ciudadanos, se envuelven en un manto de moralidad, ellos son los que escriben día a día el manual del buen español. A cambio les llueven los millones de dinero público, porque el cancelado también lo es en lo económico. Un cancelado deberá mal vivir por sus propios medios mientras que el políticamente correcto gozarán de las bondades del estado, subvenciones, premios, reconocimiento…
Hemos llegado al borde del abismo en el que los creadores ya no lo hacen en libertad, sino auto censurándose para estar en el establishment. Las obras de teatro no arriesgan y el cine aún menos. ¿Se imaginan un Ubú President que caricaturice a Sánchez o Biden de gira por los teatros? Le sucedería como a Alberto Closas o Arturo Fernández, que tendrían que sobrevivir toda su vida profesional sin subvenciones y cerrándole teatros por pensar distinto. Al bueno de Pepe Ruiz, magnífico actor con toda una vida a sus espaldas, nunca le llamaron tantas televisiones como cuando aceptó presentar un acto de Vox. Las grandes cadenas no lo comprendían y le llamaban una y otra vez para entrevistarlo, tenía que dar explicaciones y así marcarlo de cara a la opinión pública para que a partir de ese día no volviese a trabajar. Así son los que cancelan, expertos en el marcaje a la persona. Los hay con rostro público, como Julia Otero, Ana Pastor, Susana Griso y Ferreras, aunque los más peligrosos son los que lo hacen desde un despacho, anulando a creadores, artistas y actores porque ellos saben mejor que nosotros mismos lo que nos conviene. Vuelvan al redil y no se les ocurra pensar por ustedes mismos.
Son millones en España pero intentan no llamar la atención. Entre ellos los hay que sacan tímidamente la cabeza en algún medio de comunicación, e inmediatamente son repudiados y dejan de formar parte del "sistema". Pertenecen a diversas profesiones, los hay médicos, periodistas, científicos, pero también personas con menos estudios y mayor curiosidad, que desde la pandemia ponen en duda toda noticia oficial que les llega. No creen en las fuentes tradicionales de información y el tiempo les ha hecho dudar de todo, incluso de lo que afirman como cierto otros cancelados como ellos.
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