En estos últimos años, tremendos, todos hemos vivido momentos durísimos. Una pandemia terrible, una guerra a las puertas de la Unión Europea y una crisis económica incipiente. Por esta razón, más que nunca, apreciamos el hecho de tener a nuestro lado gente positiva y optimista; personas que irradian buenas vibraciones y enormes dosis de buen ‘rollo’.
¡Cuántas veces hemos oído pronunciar la expresión: ‘Don de gentes’! Esta persona, aquella otra, este líder o esta compañera, tienen ‘don de gentes’. Y cuántas veces nos hemos preguntado si nosotros tenemos o no esta cualidad, y en el caso de que creamos tenerla, si esta, en realidad, sirve para algo.
Durante estos días estoy dedicado a la presentación del libro del que, tal vez, me siento más orgulloso y que lleva precisamente por título: ‘Don de gentes’. Hace algunos días, en pleno corazón de la Gran Vía, tuve la oportunidad de presentarlo acompañado de un buen puñado de amigos que a la vez son líderes en diferentes campos y de los que puedo afirmar, sin ninguna duda, que poseen ‘Don de gentes’.
Es delicado empezar por cualquiera de ellos, para no hacer de menos a los restantes, pero por utilizar un criterio lógico, debo hacerlo con dos fenómenos a los que admiro: Padre Ángel y Cipri Quintas, que me han hecho el honor de escribir, respectivamente, el prólogo y el epílogo de mi última obra literaria. Tuve el placer también de reunir a políticos y expolíticos de diferentes coordenadas ideológicas, como Ana Pastor Julián, Víctor Gutierrez Santiago o Albert Rivera, así como a muchos directivos de diversos sectores que tienen una característica en común: poseer esa cualidad que supone casi una ‘varita mágica’ para liderar y para triunfar en cualquier ámbito de la vida.
En los últimos años me he encontrado con mucha gente que me ha preguntado si en verdad siguen existiendo personas con este ‘don’, o si esto no es más que un tópico, algo que se ha difuminado con el paso del tiempo. Mi respuesta es siempre rotunda: sí. El ‘Don de gentes existe’, no es una leyenda urbana. ¡Y vaya si funciona!
Las personas con 'don de gentes' poseen la mágica capacidad de iluminar nuestro día
Mi experiencia como entrenador y formador de líderes y de directivos me ha demostrado que existen personas ‘tocadas’ por este ‘don divino’. No quedan demasiadas, pero son fácilmente reconocibles… ¡porque tienen la capacidad de ‘conectar’ al instante! Nuestra piel, cuando entramos en contacto con ellas, ‘nos lo chiva’, como cantaba Rosana en su maravillosa canción, ‘El Talismán’. Se trata de mujeres y hombres que portan esa esencia, ese ‘algo más’ que les permite, de forma inmediata, establecer puentes emocionales con cuantos les rodean.
¿Seres ‘especiales’? ¿’Seres de luz’?
Las personas con ‘don de gentes’ poseen la mágica capacidad de iluminar nuestro día, y el de cualquiera que se les acerque. Lo logran con buenas vibraciones, con sonrisas naturales, y con esa ‘buena onda’ que exhalan. Hacen gala de ese ‘buen rollo’, de ese ‘swing’ que irradian con una capacidad innata e imparable. Es un viento fresco, que te llega y punto. No me pidáis una explicación ‘racional’ porque no la hay.
Dejan huella sin saber por qué; tal vez por la certeza de que de ellas se aprende. Son personas que triunfan en la vida porque no necesitan más herramientas que esta.
El ‘don de gentes’ es un potentísimo acelerador de éxito, el multiplicador más eficaz y la herramienta que consigue hacer crecer exponencialmente el resto de nuestras cualidades.
Mi libro nace con la intención de arrojar luz sobre las claves de ese ‘don de gentes’ para que esté al alcance de todos. Tanto de quienes lo llevan innato, entrenándose para desarrollarlo, como de quienes carecen de él, aprendiendo a conseguirlo y a explotarlo.
¡Fuera gafas de sol y antifaz!
La primera clave para tener ‘don de gentes’ es ir por la vida sin antifaz y gafas de sol, sin prejuicios y despojados de inútiles filtros. La tendencia general en nuestra sociedad es la de ser exclusivos y dividir a la gente en compartimentos estancos, por dinero, fama, raza, tendencia sexual, clases sociales y poder. Si tratas a todas las personas por igual, sin fijarte en su sexo, raza u otras características, tendrás la mayor riqueza del mundo. Todo el mundo al cual sonreír y contagiar con positividad. ¿Has visto a alguien con don de gentes que no sonría y que no proyecte positividad? ¿Verdad que no?
El carisma, simpatía y la capacidad de comunicación: dos grandes llaves
Parece evidente, ¿no? Es la característica esencial, junto a ser inclusivos, a la capacidad de trabajo y a la constancia. Cuando hablamos de carisma nos referimos a la capacidad de relacionarse con ‘los otros’ de forma positiva. Quienes lo poseen, saben perfectamente que lo más importante en el ámbito de la comunicación no estriba únicamente en lo que decimos, sino en cómo lo decimos. Dicho de otra forma, en nuestra ‘empatía’, en estado puro. En cómo hacemos sentir a las personas que están a nuestro alrededor. Hablo de esa mezcla de sensaciones y emociones positivas que somos capaces de crear a nuestro alrededor, casi inconscientemente.
El carisma funciona como un imán que impregna y llena los espacios vacíos
El carisma funciona como un imán que impregna y llena los espacios vacíos y concita la atención en torno a nosotros. Con él, extraemos lo mejor de los demás y conseguimos que el tiempo que les dedicamos sea percibido como muy valorable y ‘de calidad’.
Autenticidad
Otras clave de este ‘don’ es la autenticidad. En el ámbito de los valores éticos, la Autenticidad es la cualidad que tiene el ser humano de actuar conforme a sus valores, sus principios, sentimientos e ideales. Además la “autenticidad” incluye también la necesidad de que dichos valores, emociones y pensamientos sean positivos. Es esta positividad que marca la diferencia con aquellas personas con valores firmes pero sin ‘don de gentes? Autenticidad es también ser sincero con tus sentimientos y original.
Inteligencia emocional: esa brújula que nos guía y que orienta a quienes se nos acercan
Hace ya años que conocemos los distintos tipos de inteligencias que nos ayudan a conseguir nuestros objetivos. Atrás quedaron los tiempos en los que la creencia dominante sentaba cátedra sobre la existencia de un tipo único de inteligencia dominada por la lógica o por la memoria.
Hoy sabemos cuán importante es esta inteligencia emocional y el uso a conciencia de nuestro lado derecho del cerebro, en el que se residencia el pensamiento lateral. El ‘don de gentes’ exige un correcto entendimiento de las diferentes emociones de las personas con las que interaccionamos. Interpretar y gestionar esos sentimientos depende en gran medida de esta inteligencia emocional. Mi trabajo está basado en ayudar a los demás a entender sus emociones y a vivir con ellas, eliminando los prejuicios que se crean por no saber gestionarlas adecuadamente.
Solo si somos capaces de entender lo que siente ‘el otro’ podemos ayudarle a discernir el mejor curso de acción, tanto para evitar el conflicto como para que consiga alcanzar la meta apetecida.
Asertividad: imprescindible mezcla de firmeza y tolerancia
Es una estrategia medular de comunicación que nos permite expresar nuestra opinión y defender clara y libremente nuestros intereses y derechos, pero sin colisionar con los ajenos. Esta cualidad hace posible que podamos decir que ‘NO’ sin que nuestros oponentes se sientan ofendidos o nos perciban como manipuladores o egoístas interesados.
La imagen: la primera puerta de entrada
A pesar de que, en todos los manuales de autoayuda, enfocados al éxito se repita hasta el hastío el que la primera imagen es clave para causar una óptima impresión, y que buena parte de la percepción que los demás tendrán de nosotros se basa en ese primer impacto, mantenerla en el tiempo es capital.
La oratoria: el complemento sobresaliente
No todo el mundo llega a ocupar puestos de primacía política, empresarial o de otro ámbito. Por ello no todos necesitan un óptimo nivel de oratoria. Pero todos estamos obligados a mejorarla, sea cual sea nuestro estatus o función.
Entrenamiento
El ‘don de gentes’ se puede entrenar y perfeccionar. Como reza el conocido refrán, ‘unos nacen, otros se hacen’. Quien tiene la fortuna de llevarlo en sus genes será más capaz de afinar su puntería en este aspecto. Quien no, deberá esforzarse.
Fuera prejuicios y autolimitaciones
Nada de cuanto he explicado sería posible si no creyéramos en nosotros mismos y en nuestra capacidad para ‘iluminar’ la vida de los otros. La confianza en nuestras capacidades es capital para generar las condiciones que puedan guiar, a quienes se nos acercan, a conseguir sus sueños, sus anhelos. ¡Cree en ti y conseguirás que los demás también lo hagan! El líder lo es, no porque un día se levante, se mire al espejo y se diga: ¡Soy un líder! Todos cuantos alcanzan esa privilegiada posición es porque han sido señalados por los demás, por el conjunto de su organización, o de su familia, o del grupo social en el que se incardinen para ‘guiarles’, para iluminar su camino de cara a la consecución de un objetivo común.
Ser el ‘número uno’ no es fácil, pero triunfar en nuestros propios entornos está al alcance de cualquiera
Cuando Pedro Sánchez se arriesgó y en una jugada maestra, aunque de incierto resultado, planteó una moción de censura al entonces presidente Mariano Rajoy, fue elevado por la mayoría del Congreso para ser el nuevo conductor de los inciertos destinos de un país que adolecía de un liderazgo ya agotado. Cuando regresó, tras una abrupta salida al liderazgo de su partido, fue porque consumió meses hablando -y sobre todo escuchando- a miles de militantes a lo largo y ancho de España, entendiendo sus anhelos y necesidades y consiguiendo atraer de ellos su confianza para canalizarlas.
Artistas como Chanel no se han convertido en fenómenos de masas por obra y gracia divina, sino porque derrocharon años y cientos de miles de horas de trabajo y sufrimiento, superando las iniciales barreras y críticas de una mayoría que no creyó en ellas, hasta conseguir la excelencia y triunfar… y sólo a partir de ese momento, convertirse en un faro y un referente para millones de jóvenes.
En este punto no puedo olvidar a dos ‘míticas’, a dos grandes: Lola Flores y Rafaella Carrá. No eran, ninguna de las dos, grandes cantantes o bailarinas, pero eran ùnicas... ¡dos auténticas reinas del ‘Don de gentes’!
¡Qué decir de otros, como el joven tenista Carlos Alcaraz! ¡Trabajo, trabajo y trabajo! ¡Sentido común, humildad y empatía! Y ‘Don de gentes’, claro está, mucho ‘Don de gentes’, que atraiga, primero el interés, y después la simpatía y el cariño de millones de personas que suelen pasar de una inicial indiferencia a una aclamación entusiasta. No es nada fácil, soy consciente. Por eso, sólo llegan a la cima los más grandes. Pero cualquiera de vosotros, a niveles más humildes, puede conseguir resultados extraordinarios. ¡Os sorprenderéis! Basta con interiorizar estas claves, ponerlas en práctica y ser constantes para no desanimarse.
¡Suerte porque el mundo es suyo! Y no lo olviden: el mayor de los triunfos para cada uno de nosotros está ahí, y podemos tocarlo con la punta de nuestros dedos. Se trata, ‘tan sólo’, de ser felices. Nada más… y nada menos.
En estos últimos años, tremendos, todos hemos vivido momentos durísimos. Una pandemia terrible, una guerra a las puertas de la Unión Europea y una crisis económica incipiente. Por esta razón, más que nunca, apreciamos el hecho de tener a nuestro lado gente positiva y optimista; personas que irradian buenas vibraciones y enormes dosis de buen ‘rollo’.
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