Pablo Iglesias, emérito de Podemos en calcetín flojo, jubilado de mirar obras en la izquierda, abuelo que se acuerda de Zarra o Yashin y nos machaca con eso desde las barberías de la radio, se ha lanzado ya definitivamente contra Yolanda Díaz, que les está comiendo la izquierda y la moral. Iglesias ha pedido “respeto” para Podemos justo como hacen las personas mayores, de otro tiempo o de otra política, de cuando los tranvías o así. Yo creo que Iglesias habla realmente desde un tranvía, ese tranvía de museo de la izquierda ferroviaria que de vez en cuando vuelve a la historia y luego regresa a su túnel, donde vive como un cocodrilo de desagüe. Iglesias, con su autoridad de guardagujas o sereno en un tiempo sin guardagujas ni serenos, cree que Díaz los ningunea, ellos que llegaron de las calles con la mochilita y el bocadillo en papel de plata, como ciclistas domingueros, y consiguieron ministerios inmensos y vacíos como hangares de hormigón para la ideología. Pero a la política no se le puede pedir respeto, la política sólo da éxito o fracaso y ya sabemos lo que le ha dado a Podemos.
Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero se han levantado contra Díaz, a dúo, un poco lumbálgicos y a codazos, que tienen los dos algo de cómicos de cine mudo en globo o de aquellos dos vejetes criticones de los Teleñecos. Uno, claro, lo primero que piensa al ver a dos expolíticos de velador y braguero salir a ajustarle las cuentas a Díaz es que son ellos mismos los que confirman que no hay ya Podemos, sólo una caja de galletas con fotos viejas y chapas de cerveza. Iglesias ha asegurado que serán generosos (¿el partido, él mismo, el equipo titular de petanca del 15-M?) en eso de las confluencias, pero que Podemos debe ser “respetado”. Monedero, con esa cosa que siempre ha tenido él entre el exorcismo y la abducción, dijo que Podemos debe ser “la nave nodriza” de la unión en la izquierda. Con tanto alarde de autoridad, ronquera post mortem y poderío interestelar, que ni Darth Vader, en realidad lo que parecen los dos es que están haciendo autoestop ante la ruló chulísima de Yolanda Díaz.
Podemos, como hace esta izquierda de vez en cuando, atrapó y decepcionó sucesivamente a los despistados de siempre, y ya no es una posibilidad sino un desengaño
Si Podemos fuera esa nave nodriza o Estrella de la Muerte de la izquierda, no tendría que estar pidiéndole nada a Yolanda Díaz, ni respeto ni permiso, menos a través de esta gente anisada, arqueológica y gafe, culpable del fracaso y el desprestigio de la marca. Podemos no tendría más que volver a sacar su círculo morado, setentero e hipnótico, presentar a las elecciones a quienes elija el sínodo (los círculos locales funcionan bien para los carteles asamblearios, todos con diseño como de rastrillo de las ideologías, pero no tanto para manejar el partido, que es una tarea más bien sobrenatural). Iglesias y Monedero, si lo ven necesario, incluso podrían volver desde su mesa camilla, su radionovela de cieguecita o su pulmón de acero. Y así, con la Verdad y el puñito por delante, arrasar en las elecciones. Pero no parece el caso, sino que Iglesias, Monedero, Podemos entero o lo que queda de Podemos están pidiendo más una ambulancia o cinco duros que un paseo o un poquito de miramiento.
Las izquierdas están pidiéndose o robándose unas a otras el mechero, el tapetillo, un sitio en la ruló, en el tipi, en el borriquillo o en el tacataca de las izquierdas; están con sus confluencias turbulentas y su astrología de siglas y sus guerras de hermanos con ambientación de tómbola; y están así porque la crisis de Podemos ha reventado otra vez el hormiguero de las izquierdas. Podemos, como hace esta izquierda de vez en cuando, atrapó y decepcionó sucesivamente a los despistados de siempre, y ya no es una posibilidad sino un desengaño. Esto lo sabe Yolanda Díaz, que quizá se está inventando otro Podemos de fresa y nata, pero que no puede contar con este Podemos, una marca quemada llena de fantasmas quemados.
Iglesias y Monedero hablan sobre el respeto o sobre la mili como gente en un tranvía, con todo el sueño de la luz de gas en su memoria o en sus cataratas. Pero el tranvía, como decíamos, ha vuelto al túnel, al museo al que vuelve siempre, como el fantasma de la ópera que es cierta izquierda. Yolanda Díaz no es que esté buscando otro partido como insulto a los mayores, a la ortodoxia y a esos sanedrines de barbería. Está buscando algo que se aleje de Podemos, de su mal fario, de su decepción, de sus pajarracos y de esa coleta mal enterrada, macabra y grimosa como un muñeco de ventrílocuo mal enterrado. Díaz busca la supervivencia propia y la de su ideología, que tampoco está muy clara aunque debe de estar entre Laclau, Gramsci y Pippi Calzaslargas. Intenta que el tranvía vuelva a salir a por los despistados y los perdidos.
Podemos, con Iglesias y los demás como un ejército de momias egipcias ya más tiernas que terroríficas, como si las hubiera desvendado el perrito de Scottex; Podemos, en fin, hace lo que puede, intenta ser izquierda crudívora o trans con Sánchez e intenta hacerse el padre o padrecito (a lo Stalin) con Díaz. También Podemos está intentando sobrevivir, aunque sea así, convirtiendo la menesterosidad en argumento y en exigencia, que es una cosa muy de izquierdas. “Estúpido” dice Iglesias que sería pensar que a la izquierda le vendría bien para las generales que Podemos fracase ahora.
Lo estúpido sería atarse a una marca fracasada, por eso la política, que es como la selva, no admite estos imperativos de respeto o autoridad, sólo el veredicto de la supervivencia. Yolanda Díaz, más o menos difusa o chiclosa, es una posibilidad, o lo será si se distancia de Podemos, que es lo que intenta. Pero Podemos, lo vemos con Iglesias y Monedero, ya sólo es una psicofonía que pide ayuda. El otro día, en la oportunísima universidad otoñal de Podemos, la periodista Irantzu Varela, que fue candidata de Bildu, dijo que Daenerys de Juego de tronos es de Podemos. Supongo que lo dijo como un halago, aunque la Khaleesi (alerta de spoiler) acaba practicando y justificando el asesinato en masa para imponer su utopía de igualdad, y es asesinada por ello por su amado. Sin duda Iglesias, fan de la serie, apreciará la ironía. Parece que al destino, en general, le sobra ironía y le falta consideración.
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