Los objetivos fijados de lucha y mitigación para tratar de frenar el cambio climático son ambiciosos y difíciles de alcanzar. Vamos ya con mucho más retraso del debido y, aunque las expectativas depositadas en la reciente COP27 celebrada en Egipto eran altas, ha quedado patente que a pesar de que existe una buena predisposición, la realidad y la toma de decisiones resulta un collage a nivel global bien diferente y el desafío climático es acuciante y colosal. No obstante, se debe actuar y pensar no solo de manera global si no también y quizá más importante y cercano, a nivel local. 

En materia de energía, el cambio en el mix energético de generación hacia un modelo orientado a la descarbonización y el consiguiente impulso de las energías renovables en detrimento de los combustibles fósiles es ya todo un reto, al menos para los actores implicados que representan a un grupo reducido de empresas industriales, inversores y administraciones públicas cuyo esfuerzo merece ser reconocido. Sin embargo, las pymes o las familias representan un colectivo infinitamente más extenso y fragmentado, por lo que articular las estrategias de lucha contra el cambio climático plantean distintos retos y soluciones que indiscutiblemente deben de ser traccionados mediante la Inteligencia Artificial.

La Inteligencia Artificial representa un impulso imprescindible si queremos conseguir una transición energética coherente

En los entornos masivos, dispersos o heterogéneos, con variables mucho más complejas en las tomas de decisiones, dar respuesta a los cambios estructurales en el consumo, la autogeneración de energía, las renovables o la movilidad sostenible, precisan y requieren más allá de la concienciación, de herramientas que permitan no solo industrializar los modelos actuales de negocio, si no también que puedan habilitar y acelerar el camino de una transición energética que debe de ser inminente por los consabidos motivos.

El correcto uso de los datos vehiculizado mediante la Inteligencia Artificial contribuye a poder identificar las soluciones más acordes y precisas para cada consumidor, acompañarle y guiarle en el proceso para hacerlo entendible, manteniendo una dinámica sostenida y futura de transformación, máxime ante los cambios tecnológicos que se están produciendo y que se seguirán produciendo en el futuro próximo en lo que acontece a la energía y por ende, a la eficiencia energética. 

Hoy en día a través de escasos datos, con la generación de perfiles, clústeres y la aplicación de tecnologías avanzadas de Big Data como el machine learning, somos capaces de conseguir que miles de hogares puedan entender más fácilmente sus posibilidades de participar activamente en la transición energética, reduciendo sus consumos, economizando y aportando su granito de arena a los factores medioambientales que minimicen su huella de carbono.

Las empresas por su parte, en consecuencia, se ven obligadas cada vez más al aporte de valor para ahorrar en energía e incrementalmente, reportar sus emisiones de CO2. No cabe duda de que a mayor consumo energético y mayor número de elementos consumidores, mayor es la complejidad a la que nos enfrentamos. Siendo imprescindibles las tecnologías habilitadoras como la IA que permitan integrar la sostenibilidad energética en su actividad diaria, llevar un seguimiento de sus resultados con criterio o cumplir con las exigencias normativas de los reportes financieros y todo el esfuerzo que conllevan.

Por ello, la Inteligencia Artificial representa un impulso imprescindible si queremos conseguir una transición energética coherente en el tiempo para alcanzar, aunque sea en parte, los objetivos climáticos actuales y afrontar con garantías los retos de futuro de la mano de la tecnología.


Eduardo Olano Molina es consejero delegado de Balantia.

Los objetivos fijados de lucha y mitigación para tratar de frenar el cambio climático son ambiciosos y difíciles de alcanzar. Vamos ya con mucho más retraso del debido y, aunque las expectativas depositadas en la reciente COP27 celebrada en Egipto eran altas, ha quedado patente que a pesar de que existe una buena predisposición, la realidad y la toma de decisiones resulta un collage a nivel global bien diferente y el desafío climático es acuciante y colosal. No obstante, se debe actuar y pensar no solo de manera global si no también y quizá más importante y cercano, a nivel local. 

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