Al presidente Sánchez le va quedando ya, como a Victoria Rosell el otro día en la tele, la única defensa de la sonrisa castañeteante y pantojil, esa leve y última dignidad de dientes pianísticos que tienen los muertos en el congelador o los gatos golpeados por yunques en los dibujos animados. Quiero decir que cuando te están acusando de reformar la sedición a petición de los sediciosos y la malversación a petición de los corruptos, y de desmontar el Estado, la seguridad jurídica y la democracia a petición de los que no creen en el Estado ni en la seguridad jurídica ni en la democracia; cuando te están acusando de esto, decía, reírse con palmetadas porque Feijóo ha dicho “diputados de Podemos” en vez de “ministros de Podemos” a uno le parece como esa sonrisa rota de Filemón con disimulo, con chichón o con vergüenza de calzoncillo de lunares.
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