Al presidente Sánchez le va quedando ya, como a Victoria Rosell el otro día en la tele, la única defensa de la sonrisa castañeteante y pantojil, esa leve y última dignidad de dientes pianísticos que tienen los muertos en el congelador o los gatos golpeados por yunques en los dibujos animados. Quiero decir que cuando te están acusando de reformar la sedición a petición de los sediciosos y la malversación a petición de los corruptos, y de desmontar el Estado, la seguridad jurídica y la democracia a petición de los que no creen en el Estado ni en la seguridad jurídica ni en la democracia; cuando te están acusando de esto, decía, reírse con palmetadas porque Feijóo ha dicho “diputados de Podemos” en vez de “ministros de Podemos” a uno le parece como esa sonrisa rota de Filemón con disimulo, con chichón o con vergüenza de calzoncillo de lunares.

Pedro Sánchez ha renunciado a su discurso castrista, a su hora y pico de discurso como una hora y pico de gregoriano o de violón, para defenderse con la empalizada de su sonrisa. Apenas le queda eso y, claro, la derechona, la historia y el polvo de la derechona como aquella negra enciclopedia Espasa, toda historia y polvo, que convertía los despachos y las bibliotecas en museos del ferrocarril. Nada menos que la ley del divorcio citó Sánchez, sacando el tomo correspondiente como un ladrillo de una pirámide, como un ánfora de la arena, que así hay que sacar los tomos de la Espasa, con temor de que se derrumbe todo el conocimiento o todo el edificio. Aquí estamos con leyes actualísimas y urgentísimas que borran la sedición, dulcifican la malversación y sacan a los violadores de la cárcel para que les rimen los eslóganes, y Sánchez se va hasta el divorcio, hasta Suárez con chaleco negro y fondo negro de la Espasa, como un jefe de estación antiguo con fondo de tren expreso.  

A Pedro Sánchez sólo le quedan la sonrisa atornillada, esa derecha a la que bajar como a una bodeguilla con telarañas, y la esperanza de conquistar con el desodorante barato

Me doy cuenta de que tengo que irme desdiciendo porque Sánchez no sólo tiene la sonrisa, y no sólo tiene la historia de la derechona con su cosa eterna y lúgubre de historia de los castillos. Sánchez, además, tiene la higiene, que a Feijóo le dijo que tenían que “venir lavados” antes de dar lecciones. Es curioso porque esa referencia a los piojos ideológicos es una cosa que se les supone más bien a los rancios, esa gente que detecta el olor a rojez con tanta habilidad y placer como el olor a azahar o a jamón del bueno. El hedor de ideología, de clase o de raza descrito como hedor físico, como hedor animal y por tanto deshumanizador, me parece un recurso germanoide bastante maloliente, pero de todas formas yo diría que aún es más evidente el hedor moral e intelectual.

Sánchez, por lo visto, siente que viene muy lavado y peinado, como con jofaina de muchacha decente, mientras Junqueras, como le recordó Feijóo, se felicita de que “bajará el precio al volver a intentarlo”. Eso es lo que están pensado no sólo los indepes, sino los corruptos malversadores, amigos o mentores socialistas incluidos, y algunos agresores sexuales. Sánchez es como el black friday de los delincuentes, con todo el Estado en oferta, pero sin embargo conserva, milagrosamente, su olor a agua de rosas y a sobaco virgen de doncella. Sánchez quizá no se da cuenta entre los perjúmenes que le sulibeyan (seguro que se lo cantaría Carlos Mejía Godoy poniéndole ojitos y grititos), pero en realidad él, mientras se contonea en sus vapores, lo que consigue es unir el repolludamiento estético, la sinvergonzonería moral y la falacia intelectual. Es un tres por uno, que pega muy bien en esta época de estuches de perfumes y lociones o de gangas en general.

La lógica aún canta más que los alerones, y es imposible hacer compatible una Cataluña donde Sánchez ha “construido convivencia”, como el que construye una fuente municipal, con una Cataluña en la que los indepes tienen ahora mejores perspectivas, mejores cuentas y mejores socios que en 2017. A lo mejor esto contesta esa pregunta que hace siempre Sánchez desde su balcón de moza encoloniada, y que por cierto sigue sin contestar Feijóo, eso de que si Cataluña está mejor en 2017 o ahora. Lo que está Cataluña, y lo que está España, es más barata para cualquiera que quiera cargarse Cataluña y España. Junto con la falacia del independentismo apaciguado, que en realidad se trata del independentismo rescatado, Sánchez suele usar también lo de la Constitución vulnerada, por lo del CGPJ. Ya hemos explicado que no es la Constitución, sino una ley aún con sudor gordo de gafa gorda de Alfonso Guerra, pero, en cualquier caso, el PP que se hace el remolón en la tela de araña o en la tela de puñeta de Sánchez nunca podría acercarse a la felonía que supone que un Gobierno esté facilitando el golpe de Estado desde las propias leyes. Pero quizá nuestra Constitución, con su pasta dura y su gótico picudo, sólo es para Sánchez la piedra pómez exfoliante tras su baño de señorito muy limpio.

Uno se pregunta dónde está la higiene de Sánchez, y yo creo que está toda en esa sonrisa de colutorio de eucalipto y madera de eucalipto, y en esa biblioteca de la derecha que él mantiene con algodoncito, negra y brillante como una locomotora de juguete. Lo demás, la verdad, se ve más bien agusanado, con el equivalente moral, político, lógico y estético de un sobaco achampiñonado. A Pedro Sánchez sólo le quedan la sonrisa atornillada, esa derecha a la que bajar como a una bodeguilla con telarañas, y la esperanza de conquistar con el desodorante barato o la mentira barata, como en los anuncios de desodorante. Feijóo lo ha citado ya en las urnas, pero a alguien tan limpio como Sánchez eso debe de parecerle un ring de barro. Mientras, nuestro presidente sonríe con el yunque en el chichón o con el cactus en el calzoncillo.

Al presidente Sánchez le va quedando ya, como a Victoria Rosell el otro día en la tele, la única defensa de la sonrisa castañeteante y pantojil, esa leve y última dignidad de dientes pianísticos que tienen los muertos en el congelador o los gatos golpeados por yunques en los dibujos animados. Quiero decir que cuando te están acusando de reformar la sedición a petición de los sediciosos y la malversación a petición de los corruptos, y de desmontar el Estado, la seguridad jurídica y la democracia a petición de los que no creen en el Estado ni en la seguridad jurídica ni en la democracia; cuando te están acusando de esto, decía, reírse con palmetadas porque Feijóo ha dicho “diputados de Podemos” en vez de “ministros de Podemos” a uno le parece como esa sonrisa rota de Filemón con disimulo, con chichón o con vergüenza de calzoncillo de lunares.

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