La vida pública española vuelve a consumirse, en un exasperante bucle infinito, entre incendiarias discusiones, cada vez más crispadas, acerca de las crisis de toda índole que no dejan de acosarnos y de asfixiar al pobre y sufrido ciudadano de la calle. Crisis que pueden resumirse en tres: política, económica y social, pero que desembocan, todas ellas, en una brutal crisis de valores a la que no parece verse solución.
Las impresentables escenas vividas en estas dos últimas semanas en las que hemos asistido a los intolerables insultos de una diputada de la ultraderecha a una ministra del gobierno de España o a la no menos lamentable acusación de esa misma ministra al principal grupo de la oposición de ‘alimentar la cultura de la violación’, son síntomas inequívocos de una enfermedad que, o atajamos a tiempo entre todos, como sociedad, o nos corromperá para muchos años.
Un laberinto en el que, entre otras cosas, puede apreciarse una variada mezcla de sentimientos y emociones negativas. Como si no hubiera sido suficiente una pandemia interminable, la guerra de Ucrania y la consecuente crisis económica-financiera, los políticos se están empeñando a hacer infumable el aire que respira en el parlamento y resto de instituciones. En pocos días hemos vivido ataques populistas que van más allá de los ya tradicionales insultos. Cada día se superan más líneas rojas con la excusa de la libertad de expresión.
Toscano vs Montero: líneas rojas que no deben volver a traspasarse
La, hasta el pasado 25 de noviembre casi desconocida, Carla Toscano, diputada de Vox, se convertía de repente en la heroína de la ultraderecha contra la ideología de género, cuya existencia niegan, y el feminismo radical. En una bochornosa intervención, se erigió en protagonista de todos los medios de comunicación acusando, con un rabioso tono de odio, a la Ministra de Igualdad, Irene Montero, de haber llegado a ocupar su puesto sólo por ‘estudiar a fondo a Pablo Iglesias’. La ministra, al borde de las lágrimas, denunció ‘violencia política’ contra su persona, además de llamar fascistas a los diputados de Vox. Tampoco fueron muy afortunadas las palabras de la propia Montero acusando al Partido Popular de promover la cultura de violación como respuesta a la campaña de marketing, desde mi punto de vista, muy desacertada de los populares en Galicia.
¡LAMENTABLES las palabras de Toscano e igualmente las palabras de la ministra! En fin, son sólo algunas de las lindezas que han trasformado el congreso en lo más parecido a un patio de colegio. La semana ha terminado de una forma brutal: aal menos seis paquetes con artefactos de fabricación casera se han recibido en las embajadas de Ucrania y los Estados Unidos en Madrid o en la propia sede de la Presidencia del Gobierno. ¿Obra de algún loco incontrolado o de grupúsculos ultraderechistas? La policía lo esclarecerá. Es evidente que la crispación creciente, genera una espiral que acaba siendo tremendamente peligrosa.
Las superemociones; el arma más poderosa
Frente a este tipo de emociones y crispación insoportable que nos inundan cada día en los medios, en la oficina, en el ascensor y hasta en el gimnasio, quiero centrarme hoy en las que considero como emociones positivas clave. Las defino como SUPEREMOCIONES. Bien gestionadas, proporcionan a quien las maneja una enorme ventaja competitiva para resolver el día a día. Nos dotan de poder y funcionan como un antídoto insuperable frente a las emociones negativas. Pueden considerarse una vacuna energética que nos arrastra a conseguir logros cada vez mayores en nuestras vidas, contagiando de paso a los que nos rodean.
Las emociones negativas son innumerables: a incomodidad, el temor, el enfado, la frustración, la desilusión, la culpa, la inadecuación o la soledad. Frente a ellas debemos cultivar las positivas, como si fueran semillas y nuestra vida, un inmenso campo. Las emociones positivas funcionarán, bien aprovechadas, como escudos contra los sentimientos negativos y contra todas aquellas personas tóxicas que a lo largo de nuestra vida intentan contagiarnos con su mal rollo y su negatividad; nos inmunizarán contra esos vampiros emocionales.
El amor: un arma imbatible
¿Cuáles son esas superemociones? La primera es, indiscutiblemente, el AMOR. Tal vez alguien piense que soy un cursi, un romántico empedernido, pero es verdad que el amor en sí mismo es una emoción capaz de aniquilar cualquier emoción negativa. Dice Emmet Foz: "Si pudieras amar lo suficiente, podrías convertirte en la persona más poderosa del mundo". Es infalible: cuando alguien se nos acerca enfadado o herido, si respondemos de forma contundente, pero con amor y calidez, casi automáticamente cambiaremos su estado de ánimo.
El APRECIO y la GRATITUD son otras dos emociones positivas clave. Son contagiosas y permiten acelerar la realización de experiencias positivas. En realidad, todos los que hemos tenido la suerte de nacer en un entorno civilizado NO podemos dejar de dar las gracias por lo recibido. Cultivar la emoción de la gratitud es cultivar la existencia, poner abono a las semillas que hemos plantado, darles vida. No hay nada peor que estar rodeados de gente desagradecida y más en nuestra sociedad capitalista, llena de bienes materiales, pero vacía de amor y gratitud.
¿Por qué Toscano y Montero no se han pedido perdón? ¿No se han dado un abrazo en público? ¡Me hubiera encantado esa escena! Y a los ciudadanos, también. ¿Por qué Sánchez y Feijóo no descolgaron el teléfono e hicieron un último intento para desbloquear el CGPJ? ¿Tanta es la arrogancia que les adorna? Me resisto a creerlo.
No perdáis nunca la curiosidad; alimentad el niño curioso que llevamos dentro
Si quieres seguir creciendo en la vida, alimenta cada día la CURIOSIDAD. Esta sería la tercera de nuestras superemociones más valiosas. Es la que permite plantearnos, cada día, nuevas metas más ambiciosas y descubrir nuevos caminos. Gracias a ella nos convertimos en esponjas y aprendemos de todos... en todo momento. La ignorancia emocional es típica de quienes no cultivan la curiosidad. Sin curiosidad acerca de por qué suceden las cosas o simplemente por ver qué hay más allá, los grandes descubrimientos de la historia permanecerían aún ocultos: las cuevas de Altamira o la ley de la gravitación universal. Es importante reseñar que, en muchos casos, esta virtud se asocia a los niños, cuya mente aún pura y por hacer tiende a formularse preguntas que los adultos, en su soberbia, suelen soslayar.
La EXCITACIÓN y la PASIÓN pueden añadir jugo a todo. La pasión puede trasformar cualquier desafío en una oportunidad. Tiene un poder increíble para desarrollar nuestras vidas a un ritmo superior e inesperado. El hombre es realmente grande solo cuando actúa a partir de sus pasiones. ¿Cómo se consigue? Solo si decidimos sentirla, lo mismo que las demás emociones. Sentir pasión, amor, excitación o curiosidad es un problema de uso. Si esperamos a que ocurran cosas buenas sentados en el despacho o en un sofá mirando la televisión o sencillamente lamentándonos... ¡estamos perdidos!
Crisis como las que se vivieron en Cataluña o las que se han generado en los últimos meses con la polémica de la 'ley del solo sí es sí', sólo puede solventarse desde el diálogo
Todas las emociones enunciadas solo tendrán cabida en nuestra vida si poseemos DETERMINACIÓN: una superemoción que nos permite alcanzar, con compromiso y responsabilidad, cualquier objetivo. Debe ir acompañada por FLEXIBILIDAD, para no restar frescura a nuestros sueños y no sentirnos frustrados si no llegamos a la meta que nos hemos propuesto. Elegir ser flexibles en la vida es elegir ser felices. Esto se ve con nitidez cuando las situaciones en las que nos desenvolvemos devienen en conflictos, laborales o políticos. Son cada vez más los expertos en mediación y comunicación política, amén de los propios políticos y los ciudadanos en general, los que perciben que crisis como las que se vivieron en el pasado en Cataluña o las que se han generado en los últimos meses a cuento de la polémica ley del ‘Solo Sí es sí’, sólo puede solventarse desde el diálogo. El problema es que este, requerirá notables dosis de flexibilidad, cintura política y tolerancia, y no parce que nuestros políticos estén, a día de hoy, por la labor.
¡No es imposible! ¡La historia está llena de estadistas que lo consiguieron!
Sólo partiendo de posturas antitéticas se pueda llegar a un punto común de convivencia pacífica. La primera entrevista mantenida entre Josep Tarradellas y Adolfo Suárez acabó en un desastre absoluto. Pero al salir, cuando los periodistas preguntaron al líder catalán, recién vuelto del exilio, este afirmó que había ido maravillosamente y que habían acercado posturas porque el ya fallecido presidente era un hombre con el que se podía llegar a acuerdos... ¡fascinante! ¿Serían capaces hoy de ello Irene Montero y Carla Toscano? ¿Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo? ¿Isabel Díaz Ayuso y Mónica García? Permítanme que lo dude, aunque no pierdo la esperanza.
¡Si hasta Ronald Reagan y Mihail Gorbachov fueron capaces!
La confianza... ¡ay, la confianza!
Todo lo anterior sirve de poco si no tenemos CONFIANZA EN NOSOTROS MISMOS. Una vez más, nadie nace sin miedos ni temores, y hay que aprender a ahuyentarlos. En este punto descubriremos también la ALEGRÍA. Una virtud que nos convertirá en un imán para los demás, dará un empujón a nuestro carisma y hará de nuestra vida un ejemplo para el resto. ¡Aplíquenselo los políticos, que deben ser siempre un referente!
Ser alegres no está reñido con ser irresponsables. Simplemente es tener una actitud positiva y contagiosa.
¡Qué falta le haría a sus señorías! Sobre todo a los que se sientan en los bancos que corresponden a la izquierda más extrema y a la derecha más ultramontana.
Ciudadanos vitales, políticos vitales
Si todas las superemociones que hemos visto hasta ahora tienen que ver con el espíritu, la VITALIDAD tiene que ver con el cuerpo, con la salud y con el físico. Es un gran aliado para la felicidad y la autoestima.
Si hemos conseguido llenar nuestro jardín con estas emociones poderosas, estaremos preparados para las más importantes: la GENEROSIDAD, la CONTRIBUCIÓN. Darse a los demás. Sería una gran lección para los políticos obligarles a recordar, cada mañana, que si están en su puesto es porque han sido elegidos por los ciudadanos para servirnos, no para servirse o convertir la vida pública en un campo de batalla de sus miserias personales.
Si todos, políticos del gobierno y de la oposición incluidos, aprendiéramos a gestionar mejor estas superemociones, mejoraría nuestra capacidad de alcanzar las metas ansiadas. Alcanzaríamos una ventaja competitiva evidente y a pesar de las dificultades, no me cabe duda de que conseguiríamos una España y un mundo mejor.
La vida pública española vuelve a consumirse, en un exasperante bucle infinito, entre incendiarias discusiones, cada vez más crispadas, acerca de las crisis de toda índole que no dejan de acosarnos y de asfixiar al pobre y sufrido ciudadano de la calle. Crisis que pueden resumirse en tres: política, económica y social, pero que desembocan, todas ellas, en una brutal crisis de valores a la que no parece verse solución.
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