María Jesús Montero, medio contestando o medio escapando por los pasillos versallescos y asesinos del Congreso, donde los espejos parecen guillotinas, ha apelado a la “lealtad” para no hablar ella o para pedir que no hablen los demás. Los demás son los barones, el partido mesetario o el partido entero, el PSOE presanchista e histórico, con cimiento de acueducto, que no traga que se subaste el Estado, se desuelle la Constitución como la piel de toro íbera de los libros y se hagan las leyes como dotes para los delincuentes, todo para comprar a Sánchez trajes berenjena de Prince de la Moncloa. Después de Page, al que le salía la indignación con risa nerviosa, como liberación física del dolor o la impotencia, ha regresado Lambán dándole la vuelta al argumentario de Sánchez como a su sombrero berenjena: malversar para financiar un delito tan grave como la sedición debería ser un agravante, no un eximente. Pero tiene razón María Jesús Montero, ya no quedan argumentos, sólo la lealtad, la lealtad a Sánchez, al sotanillo de la Moncloa, al búnker con bicicleta elíptica de Sánchez.
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