Sánchez ya sólo tiene a Vox y Vox ya sólo tiene el aborto y el brazo incorrupto de santa Teresa como una mascota de la familia Addams. Están los dos escasillos de recursos, parece, que hasta tienen que tirar del Diablo, el último y gran asustaviejas, la treta final del párroco desbordado por el pecado y los bailes agarrados, o sea por la realidad y la necesidad, que así están Vox y Sánchez. Ahí están, pues, ayudándose uno a otro a montar sus cruzadas cacharreras, sus moros y cristianos peñistas de zanfoña y garrotín, jugando a la derecha del palio y el ricino y a la izquierda de brillante armadura y tremolante penacho, que no hay más que hacer. Yo creo que si algo hemos aprendido cuando hemos visto a Vox entrar en las instituciones, así con su cosa de alguacilillo de plaza de toros, es que no saben qué hacer allí, igual que Podemos.
Podemos pasó de llenar plazas con colillas y discursos con saliva a llenar ministerios con chapitas, y le seguía saliendo lo mismo, propaganda, corros de porro y una revolución imposible desde la moqueta, que les descubría y les aburría (Iglesias). Justo así está Vox, al otro lado del populismo y de la trinchera. Vox también pasó de las plazas con gran bandera de ganchillo de mesa camilla, de las reuniones de cosplay, como esa convención con disfraces de toreros con gafas y conquistadores con coquilla abarquillada y zambos de espadón (aquello parecía un Puy du Fou de ventorrillo); pasó de todo esto, decía, a las instituciones, siquiera en silloncitos laterales y de provincia, silloncitos de fraile de alpistera. Y ahí, claro, les seguía saliendo, igual, propaganda y catequesis, más esa cara de asco que yo creo que se trabajan como el cura se trabaja su sonsonete hipnótico, especie de latín de las sirenas de las leyendas.
La gran lección de todo esto de la nueva política y los nuevos extremismos es que se han revelado mayormente inútiles o incompetentes, aunque siempre muy hinchados. Son ornamentales, pomposos y vacíos, como esas sillerías de coro de catedral que ya nadie utiliza. Vox, como mucho, se dedica a mandar a los melenudos al barbero y a entusiasmar a las beatas, fácilmente entusiasmables, con santos de gimnasio. Son incompetentes, son inútiles, son los niños de trona de los gobiernos, salpicando con la sopa; son gente vestida de auto sacramental vecinal que actúa moviéndose como ferreteros en el papel de san José o empleados de seguros en el papel de arcángel con espada. No llegan nunca a nada porque sus propuestas son imposibles o son ilegales, así que se tienen que quedar en esos reinos de los Cielos con decorado de asador castellano, confiando en que el escándalo y la polémica les vayan dando fieles, sin que haga falta ni gobernanza ni coherencia ni dos dedos de frente, como no le hacen falta a Juan García- Gallardo, con su pinta de chófer / guardaespaldas de papamóvil.
Si algo hemos aprendido cuando hemos visto a Vox entrar en las instituciones, así con su cosa de alguacilillo de plaza de toros, es que no saben qué hacer allí, igual que Podemos
La política folclórica, la propaganda de trompetilla, la evangelización desde las instituciones con escalera de caracol, eso es lo que ya descubrimos que hacía Podemos y es lo que descubrimos que hace Vox. El caso es que Sánchez necesita el populismo, necesita el de Podemos y necesita el de Vox (Sánchez se gusta siendo un James Bond con traje berenjena que se enfrenta a su malo torpe, engreído, encapado y bocachancla, que siempre le contará su plan y siempre intentará eliminarlo con un “mecanismo mortal innecesariamente lento”, que creo que decían en algo de Austin Powers). A Podemos Sánchez lo tiene contento sosteniendo leyes insostenibles y ministerios tetería, y a Vox le echa ahora una mano dedicándole algo así como un 155 abortista con carga de caballería, como para que se alcen sus generales tuertos y sus monjas ninjas.
Lento, descolocado, sorprendido de las cosas como sorprendido por la hora, como parece siempre Mañueco, el presidente de Castilla y León ha intentado dejar claro que los protocolos sobre el aborto no se van a modificar porque, básicamente, no tienen competencia para modificarlos. También ha salido Feijóo, un poco a la gallega, con obviedades que tienen vuelta o generalidades que tienen sospecha. Quiero decir que en eso de “en ningún sitio donde el gobierne el PP se va a coaccionar a la mujer” todavía se puede entender que ellos no lo llaman coaccionar sino “informar”. Este Feijóo de mano blanda y verbo blando, de ambigüedad perezosa diría yo, lo podría hacer mejor, aunque ciertamente le parezca acoso ese supuesto protocolo con corazoncitos de feto como corazoncitos del soldadito de plomo y con esas ecografías donde salga la cara del bebé como el bebé sol de los Teletubbies. Pero con todo esto Pedro Sánchez tiene más que suficiente.
La Moncloa, que indultó a los indepes y convirtió sus delitos en pecadillos de niño de Primera Comunión, yo diría que ha encontrado un nuevo e inverso Puigdemont, no en este García-Gallardo que es como un vendedor de biblias de patíbulo o de cilicios de Toledo, sino en Mañueco o, en realidad, en Feijóo. El sedicioso de los santos úteros, el miliciano de la católica España de la pata quebrada, yo creo que le parece mucho mejor enemigo que los confesos enemigos de la Constitución. Lo de la alerta antifascista, que sonaba un poco marciano, a alerta ovni, ya fracasó, pero es que el sanchismo no tiene mucho más. En realidad, yo creo que el miedo a Vox es excesivo, porque ya han demostrado que todo lo suyo se queda, como mucho, en el infierno, y lo demás es ilegal o imposible o las dos cosas. Seguramente el miedo a Podemos también es exagerado y a quien hay que temer es a Sánchez, claro.
Algo así como un 155 de salón contra una medida imposible y contra un enemigo inventado, como un Diablo de baile agarrado o de El parvulito… No tienen ahora otra cosa, ni Sánchez ni Vox. Vox no sé si llegaría a romper acuerdos y gobiernos, pero tampoco creo que eso sea grave, que sin duda esas rupturas y represalias también se quedarán en el infierno. Diablos, excomuniones, herejes, cien mil hijos de San Luis y ese arcángel de muslos flamígeros que es Sánchez luchando contra el fascismo… No tienen ahora otra cosa, ni Sánchez ni Vox, y con eso van a ir hasta las elecciones, así de la mano y de la barba, como una coreografía de moros y cristianos entre Bollywood y la Legión.
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