A Manuela Carmena ya la han convertido también en hereje, que es como convertir en hereje a la abuela de Caperucita o de Piolín. La exalcaldesa que tuvo Madrid como una pensión de artistas y gatos callejeros, muy mordoré la cosa, ha declarado en una entrevista que “no corregir la ley del ‘sí es sí’ es soberbia infantil”, y ya la han echado al cajón de los fachas, con las pesetas y los tricornios. Ione Belarra, encendiendo mucho sus ojos de nueva gata reina del sofá mordoré que dejó Carmena, ha dicho que “nunca me habría esperado de una persona como Manuela Carmena que estuviera en contra de la ley de 'solo sí es sí'”. A mí me parece, ciertamente, una respuesta muy infantil, esa acusación de traición total y sin consuelo que tanto se da en los niños cuando el amiguito prefiere otra compañía, otro juguete u otras coletas. En el jardín de infancia no hay sitio para la racionalidad, para la sabia rectificación ni para peritos jurisconsultos, y sin duda el ministerio de Igualdad es un jardín de infancia.
El ministerio de Igualdad se ha infantilizado, el feminismo se ha infantilizado (Ángela Rodríguez “Pam” tiene que utilizar fábulas, cuchufletas, vestuario y onomatopeyas de Teresa Rabal o de teleñeco cuando hace encuentros de lo suyo con la gente de lo suyo), toda la izquierda se ha infantilizado, me parece, desde la izquierda extrema de Podemos hasta la izquierda de fotocol de Sánchez. Por eso no deja de salir toda esta gente antigua, anisada, medio coja o medio tuerta, que son como piratas de la izquierda o son como padres entre este niñateo, estas rabietas y estos meados. A Sánchez ya le protestan Felipe González o Alfonso Guerra, nuestros tacañones de guardia; sus barones que parecen un poco todos señores boticarios de antes, socialistas de cuando Jarcha como Joaquín Leguina o Nicolás Redondo Terreros, y ahora hasta le firman un manifiesto en contra escribanos de la ortodoxia como Juan Luis Cebrián o Augusto Delkader. Es como si llamaran los padres, algo que vemos mucho ahora en el PSOE pero todavía no en la otra izquierda, donde sólo hay tiktokeros con hambre y mala leche y compiyoguis diletantes y fanáticas. A lo mejor tras Carmena vienen más, hasta para hacer manifiestos, o eso ya existe y es lo de Félix Ovejero, su club o partido de jacobinos ilustrados y despejados.
Carmena es todo lo contrario a la cursilería del comando del té roibos de Irene Montero
Carmena diría que siempre fue antigua y laboriosa en su izquierda, como una panadera antigua con sus magdalenas de igualdad servidas sobre encajito (trabajó de joven en una fábrica de mermeladas, tengo entendido). Seguramente Carmena es todo lo contrario a la cursilería del comando del té roibos de Irene Montero, juramentadas en una sororidad de niña rica, de pololos y caprichos. Pero no se trata tanto de la edad ni de los callos sino de la verdad. A Carmena se diría que la han pillado viniendo del mercado o del médico para decir sólo la verdad, como esas señoras a las que preguntan por el precio de la merluza los reporteros de las noticias. Y no hay nada peor que la verdad cuando uno vive en la ficción y de la ficción, como estos sobreros de Podemos o del mismo sanchismo.
Lo último que necesita esta izquierda irracional, dogmática, tenebrista, enfurruñada, ciega, llorona y meona, es que le digan la verdad. O sea que Carmena no puede ser alguien que, ya de vuelta de todo, simplemente no tiene reparos en contar la verdad de una ley que es como la verdad de una merluza con precio de alfombra persa que se ha encontrado en el mercado, que también parece persa. Carmena tiene que ser otra traidora, otra vendida, otra facha en esta invasión de fachas como de ultracuerpos, que hasta a Serrat o a Sabina se los comen por sus pies de Charlot o de pirata Patapalo estos tallos extraterrestres y los convierten en fachas de ojos vueltos. Carmena, desde su izquierda y su feminismo lejanos, duros y como del Oeste, como de una mujer de caravana, afirma que la ley Montero es un grave error y que no corregirla es infantil, pero sin duda es otra conspiración. Los jueces fachas y machirulos han enfachado y machiruleado hasta a esa alcaldesa que sacó a los Reyes Magos vestidos de sirenita.
La izquierda infantil se ha apoderado de lo que quedaba de la izquierda simplemente utópica y hasta de la socialdemocracia simplemente pragmática. El sanchismo, por supuesto, patrocina y anima este infantilismo, no quiere despertar de la siesta con babi a España ni decirnos que los Reyes Magos, incluso los de Carmena, no son Sánchez sino la deuda pública. Mantener ese infantilismo o zangolotinismo intactos requiere mucha protección, mucha fantasía, mucho dibujito y mucho dinero, y es de lo que se encarga Sánchez. Por si acaso los de Podemos o las de Igualdad empiezan a pensar si de verdad la verdad será verdad, Sánchez se encarga pronto de reforzarles la ilusión. Eso ha ocurrido con lo de las pulseras, que dicho así hasta parecen un regalo que viene con Mi pequeño pony.
Como la ley del ‘sólo sí es sí’ es perfecta y mágica y salió de una teta de diosa como la Vía Láctea, modificarla sería herejía, pero sí se les pueden poner pulseras telemáticas a los que el patriarcado deje sueltos. La chispeante solución viene del ministerio de Igualdad, pero la bendición es del sanchismo, que se ha manifestado a través de Félix Bolaños con nariz y canción de Fofó. Siempre será mejor ponerles a los demás una pulsera o una conspiración, como unas orejas de burro de jardín de infancia, que salir del mundo feliz, seguro y falso de los niños. Está la izquierda sin padres, a los que los guais confunden con viejos macarras, con estanqueros franquistas o con abuelas emporradas, o estamos todos sin seso.
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