El PSOE va a registrar “de inmediato” la reforma del ‘sólo sí es sí’, que por lo visto la ley les acaba de sorprender, de sobrecoger, de despertar, como el apetito o la lujuria de madrugada. Cualquiera diría que la ley no se aprobó hace cinco meses, ni que salió del Consejo de ministros de su Gobierno de progreso como si saliera del taller de costura el traje campanero de Cristina Pedroche, tras una larga, pesada y frágil hilatura de tiempo, plumón, brilli-brilli, agujeros, publicidad, trascendencia y cursilería. Así que el PSOE va ahora a arreglar la cosa inmediatamente, o sea cinco meses después, con esa inmediatez del que llega tarde, con esa urgencia que pone siempre el incompetente por remediar lo ya inevitable (Sánchez es sin duda especialista en lo inevitable). Sánchez, que se sentía “orgulloso” de esa ley, que sólo pedía tiempo para que se “asentara”, como si fuera una infusión de las que pide Irene Montero en su ministerio / tetería; Sánchez, decía, ahora se nos pone inmediato o se nos pone flamenco. La ley, que era una pegatina, también fue la pegatina de Sánchez. Pero ahora quema y él no es Montero, Juana de Arco de las pegatinas.
El PSOE tiene inmediatez como se tienen picores. La ley que el sanchismo creía que los hacía feministas de batucada y hermanas juramentadas en las manifas asonantes ha resultado una ley tóxica. No sólo es aciaga para víctimas y una bendición para agresores, sino que es uno de estos actos reveladores, desveladores, desengañadores, que descubren cómo funcionan las mentes ajurídicas, predemocráticas, mitológicas, anubladas y tirando a bobas que los pergeñan. Cuando la ley estaba en el aire, como un poema anacreóntico, como un guion de Eli la de la Complu o como un zepelín con publicidad, al sanchismo le valía. Incluso con las primeras rebajas de penas le seguía valiendo, que era cuando Sánchez se mostraba “orgulloso” y empezaba a desplegar, con su elegancia de bailarín o de carterista, ese paraguas berenjena de esperar a que escampe, que es como su sombrillita de equilibrista de la política. Pero no escampó, ni escampa, y ahora Sánchez tiene que huir de esa ley como de un sharknado que devora votantes.
La inmediatez de Sánchez, que es una inmediatez sobrevenida y fisiológica, como de angurria, contrasta con el contumaz estatismo de Igualdad y de Irene Montero, que ya digo que ardería con su pegatina, entre los pedófilos liberados y las mujeres con miedo y pulserita como mujeres con miedo y rosario. Montero ardería no porque sea una heroína, sino porque no tiene otra opción. En el fanatismo no se puede hablar de heroísmo precisamente por eso, porque el fanático nunca tiene otra opción. Sánchez aún tiene su último pase de escapista, pero Montero sólo tiene pegatinas, sus leyes pegatina, sus ministerios pegatina, sus conceptos pegatina y sus votantes con pegatinas y calcomanías en las tetas, haciendo todo como una colección de Panrico ideológica. A Podemos sólo le quedan las pegatinas o, claro, esperar a que gane Putin, que queme Madrid como ha dicho ese pobre propagandista ruso (Rusia no tiene ni para quemar rastrojos en el frente ucraniano, va a tener para quemar esta Tabernia de Ayuso con cervezas con tres dedos de espuma, esa cerveza de extintor que hay aquí). Incluso puede que Montero tenga una pegatina de Putin, como el que tiene al Coyote estampado en el coche.
Montero resiste con la pegatina, resiste con el 'sólo sí es sí' crucífero, con el machismo machocabrero y con la lógica del pancartazo"
Montero resiste con la pegatina, resiste con el ‘sólo sí es sí’ crucífero, con el machismo machocabrero y con la lógica del pancartazo. Su última propuesta para que no se le toque la pegatina, sagrada como la de un rociero o un nostálgico de Pachá, no deja de ser otra colección de cromos, un decálogo (ay, el apostolado bíblico) que incluye cursos de formación para el personal de Justicia. La cosa está clara: los jueces tienen que aprender a razonar como razona Montero, o sea fuera de la ley, y así se acaban los problemas. Aunque más fácil sería, ya lo he dicho alguna vez, que todo lo juzgara Montero, quizá vestida de Salomón, un Salomón moderno, un Salomón como un rey mago de Carmena antes de que Carmena se convirtiera en traidora. La propuesta también contempla más apoyo psicológico para la mujer, que está muy bien pero a mí todo eso me suena a querer sustituir el Código Penal por catequesis y consejeros espirituales que te arropen como una batamanta. Los juristas, a los que yo me imagino ya con babi y con Ángela Rodríguez “Pam” de maestra, insisten, claro, en que ni los cursos ni los divanes pueden cambiar la manera en que se tienen que aplicar las leyes. Pero Montero no puede llegar ahí, es incapaz de estar ahí, comprender eso del gobierno de leyes y no de hombres que decía John Adams, y que a ella le parecerá otro machismo de tíos empelucados, fruncidos y sospechosos, como los jueces o como Mario Vaquerizo.
Sánchez intenta escapar de esta ley e intenta escapar de Podemos, pero seguramente ya es demasiado tarde, es demasiado tarde para la inmediatez y es demasiado tarde para la inocencia. Ahí donde está Montero ahora, ahí sobre una pegatina como sobre ese escabel de media luna de las madonnas, ahí con la iliberalidad como una teta fuera de Delacroix / Bandini, ahí también ha estado Sánchez. Recuerden lo del Constitucional maniatando al Congreso, impidiendo la deliberación de las leyes y tal, que incluso Bolaños hacía un poco de Ione Belarra, vertiendo acusaciones a través de las poses picassianas de su nariz. La diferencia es que Sánchez estuvo y ahora intenta moverse, pero Montero es incapaz. Montero no puede estar en otro lugar, no puede hacerse demócrata de repente como un niño no puede hacerse mayor de repente. Sólo le queda buscar a otros niños, y por eso agita la pegatina. O esperar a que gane Putin y que él arrase la aciaga democracia liberal y el aciago Madrid ayuser y alaskero.
El PSOE va a registrar “de inmediato” la reforma del ‘sólo sí es sí’, que por lo visto la ley les acaba de sorprender, de sobrecoger, de despertar, como el apetito o la lujuria de madrugada. Cualquiera diría que la ley no se aprobó hace cinco meses, ni que salió del Consejo de ministros de su Gobierno de progreso como si saliera del taller de costura el traje campanero de Cristina Pedroche, tras una larga, pesada y frágil hilatura de tiempo, plumón, brilli-brilli, agujeros, publicidad, trascendencia y cursilería. Así que el PSOE va ahora a arreglar la cosa inmediatamente, o sea cinco meses después, con esa inmediatez del que llega tarde, con esa urgencia que pone siempre el incompetente por remediar lo ya inevitable (Sánchez es sin duda especialista en lo inevitable). Sánchez, que se sentía “orgulloso” de esa ley, que sólo pedía tiempo para que se “asentara”, como si fuera una infusión de las que pide Irene Montero en su ministerio / tetería; Sánchez, decía, ahora se nos pone inmediato o se nos pone flamenco. La ley, que era una pegatina, también fue la pegatina de Sánchez. Pero ahora quema y él no es Montero, Juana de Arco de las pegatinas.
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