La guerra de Ucrania no ha terminado y hasta que no llegue el alto el fuego definitivo habrá acontecimientos y aspectos de los que no tendremos datos e información. Solo cuando se levante el velo del secreto militar, los combatientes vuelvan a casa y se publiquen informes exhaustivos podremos empezar a entender realmente este enfrentamiento bélico.
El desafío de hacerlo no solo tiene que ver con desentrañar los acontecimientos más allá de la "niebla de la guerra" y el secreto militar, tiene que ver con los sesgos y distorsiones que produce que algunos aspectos de la guerra están sobrerrepresentados en vídeos y fotos que circulan en las redes sociales. Así, hemos visto que al comienzo se enterró al carro de combate y se encumbró al dron de origen turco Bayraktar TB2. Pasado casi un año de guerra, ya nadie canta la canción "Bayraktar" mientras que Volodimir Zelenski y Josep Borrell reclaman carros de combate Leopard 2 para la decisiva ofensiva ucraniana de primavera. Así que en un año, el carro de combate fue dado por muerto y enterrado, para resucitar como gran esperanza.
Las lecciones militares de esta guerra son, por tanto, provisionales. Pero podemos adelantar, sin importar lo lejos que quede el fin de la guerra, unas cuantas enseñanzas. Solo ha pasado un año de guerra, pero ahora es posible mirar con una enorme distancia mental toda la literatura sobre las fuerzas armadas rusas procedentes de instituciones occidentales publicadas antes de 24 de febrero de 2022.
Los materiales exhibidos en desfiles militares y ferias de armamento junto con las publicaciones doctrinales se interpretaron como las pruebas de la adaptación de las fuerzas rusas a la guerra tecnológica de alta intensidad contemporánea. La experiencia de la invasión rusa de Crimea en febrero de 2014 llevó a un tsunami de publicaciones de organismos públicos, centros académicos y think-tanks en tono alarmista sobre las innovaciones rusas en materia de guerra híbrida y conflictos en la zona gris.
Unas Fuerzas Armadas reflejo de su sociedad
La intervención militar del ejército ruso en la guerra del Donbás a partir de agosto de 2014 llevó a señalar la fortaleza del ejército ruso en materias como artillería y guerra electrónica. Mientras tanto, periodistas e investigadores dedicados a los aspectos políticos, económicos y sociales de la vida rusa sostenían que las Fuerzas Armadas rusas no eran más que un reflejo de la sociedad a la que pertenecían. Fueron los únicos que pudieron anticipar sus problemas estructurales.
Hemos sobreestimado durante mucho tiempo las capacidades rusas. Un país del tamaño de Italia ha intentando mantener unas fuerzas armadas propias de una gran potencia"
La primera gran lección militar de esta guerra es que hemos sobrestimado durante mucho tiempo las capacidades rusas. Un país con una economía del tamaño de Canadá, Brasil, Italia y Corea del Sur ha intentado mantener unas fuerzas armadas propias de una gran potencia. Y lo que hemos descubierto es que, si bien la industria de defensa rusa mostraba sistemas avanzados, las fuerzas armadas rusas carecían de presupuesto para sufragar todo aquello que diferencia a unas fuerzas armadas profesionales y altamente operativas de otras que sólo sirven para impresionar en desfiles.
Las Fuerzas Armadas rusas han presentado importantes carencias en comunicaciones, logística, municiones inteligentes, etc. Algunos de esos problemas tienen que ver además con la corrupción rampante en la administración pública rusa, con lo que a la falta de recursos se suma el despilfarro. Y para evaluar el desempeño de las fuerzas armadas rusas frente a las ucranianas no hay que olvidar que Rusia invadió el 24 de febrero de 2022 un país con un tercio de su población y una economía diez veces más pequeña. Cuando termine la guerra se tendrá que reescribir los libros sobre las fuerzas armadas rusas y su doctrina militar.
Si la sorpresa por el desempeño de las Fuerzas Armadas rusas ha resultado directamente proporcional al desconocimiento de los observadores de la realidad de la sociedad rusa, la sensación de novedad ante las particularidades de una guerra convencional de alta intensidad está igualmente relacionado con el desconocimiento de lo vivido en Ucrania (2014-2015) o el Alto Karabaj (2020).
Unos ejércitos europeos minimizados
Los países europeos aplicaron tras el fin de la Guerra Fría los llamados "dividendos de la paz" por los que redujeron enormemente sus ejércitos. Aquí en España, tras la aplicación del plan NORTE (Nueva Organización del Ejército de Tierra) se decía jocosamente que el siguiente plan se denominaría SUR (Supresión de Unidades Restantes). Las fuerzas armadas españolas encontraron su conexión con la sociedad civil desempeñando misiones de paz y humanitarias en los confines del mundo.
El fenómeno fue generalizado entre los países occidentales. Así que ahora llama la atención el papel protagonista en la guerra de todo aquello que fue descuidado o postergado porque no tenía uso en las misiones de paz. Hablamos de la artillería pesada, cohetes, guerra electrónica y vehículos blindados de zapadores. Precisamente los 54 Leopard 2A4 almacenados por el Ejército de Tierra estaban originalmente destinados a ser reconvertidos en vehículos de recuperación, lanzapuentes y de zapadores.
Como vimos en el Donbás y Siria, donde proliferan los medios anticarro y la artillería los frentes se estancan"
Otra lección de la presente guerra de Ucrania, que ya fue anticipada en la guerra del Donbás y Siria, es que allí donde proliferan los medios anticarro y la artillería los frentes se estancan. Resulta contraintuitivo, pero la aplicación de la más alta tecnológica militar nos lleva de vuelta a escenarios de la Primera Guerra Mundial, con los soldados protegidos en trincheras con lentos avances.
En la guerra ruso-japonesa de 1905 el empleo de las ametralladoras y alambradas puso fin a los grandes movimientos de tropas en campo abierto de las guerras del siglo XIX. Pero en Europa se despreciaron las lecciones de aquella guerra porque enfrentó a una potencia europea atrasada contra un país no europeo. Así, el estancamiento de los frentes y la guerra de trincheras pilló por sorpresa a muchos. La artillería, drones y guerra electrónica fueron las principales bazas de la ofensiva turca en Siria de febrero de 2020, la llamada Operación Escudo de Primavera.
Pero las lecciones de aquella acción militar fueron tratadas con desdén, considerando que la guerra de Siria se daban circunstancias particulares no extrapolables a las que se encontrarían los ejércitos occidentales en futuros conflictos de alta intensidad. Es una constante histórica. La transformación de la guerra no se produce de la noche a la mañana, sino que van apareciendo novedades gradualmente en conflictos periféricos que no son tenidos en cuenta por sesgos eurocéntricos. Entonces suceden guerras como la presenten en Ucrania y se instaura una falsa percepción de cambio disruptivo.
La paradoja del avance tecnológico
Sería necesario que la guerra terminara y se desclasificara mucha información para poder tener una idea clara del desempeño real de muchos sistemas aparentemente novedosos. Pero hay una constante en esta guerra. Tenemos, por un lado, los sistemas de armas avanzados proporcionados por los países aliados de Ucrania, como los misiles Javelin, los lanzacohetes M142 HIMARS y los proyectiles inteligentes de artillería Excalibur. Y, por otro lado, contamos con una serie de sistemas de armas que emplean tecnología civil y pueden ser producidos masivamente, como los drones comerciales que lanzan pequeños proyectiles y los sistemas de comunicación para la guerra en red, sin olvidar los drones de origen iraní Shahed 136.
Así que nos encontramos con una curiosa paradoja producida por el avance tecnológico. Y es que la faceta más aprovechada de la innovación tecnológica no es el desarrollo de productos de altas prestaciones, pero caros, sino el abaratamiento de lo que antes era prohibitivo o simplemente no existía para producir masivamente sistemas de usar y tirar. El resultado en el campo de batalla es que lo barato, simple y desechable está contribuyendo a destruir en Ucrania lo caro, complejo y valioso. Los tratados de prospectiva sobre el futuro de la guerra nos solían hablar de armas láser, militarización del espacio e Inteligencia Artificial. La realidad nos ha traído campañas de crowdfunding para comprar drones chinos que lanzan proyectiles gracias a piezas producidas con impresoras 3D.
La guerra de Ucrania supone un despertar para Europa tras las largas vacaciones estratégicas que siguieron a la caída del Muro de Berlín"
En el fondo, la guerra de Ucrania no nos ha enseñado nada que no supiéramos. Que la guerra convencional es una picadora de carne. Que la artillería es la reina del campo de batalla. Que las previsiones de consumo de munición hechas en tiempos de paz saltan por los aires cuando empieza una guerra de verdad. Y que los ejércitos que impresionan con sus desfiles no necesariamente tienen un buen desempeño en el campo de batalla. Pero ha supuesto un despertar para Europa tras las largas vacaciones estratégicas que siguieron la caída del Muro de Berlín.
El incipiente nuevo orden multipolar no nos ha traído potencias emergentes que simplemente hagan de contrapeso a la hiperpotencia estadounidense para frenar sus intervenciones, sino que la debilidad percibida de Occidente tras la retirada de Afganistán nos ha traído invasión fulminante fallida que derivó en guerra y un intento de cambio de fronteras. Las peticiones de negociaciones de paz a toda costa para parar esta guerra cuanto antes pasan por alto el mensaje que lanzaría con ello Occidente al resto del mundo. Un cierre en falso de la guerra convertiría a la segunda invasión rusa de Ucrania en un episodio intermedio antes de la tercera. Un saldo positivo para Rusia crearía el precedente para que otros la emulen. El futuro del mundo se juega en Ucrania.
Jesús Manuel Pérez Triana es analista de seguridad y defensa. Coautor de La guerra de Ucrania II. De la conquista de Lugansk a la contraofensiva ucraniana (Los Libros de la Catarata, 2023).
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