“¿Cuántos idiotas quedan?”, preguntaba impaciente a su equipo el comisario europeo de Vecindad y Ampliación Olivér Várhelyi durante un debate de la pasada sesión plenaria del Parlamento Europeo.
Se refería a nosotros, los eurodiputados.
Los micrófonos captaron esta actitud de desprecio hacia los representantes de la soberanía europea que es inédita en las instituciones, pero que, para muchos, no fue ninguna sorpresa. Poco después, el equipo emitió un comunicado explicando el comentario como un malentendido, fruto de conversaciones privadas.
Más allá de la anécdota, del insulto y del desaire explícito, el húngaro Várhelyi -que pertenece al partido partido Fidesz- es ampliamente conocido en Bruselas por su desdén hacia las normas del Estado derecho.
El mandato de Várlhelyi está siendo una catástrofe tras otra, con graves consecuencias para la política exterior
Várhelyi es un peso pesado de Hungría en Bruselas. Ahí aterrizó inicialmente tras la adhesión de su país a la UE, ahí regresaría para trabajar como funcionario en la Comisión y ahí acabó trabajando como diplomático en la Representación del país ante la UE. En 2019 se convirtió en la ficha perfecta del primer ministro Viktor Orbán para Bruselas: candidato a comisario. Várhely era un viejo conocido. Conocido por todos. A duras penas pasó el listón del Parlamento para su nombramiento. Luego, pasó lo que tenía que pasar: su mandato está siendo una catástrofe tras otra, con graves consecuencias para la política exterior de la UE.
Por eso, en el debate tras el insulto, seríamos realmente idiotas si nos quedásemos mirando el dedo, cuando los vaivenes de Várlehyi como caballo de Troya de Viktor Orbán en la Comisión apuntan mucho más allá.
El improperio de Várlehyi se producía en el marco de una discusión sobre la ampliación en los Balcanes Occidentales, en la que diferentes eurodiputados criticaban su arbitrariedad y su acercamiento, cada vez más evidente. al presidente serbio Aleksandar Vučić.
Pese al deterioro del Estado de derecho en el país y a los muchos informes de expertos que han constatado esta deriva que aleja a Serbia de la UE, Várlehyi ha trabajado para restar importancia a las críticas, o directamente para tergiversar el análisis de sus propios servicios, con el objetivo de reforzar la perspectiva de la adhesión de Serbia.
Serbia, país candidato a entrar en la UE, ha mantenido su negativa a alinearse a la posición europea en materia de sanciones contra Rusia por la invasión criminal de Ucrania. Se entiende su estrecha relación cuando se escuchan discursos como el del estado de la Nación, pronunciado esta semana por Orbán, en el que aboga por no cortar los lazos con Rusia, afirma que Hungría es el único país que aboga por la paz en la OTAN y asegura que la de Ucrania no es una "guerra entre el Bien y el Mal, sino un conflicto limitado entre las tropas de dos países eslavos".
Bienvenidos al delirio en el seno de nuestras instituciones.
En segundo lugar, la integridad territorial tampoco ha sido el punto fuerte del comisario Várlehyi, criticado por apoyar las acciones separatistas del presidente de la república serbia de Bosnia Milorad Dodik - que llegó a premiar en enero al criminal Vladimir Putin-, especialmente en el contexto de los incidentes y amenaza de secesión en la República de Srpska en 2021. Otra agenda nacionalista que comparte con Orbán, quien donó 35 millones de euros del dinero de los contribuyentes húngaros a un programa de desarrollo económico para apoyar la reelección de Dodik.
Otro de los asuntos bajo su responsabilidad ha sido el de las relaciones con Palestina. Por petición del Parlamento Europeo en la anterior legislatura, la Comisión encargó un estudio independiente sobre el contenido de los libros de texto utilizados en las escuelas palestinas para verificar si éstos incluían contenido antisemita o si por el contrario se adaptaban a los criterios de la Unesco.
La UE tiene fondos de cooperación para la Autoridad Palestina con los que se financia la provisión de servicios básicos, entre ellos salud y educación. La conclusión del estudio fue clara: el contenido de los libros de texto se adapta a los estándares internacionales y de la Unesco. Pero Várhely, no contento con el resultado del estudio financiado por la Comisión, decidió unilateralmente suspender más de 200 millones que la Autoridad Palestina debería haber recibido en 2021, una posición que el Parlamento y los Estados Miembros han criticado rechazando condicionalidades injustificadas y contraproducentes. Ante las preguntas que desde el Parlamento le remitimos, la respuesta del Comisario ha sido siempre vaga y tardía, ignorando los procedimientos internos relacionados con la actividad parlamentaria.
Las consecuencias fueron catastróficas: infraestructuras básicas como el hospital oncológico de Jerusalén Este se vieron forzadas a dejar de atender pacientes de Cisjordania y Gaza ante la falta de financiación. Finalmente, gracias a la presión institucional y social y al empuje de la presidenta Von der Leyen, los fondos se reanudaron en junio de 2022.
Se atribuyen también al comisario el estancamiento de la situación de Macedonia del Norte y un acercamiento a Ankara, que tiene un foco desmesurado en el control migratorio mientras que ignora las posiciones del Parlamento Europeo con relación al estado de Derecho y las libertades en Turquía. Y sobre el derecho internacional y el Estado de derecho no hay medias tintas: se respetan o no se respetan.
Con esta trayectoria, ahora que saltan las alarmas tras el insulto al Parlamento se impone la reflexión: ¿cómo es posible que aceptemos las idas y venidas del caballo de Troya de Orbán? Pues bien, la respuesta está en todos aquellos dentro de las instituciones --incluyendo especialmente el Parlamento Europeo- que le han apoyado y protegido, o que simplemente han ignorado sus responsabilidades supervisoras de la Comisión. Por fin, en enero pasado, el Parlamento Europeo aprobó en plenario por primera vez la apertura de una investigación independiente e imparcial sobre la actividad de Várhelyi para verificar si es conforme a los Códigos de Conducta y los propios Tratados.
Si, como ironizaba Frank Zappa, todo el mundo es idiota hasta que demuestre lo contrario, esta es una oportunidad para hablar en voz alta, denunciar, enmendar y poner fin a la destrucción de la institucionalidad desde dentro. Ya sabemos que esta es una de las principales estrategias de los regímenes populistas y autoritarios que gobiernos como los de Hungría y Polonia llevan practicando desde hace ya algunos años en el seno de las instituciones europeas. Pararles los pies es tarea de todos los demócratas.
Soraya Rodríguez es eurodiputada del Parlamento Europeo en la delegación de Ciudadanos. Puede leer aquí sus artículos en www.elindependiente.com
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