El socialista calvo en lorzas, agarrado a una fuente de coca y a una puta en toalla como una Venus de bidé con uña del pie acrílica, a mí me parece una especie de querubín del socialismo español, ya una iconografía tradicional de tabernáculo, cúpula y plato sopero. Las fotos del Caso Mediador parecen copiadas de las de Luis Roldán, que también se hacía estas juergas de varios tíos en calcetines, de follar en calcetines quizá después de cenar también en calcetines, todos muy colegas en la mesa y en la habitación, que estas cosas por lo visto hay que hacerlas en grupo, como una viril melé de rugby. Me he acordado de Roldán, pero nadie aportó más a ese canon del putero del pueblo, del putero del progreso, que el socialismo andaluz, que aventaba coca y doraba putas en purpurina, igual que esas vacas que alguno podía asar con el dinero de los ERE, por ahí por esos puticlubs de palmeral de neón y pezón de guinda. A lo que va uno es a que este putiferio va teniendo escuela, tradición y uniformidad.
Esto va de la iconografía del poder y de la iconografía del paraíso, que en este caso para ellos se definen con eructos y putas"
Esos amorcillos socialistas, con servilleta de asador, con risa de pacharancito, con morros pringados de chistorra, con calzoncillo blanco de padre, con albornocito estrecho y abombado, como su nubecilla de retablo, yo creo que habría que sacarlos en procesión o algo, la Santa Cena socialista o así podría ser. Estoy por decir que ellos son los heraldos y cupidos del socialismo verdadero, el que al final llega a la calle, o sea que hacen más que el Gobierno, que la Moncloa y que sus estrellitas: hacen coro, hacen alabanza, hacen fe y hacen milagros. Esto no va de puritanismo, de si el socialista es más putero que el otro putero que aun va de profeta bíblico con las putas; ni va de hipocresía feminista, que no será peor la hipocresía del PSOE con la mujer que con el pobre o con el parado… Esto va de la iconografía del poder y de la iconografía del paraíso, que en este caso para ellos se definen con eructos y putas.
El socialista con poderío de güisquería y de pellizcos a las mozas es una proyección del poderío del pobre y del poderío de tu pueblo, que aún es ese poderío soñado de señor con perras en el mercado de ganado, en la taberna de altramuces o en la verbena de las solteras. Esto es así todavía, ni el feminismo del PSOE, que no pasa de unos ministerios todo biombos, ni el feminismo en España, que no pasa de una censura literaria, han acabado aún con la iconografía del dinero de labriego, de comerciante de telas o de ferrallista, esos tres o cuatro tipos eternos con los que parece que se hacen todos los negocios aquí. Los maestros, ya digo, son los socialistas andaluces, que se dieron cuenta de que el paraíso del pobre no era dejar de ser pobre, sino alardear entre los otros pobres, y la iconografía del poder no era el lujo, ni siquiera el control, sino la necesidad, que todo necesitara al partido.
El partido acumula poder acumulando agradecimiento y necesidad (ontológica), y el pueblo acumula agradecimiento que siente que debe devolver al partido
En los pueblos de los ERE nadie soñaba con el progreso ni con la abundancia, ni siquiera los propios socialistas. En los pueblos de los ERE se soñaba con el roneo y con la convidada, con la prosperidad falsa de una churrería y con el señorío en el dominó de la plaza y en las chatis de la discoteca, una discoteca única, monumental y universal como una catedral. Y es justo lo que los socialistas proporcionaban. En los ERE lo significativo no eran las putas, la coca ni los lujos jamoneros, esos lujos de pobrecito al fin y al cabo, ya digo, que se daban algunos. Lo significativo era que el pueblo se sentía en deuda con el partido y el partido se sentía agradecido con sus conseguidores y facilitadores. De eso se trata, de que al partido se acude para alcanzar el paraíso y el partido puede proporcionar ese paraíso, que es un paraíso de labriego de putas si eres un labriego putero, claro. De eso se trata, de que el partido acumula poder acumulando agradecimiento y necesidad (ontológica), y el pueblo acumula agradecimiento que siente que debe devolver al partido.
No hay ningún partido que se haya librado de la corrupción del dinero ni de la corrupción de la carne, que aún tienta a los patriarcas como en la Biblia. Pero ese socialista en camiseta de tirantes, esnifando sobre formica, bebiendo su cubata como en un cáliz de duralex, presumiendo de arroces y mulata, no es un sultán ni es un playboy ni es el millonario de 50 sombras de Grey, es sólo el tipo que hace lo que haría un currito si pudiera gastarse tres mil pavos en una noche, o sea gastárselo en judiones con oreja, güisquis con redorado de espejo quemado y señoritas con culo de tuerking y rozaduras de tanga como tatuajes egipcios. O sea, que no es putiferio sino democracia, no es vicio sino redistribución, y no es lujo sino desagravio. Quizá al PP le salen putiferios como monegascos, mientras que al PSOE le salen putiferios como segovianos, que es otra manera de estar con el pueblo.
La tradición no son las putas de palangana, ni la coca que termina en pelusa ombliguera, ni el dinero para asar las vacas o calentar culos fríos. Yo diría que la tradición consiste más bien en que el PSOE copia el paraíso sencillo de los humildes, esas cuentas interminables en los mesones, esa fiesta como con suecas con la que sigue soñando el españolito, y ese bienestar y ese alarde, escasos y provincianos, del que vende churros o quesos y ha acudido al partido benefactor y corrupto como el que antes acudía a la escopeta nacional de Berlanga. Todo este putiferio, por supuesto, no puede ser sofisticado, no puede ser elitista, no puede parecer que el socialista se folla a una sirena en un yate, sólo a una chica triste de Parla o de Medellín sobre el forro pelado de un colchón. Sin ser el Venusberg ni El jardín perfumado, esa habitación de hotel de las fotos del Caso Mediador venía a ser la alegoría de esa aspiración a la felicidad compartida entre el partido providente y el pueblo sencillo, agradecido y sólo al final estafado. Mientras no se descubre la estafa, claro, todos se sienten ganadores. Y así, con estos puteros del progreso, va avanzando España.
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