A mitad de septiembre de 2022, en plena escalada militar entre Armenia y Azerbaiyán, Nancy Pelosi viajó a Ereván, la capital armenia, para demostrar su compromiso con el Estado caucásico. No fue casualidad que fuera allí. Hacía pocos días que la presencia rusa había desaparecido de la zona fronteriza entre ambos estados, lo que se leyó como la demostración de que algo estaba pasando: Moscú no podía cumplir con el armisticio pactado de tener presencia rusa para evitar una mayor ofensiva azerí sobre las autoproclamadas repúblicas de Artsakh y Nagorno. En ese vacío provocado por Rusia, Armenia se llenó de banderas estadounidenses que veían la presencia de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes como el hecho que Estados Unidos apoyaba a Armenia y su integridad territorial.
Allí apareció Antony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, quien habló bilateralmente con Armenia y Azerbaiyán para restablecer el alto al fuego entre estos países. A principios de octubre, el jefe de la diplomacia de EEUU reunió a los ministros de Asuntos Exteriores armenio y azerí, y se celebró una cumbre trilateral de paz entre Estados Unidos, Armenia y Azerbaiyán. En ese momento se vio claramente que la influencia de Vladimir Putin en el Cáucaso Sur solamente quedaba reducida al gobierno georgiano. Sin embargo, la población georgiana quiere estar en la OTAN y la Unión Europea, mientras el gobierno no para de poner trabas, lo que es fuente constante de tensiones.
Si desde principios de año leemos la prensa uzbeka, nos encontramos continuamente con que la situación de los uzbekos que viven en Rusia, como también la de los tayikos, cada vez es peor, e incluso algunos que son contratados para ir al frente a construir trincheras o fortificaciones, raramente vuelven íntegros o se les paga su salario. Además, también nos encontramos con una vertebración regional y la preocupación de los diferentes gobiernos de Turkmenistán, Kazajstán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizistán, con el efecto de las sanciones a la economía rusa en sus respectivas economías.
Incluso en uno de los principales diarios uzbekos, Kun.Uz, un analista político, Kamoliddin Rabbimov, advertía de lo que significaba para Uzbekistán la invasión rusa de Ucrania. Primero, si Ucrania perdiera la guerra, sería un duro golpe para la independencia nacional de las repúblicas de Asia Central, y por otro, si Ucrania la ganase, significaría el fin del imperialismo ruso y la impunidad de aplastar y discriminar a uzbekos, tayikos y otras minorías.
Y poco después de publicarse este artículo llegó Antony Blinken a Kazajstán. El 28 de febrero empezaba la cumbre C5 + Estados Unidos. El secretario de Estado se reunió con los ministros de Exteriores de Turkmenistán, Tayikistán, Kirguizistán y con el país anfitrión, con el presidente de Kazajstán y su ministro de Exteriores. Con los representantes uzbekos no se reunió más allá de la reunión grupal porque el viaje continuaba a Tashkent.
Los principales asuntos que acordaron entre las cinco repúblicas de Asia Central y Estados Unidos fueron avanzar en la crisis climática, la seguridad, el crecimiento económico. Blinken se comprometió a hacer respetar y proteger la soberanía e integridad territorial de todos ellos. Además, se sumó un punto interesante, Estados Unidos ayudaría a mitigar los efectos económicos de las sanciones impuestas a Rusia.
El presidente uzbeko Shavkat Mirziyoyev y el secretario de Estado Antony Blinken se reunieron a la mañana siguiente en Tashkent. En esa reunión, Estados Unidos se comprometió a proteger la integridad territorial de Uzbekistán, como también prestar apoyo económico y político a las políticas reformistas emprendidas por el gobierno uzbeko. Como Blinken dijo en su cuenta de Twitter, las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Uzbekistán son más fuertes e importantes que nunca. De la misma manera que visitó el Khast-Imam, el centro histórico de Tashkent, donde se refirió a la importancia de la cultura como puente y también Estados Unidos apoya a Uzbekistán en la conservación del patrimonio histórico.
El poder de Rusia y su esfera de influencia han desaparecido más allá de sus fronteras en Europa y Asia Central"
Si la visita de Nancy Pelosi a Armenia se consideró una provocación por el rol ruso en la región y como aliado natural de Ereván, las reuniones bilaterales de Blinken con lo que siempre se ha considerado el patio trasero de Rusia, demuestran que el poder de Rusia y su esfera de influencia han desaparecido más allá de sus fronteras en Europa y Asia Central. El rol de China y de Turquía, y ahora sumado Estados Unidos, dibujan un horizonte interesante en la región. Las 48 horas de reuniones y viajes de Blinken fuerzan aun más una realidad, y en el principal programa de debate ruso dirigido por el presentador Vladimir Solovyov se comentó cómo Kazajstán está girando la espalda a Rusia, y con él el resto de la región. Ellos mismos se dan cuenta, incluso en el oficialismo, de que la invasión de Rusia los ha situado en un punto de ellos rodeados, y sin poderse fiar de ningún Estado vecino.
En conclusión, la visita de Blinken con los llamados C5, y la toma de decisiones bilaterales acordadas de profundizar más los lazos diplomáticos, como también el hecho disruptivo de que Estados Unidos se posicionara de manera concisa a favor de proteger la integridad y soberanía de todos ellos, los cuales algunos de ellos comparten frontera con Rusia, demuestra la situación de tensión y de amenaza inminente existente. Tendremos que seguir lo que vaya sucediendo en las antiguas capitales de la ruta de la Seda.
Guillem Pursals es doctorando en Derecho, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Puede leer aquí sus artículos en www.elindependiente.com
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