Cuando quedan apenas dos meses y medio para las elecciones del 28-M los grandes partidos se mueven ya en clave exclusivamente electoral.
Lo que ha ocurrido esta semana demuestra que en Moncloa ya no hay más criterio que el de ganar votos, o bien, perder los menos posibles. Tras el desastre de la votación en el Congreso sobre la reforma de la ley del sólo sí es sí y el subsiguiente bajón en la asistencia a la manifestación de Madrid en el día de la mujer, el presidente ordenó a su equipo cerrar página y recurrir a cualquier cosa que sirviera para ofrecer una cara más cohesionada y amable de un Gobierno de coalición que ha mostrado en los últimos días su rostro más desabrido. Primero, se intentó con la ley de Vivienda (desde el Gobierno se llegaron a filtrar algunos datos sobre un tentativo tope al alquiler), pero Podemos salió en seguida a desmentir que se estuviera a punto de firmar tal acuerdo. Luego, llegó la reforma de las pensiones. Aquí sí ha habido pacto, entre otras razones porque el ministro Escrivá ha cedido en las cuestiones clave a lo que pedían los ministros morados.
Pedro Sánchez cree que con ello se ha quitado presión mediática de encima (ya cada vez se habla menos del caso del 'Tito Berni'). Pero eso es sólo una ilusión óptica. Al final, van a ser las cotizaciones sociales, un impuesto a la creación de empleo, las que van a financiar un aumento del gasto en pensiones sin precedentes. En lugar de utilizar el alargamiento del periodo de cálculo para reducir la cuantía de la pensión, se da la opción de mantener los 25 años actuales o bien hacer el cálculo sobre 29 años eliminando los dos peores. Es decir, más gasto que antes. Y si a eso le añadimos la revalorización automática con arreglo del IPC... El incremento que se va a producir en las cotizaciones sociales para intentar amortiguar medidas que son puramente electorales va a frenar la creación de empleo, aunque Yolanda Díaz lo niegue por activa y por pasiva mientras mueve su melena al viento. La cuestión es si un país como España, con casi un 14% de paro, a la cabeza de la UE, se puede permitir el lujo de meterle una subida progresiva de caballo a las cotizaciones sociales.
Es seguro que los empresarios se van a negar a suscribir este dislate, y dudoso que Bruselas le dé su visto bueno cuando entre en la letra pequeña de lo que han pergeñado Escrivá y Yolanda Díaz, empujados por las urgencias de un presidente acosado.
Tanto PSOE como PP manejan encuestas que muestran que un 50% de los jóvenes entre 18 y 25 años podrían abstenerse en las elecciones municipales y autonómicas del 28-M
El debate político es cada vez más pobre y más sectario. En lugar de buscar en los grandes asuntos -como la sostenibilidad de las pensiones- acuerdos de Estado, el Gobierno sólo piensa en fórmulas que sumen para la coalición, en poner medidas que le permitan repetir el modelo Frankenstein, para lo cual es preciso no sufrir una derrota humillante el próximo 28 de mayo.
En Moncloa (el equipo del presidente es inasequible al desaliento) creen que todavía hay partido, que las encuestas que dan una clara ventaja al PP no son de fiar porque cada vez es mayor el número de personas que deciden su voto en los últimos días de la campaña (un 5% lo hace el mismo día de la votación). Y eso les da cierto margen a la esperanza, ya que ahora mismo hay un 30% de indecisos. "En dos meses y medio", afirma uno de los estrategas de Moncloa, "pueden cambiar muchas cosas... sobre todo teniendo en cuenta que nosotros manejamos el BOE".
Mientras, en Génova son más optimistas, aunque no quieren dar el partido por ganado. "Hay dos formas de perder: dar las elecciones por perdidas o darlas por ganadas", dice un hombre del equipo de Núñez Feijóo. En todo caso, los números que se manejan en el cuartel general de los populares darían ahora mismo una ventaja al PP de 20 escaños sobre la suma de los partidos que conforman el Gobierno de coalición.
Sin embargo, a mí, el dato que más me llama la atención, y en el que coinciden tanto los fontaneros del PSOE como los del PP, es que hay un 50% de jóvenes que aún no sabe a quién votar. Es más, que la mayoría de ese 50% seguramente ni siquiera votará. Eso significa que casi dos millones de jóvenes de entre 18 y 25 años se quedarán en casa porque ni el PSOE, ni el PP, ni Podemos, ni Vox, ni ningún otro partido les seduce lo suficiente como para acudir a las urnas el último domingo de mayo.
En teoría, esa desmovilización del voto joven a quien más perjudica es a los partidos de izquierda. De hecho, aunque en el PSOE dan por seguro un batacazo monumental de Podemos el 28-O, a los socialistas también les afectará directamente la desafección juvenil.
Es un fracaso de todos los partidos que la mitad de los jóvenes piense que la política no les ofrece hoy por hoy una solución a problemas como encontrar un trabajo estable o conseguir una vivienda a un precio asequible. Pero no todos tienen la misma responsabilidad.
La izquierda, después de cinco años de gobierno, ha fracasado estrepitosamente en ofrecer a los jóvenes un proyecto ilusionante. Recordemos que la moción de censura la ganó Sánchez con la promesa de regenerar la política. Muy al contrario. Durante su mandato, el presidente ha desacreditado las instituciones, ha cedido ante sus socios en cuestiones tan importantes como la modificación del Código Penal, o ha hecho una ley de libertad sexual que ha servido para rebajar penas o excarcelar a violadores. En fin, ha hecho todo lo que ha estado en su mano para mantenerse en el poder sin medir las consecuencias. El "escudo social" al que apela Sánchez como justificación última de su gobierno de coalición, ha servido sobre todo para disparar el empleo público, inflar el gasto y crear la ficción de que papá Estado puede arreglarlo todo.
Muchos de los jóvenes que llevaron a la izquierda en 2015 a gobernar la mayoría de los municipios y las autonomías, creen ahora que los que les animaron a asaltar los cielos son unos farsantes.
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