Lo aprendimos en el colegio y ya nunca lo olvidamos. El Sáhara formó parte del Estado español hasta noviembre de 1975, cuando desde Madrid se dio la orden de abandonar la que había sido la provincia número 53 de España desde 1958. En Canarias, como muchos y muchas de mi generación, vivimos con sorpresa y también con tristeza el desalojo del Sáhara Occidental por parte de miles de trabajadores y familias que habían buscado un futuro de prosperidad en esas vecinas tierras africanas. Muchas de estas personas eran canarios y canarias que encontraron en los saharauis a un pueblo amigo. Y con el tiempo se tejieron vínculos estrechos. Como dos pueblos hermanos.
Por reclamo de la ONU, España había anunciado en 1974 sus planes para conceder un mayor nivel de autonomía administrativa al pueblo saharaui y propuso un referéndum de independencia para el año siguiente. Pero el referendo nunca se llegó a celebrar y, en 1975, España se retiró de su antigua provincia. La respuesta de Marruecos está en los libros de historia. Con la movilización de la denominada marcha verde, 350.000 personas cruzaron la frontera y dio comienzo a una etapa de ocupación de facto de los territorios del Sáhara Occidental que sigue en vigor. De hecho, el mapa de Marruecos presente en instituciones y campañas turísticas nacionales incluye hoy el Sahara Occidental como “provincias del sur” del reino alauita.
Para los canarios el Sáhara no es pasado
En este conflicto no resuelto, el pueblo saharaui buscó primero su independencia y en febrero de 1976 autoproclamó la República Árabe Saharaui Democrática con el apoyo de Argelia, país que acogió a miles de sus refugiados en los campamentos de Tinduf. Tres años después, Mauritania, el otro país que había ocupado zonas del sur del Sáhara Occidental, abandonó el conflicto armado y puso fin a su reclamación territorial en 1979. Desde entonces, más de 150.000 personas sufren duras condiciones de vida en los campamentos saharauis en Argelia. Y cada año, también desde 1979, centenares de familias canarias acogen a niños y niñas saharauis en verano, cuando las condiciones de vida en la hamada son inhumanas, en la iniciativa de cooperación ‘Vacaciones en Paz’. Otro ejemplo de que para los canarios el Sáhara no es pasado.
Todos los gobiernos españoles han defendido siempre que cualquier solución al conflicto de Sáhara debe pasar, de forma ineludible, por la posición oficial de la ONU que, en esencia, reconoce el derecho de los saharauis a un proceso de autodeterminación. Así fue siempre y así había sido hasta ahora. Hasta el 14 de marzo de 2022, día en el que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comunicó por carta al rey de Marruecos que “España considera que la propuesta marroquí de autonomía presentada en 2007 como la base más seria, creíble y realista para la resolución de este diferendo” con el objetivo de abrir una “nueva relación”. “En este nuevo contexto”, avanzó el presidente al rey Mohamed VI, “tiene mi garantía de que España actuará con la absoluta transparencia que corresponde a un gran amigo y aliado. Os aseguro que España siempre cumplirá sus compromisos y su palabra”.
Como otros muchos actores políticos y sociales, en Coalición Canaria no comprendemos el giro impuesto por Pedro Sánchez en la posición histórica que los gobiernos de España han mantenido siempre en el conflicto del Sáhara Occidental. Transcurrido un año desde la carta al rey de Marruecos, carecemos aún de una explicación tangible sobre los motivos que amparan este movimiento del Gobierno de España para aceptar, sin ambages, que la única salida viable al conflicto es la aceptación, también sin cortapisas, de una autonomía limitada para el pueblo saharaui dentro del Reino de Marruecos. Una postura que es legítima, pero que no se corresponde con la posición tradicional de España ni mucho menos con el considerable apoyo social que tiene en nuestro país la independencia anhelada por el pueblo saharaui.
Un año después, carecemos aún de una explicación tangible sobre los motivos que amparan este movimiento del Gobierno de España para aceptar que la única salida viable al conflicto es la aceptación, sin cortapisas, de una autonomía limitada para el pueblo saharaui dentro del Reino de Marruecos
Ante este disenso y la petición de información por parte de casi todos los grupos parlamentarios, entre ellos varios que apoyan al Gobierno, como única explicación hemos escuchado al eurodiputado socialista canario decir que “si con Marruecos se tienen que tragar sapos, pues se tragan”.
Pero en Coalición nos preguntamos: ¿Por qué este cambio de posición respecto al Sáhara? ¿Por qué no se comunica y se debate en las Cortes con el resto de grupos parlamentarios? ¿Se negocian asuntos que tengan incidencia directa en Canarias como delimitación de espacios marítimos, prospecciones petrolíferas o de minerales y control de fronteras o gestión de flujos migratorios? Y, en esencia, ¿a cambio de qué se produce este giro unilateral español en el Sáhara?
¿A cambio de qué se produce este giro unilateral español en el Sáhara?
En Coalición Canaria seguiremos apostando por el trabajo político de construcción de una buena relación con el Reino de Marruecos. Un vínculo que debe estar basado en el reconocimiento mutuo de una óptima vecindad, siempre en una negociación leal y con la mayor transparencia posible.
Los nacionalistas canarios somos conscientes de la importancia de una buena vecindad con Marruecos, basada en los vínculos históricos y los intereses comunes presentes y futuros que unen a ambos pueblos. De ahí nuestro interés por lograr, más pronto que tarde, que Canarias esté representada en la mesa de diálogo de alto nivel entre los gobiernos de España y de Marruecos. Con el ánimo sincero de aportar ideas y proyectos que mejoren la calidad de vida de nuestros ciudadanos y ciudadanas, y el progreso de nuestros países.
Fernando Clavijo Batlle es senador por la Comunidad Autónoma
y candidato de Coalición Canaria a la Presidencia de Canarias.
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