En octubre de 2021 aterricé, con una pequeña delegación de cargos públicos y periodistas, en el aeropuerto de Tinduf, para ser desplazados hasta los campamentos refugiados saharauis en territorio argelino.
Intuía antes de ir que sería una de esas experiencias que dejan cicatrices, esas que no se van ni con la más puntera cirugía. Y todavía hoy siento el polvo del desierto en el lagrimal. Era octubre y era duro respirar, no quiero imaginar cómo será un medio día de agosto. Recorrimos los diversos campamentos, escuchamos mucho, nos emocionamos, nos sorprendió la entereza.
Aquella era la primera visita internacional desde antes del estallido de la Covid 19, esa pandemia mundial que, por cierto, "el GobiernoMás…" no mandó ni una sola vacuna para las miles de personas que sobreviven desde hace décadas en estos campamentos, donde la mayoría de la población en este duro exilio no ha conocido otra vida que ésta, entre infraviviendas de ladrillos arenosos, jaimas y agua super racionada.
La legalidad internacional siempre ha dejado claro que Marruecos no tiene ningún derecho sobre el Sáhara
Veníamos de las sucesivas victorias en los tribunales internacionales a los acuerdos pesqueros de la Unión Europea con Marruecos para esquilmar los recursos pesqueros robados al pueblo saharaui. Y que a pesar de ello, la UE insiste en recurrir y mantener este expolio, para que buena parte del pescado que puedes comprar hoy en supermercado de ese señor que financia a la FAES de Aznar, o en cualquier gran superficie, sea pesca robada a los saharauis que malviven a miles de quilómetros de su mar.
Valoraban mucho nuestra simbólica visita. Nos reunimos con Brahim Gali, completamente recuperado de la covid 19 que le dejó a un paso de desaparecer y de la que se salvó gracias a ser atendido de urgencia en Zaragoza, un hecho que le costó el cargo a la ministra de Asuntos Exteriores, porque a pesar de la nacionalidad española de éste, vimos los primeros pasos de hasta qué punto llegaba el espionaje del Pegasus, más que presuntamente, a cargo de Marruecos.
La población saharaui sabía que parte de su pulso vital estaba en la solidaridad internacional y, especialmente, de España como potencia administradora para la efectiva descolonización del Sáhara. Siempre han sentido el apoyo de buena parte de la ciudanía, pero nos dejaron claro que sentían mucho la traición que personificaban especialmente en Felipe González y Zapatero, presidentes bajo las siglas del PSOE que fueron los que más promesas hicieron a la causa y los que más asquerosamente les engañaron al llegar al poder para hacer justamente todo lo contrario de lo que prometieron.
En esos días de octubre de 2021, el Frente Polisario quería explicar al mundo que habían vuelto a las armas, después de años de alto el fuego, y llevó a periodistas al frente de guerra (a los políticos no nos dejó), a la zona del Sáhara Occidental controlada por ellos. Volvían los misiles hacia las bases y puntos militares marroquíes junto a la gran muralla de arena que divide la zona ocupada de la zona liberada. Marruecos contestaba con modernos drones que, a fecha de hoy, continúan masacrando a la población civil. Todo ello era una guerra silenciada, que no ocupaba ni ocupa ningún telediario ni columna de ningún periódico.
Volver a las armas era la estrategia después décadas de imposibilitar Marruecos el referéndum de autodeterminación que, para la ONU, era la solución definitiva del conflicto en los años 90 del siglo pasado. Desde entonces se han sucedido el envío de representantes de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO), que siempre ha terminado con el fracaso absoluto y el cambio de representantes.
La legalidad internacional siempre ha dejado claro que Marruecos no tiene ningún derecho sobre el Sáhara, pero la situación se ha venido bloqueando durante décadas y David continuaba ganando a Goliat en los tribunales internacionales ante una UE entregada al régimen marroquí. Después hemos visto los escándalos de hasta qué punto la corrupción venida de Qatar o Marruecos se ha imbricado en los altos estamentos europeos.
En marzo de 2022 llegó la enésima traición de un gobierno del PSOE, a pesar de tener el ejecutivo participado por Izquierda Unida y Podemos. Sánchez, sin ningún tipo de justificación califica “la propuesta de autonomía marroquí” como la “más seria, realista y creíble” para resolver “el conflicto”. O sea, una patada en la boca a la legalidad internacional.
Todo ello llega después de meses de tensiones con Marruecos jugando con las vidas de los migrantes tanto en las fronteras de las ciudades de Ceuta y Melilla o el flujo hacia Canarias.
Este cambio de guion, a traición, de manera injustificada, con todas las Cortes Generales en contra, era para, en teoría, establecer una nueva vecindad y dejar de sufrir el chantaje continuo con las migraciones. El primer episodio de esa nueva relación fue la masacre en el salto de Melilla, de la cual no sabremos nunca a cuantos subsaharianos se asesinó entre la gendarmería marroquí y las fuerzas españolas.
El primer episodio de esa nueva relación fue la masacre en el salto de Melilla, de la cual no sabremos nunca a cuantos subsaharianos se asesinó entre la gendarmería marroquí y las fuerzas españolas
Desde entonces, no hemos visto ningún avance. Las aduanas de las ciudades autónomas continúan cerradas por Marruecos, que juega con los tiempos y se dedica a humillar día sí día también al gobierno de España en cada gesto posible. Un Gobierno que cede a todo lo que se le pida a cambio de no sabemos qué. ¿Qué será lo próximo, la cesión espacio aéreo sobre el Sáhara Occidental?
No sé si algún día sabremos el porqué de tanta pleitesía, vergüenza y bochorno, de tanta falta de respeto a la legalidad internacional
Desde la traición de Sánchez estamos más mal en todos los frentes, y si no que se lo digan al sector cerámico que supone el 25% del PIB de mi provincia, al borde del colapso por el cierre del gas argelino.
No sé si algún día sabremos el porqué de tanta pleitesía, vergüenza y bochorno, de tanta falta de respeto a la legalidad internacional, de la traición a personas que todavía, muchos de ellos, tienen DNI español, pues lo fueron hasta que se les abandonó en 1975. Y así siguen.
Espero que, si algún día puedo sacudirme ese polvo del desierto que todavía llevo en la piel, sea en las playas atlánticas del Sáhara Occidental, entregadas a sus legítimos propietarios. Mientras, no abandonaremos en el Cámara Alta su causa, a pesar de un gobierno que en cada respuesta que nos da, nos falta al respeto.
Carles Mulet es senador de Compromís.
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