Vladimir Putin es un fugitivo buscado por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra. Hace tan solo algunas semanas, escribir algo así podía parecer una locura reservada a los mejores guionistas de las series del momento. Pero hay situaciones en las que, por desgracia, la realidad supera a la ficción.
Al comienzo de la invasión abierta de Ucrania por parte de Rusia, tan solo había un puñado de personas que se dignaban a compartir información certera desde el centro de lo que ocurría. No voy a citar a todos/as, pero entre ellos me gustaría destacar al periodista británico-libanés Oz Katerji, con cuyo “feed” de Twitter me solía despertar cada mañana de aquellos terribles primeros días de invasión.
“Kyiv sigue en pie, seguimos aquí”. La esperanza de quien vio su mundo derrumbarse varias veces, desde Oriente Medio hasta el mundo poscomunista y posoviético era contagiosa durante el peor de los momentos posibles, cuando parecía que todo estaba perdido. Pero Kiev resistió, resiste y resistirá.
Y con el paso del tiempo, ese grupo de valientes fue creciendo, mientras que, en las redes, sus comunidades se hacían cada vez mayores y su voz llegaba cada vez más lejos. No solo la voz de quienes seguimos y analizamos conflictos, de diplomáticos, de periodistas, de los politólogos o estudiantes de Relaciones Internacionales, sino la voz de personas que en principio nada tienen que ver con este mundo.
Por el otro lado hemos visto una contracorriente o contracultura formada por individuos que bebían de cada comunicado oficial de las embajadas rusas y de sus agencias “independientes”, de cuentas con cientos o decenas de miles de seguidores que se dedicaban a difundir bulos y grotescas deformaciones de la realidad al estilo de los espejos del Callejón del Gato de Valle-Inclán.
Hemos visto desde “noticias” traducidas con el traductor de Google, copiadas de sitios web de extrema derecha antisemita y difundidos por cuentas “de izquierdas”, seguidas por gurús de la geopolítica hasta manifestaciones contra la cuarentena en Países Bajos que alguien intenta hacer pasar por Polonia y gente protestando por supuestamente ser llevados a la guerra en Ucrania.
Un lado de las redes sociales ha tratado de advertir de la realidad, mientras que el otro ha tratado de disfrazarla con la que ya es probablemente la mayor operación de desinformación y propaganda de la historia de la humanidad. Mientras tanto, quienes tratan de encontrar un “equilibrio” en todo se resisten a pensar que unos puedan ser tan “buenos” y otros tan “malos”.
Se puede y se debe señalar todo crimen de guerra con la esperanza de que un día la justicia venza por completo a los considerandos geopolíticos
Pero hay situaciones en las que el equilibrio no tiene nada que ver y en las cuales hay actores que cometen actos tan atroces que remueven, o deberían remover, la conciencia colectiva de la humanidad. Y vamos a ser muy claros con algunos conceptos, la Corte Penal Internacional no es un órgano al servicio de EEUU, la OTAN o la UE y no es una institución occidental.
Que el tribunal se encuentre en La Haya principalmente obedece a que, por suerte, Europa Occidental ha aprendido la lección de no arrasarse a sí misma y de no cometer crímenes sobre su territorio, a un precio exorbitante y que nunca más se debe de volver a repetir. La CPI actúa con escrupuloso respeto al “derecho de la guerra” y solo actúa cuando los hechos son de tal gravedad que merecen su atención y/o afectan a toda la humanidad.
Quien se ha intoxicado con el lado oscuro de las redes y con sus prejuicios previos sobre los comportamientos de ciertas potencias, malamente puede llegar a comprender que lo que ha hecho Rusia en Ucrania, de lo cual la base para el mandato contra Putin es tan solo “un avance preliminar de interés para la opinión pública”, es de tal magnitud que no puede ser ignorado.
¿Se puede y se debe señalar todo crimen de guerra con la esperanza de que un día la justicia venza por completo a los considerandos geopolíticos? Absolutamente, y todo crimen de guerra debería ser enjuiciado y castigado en virtud de los hechos, pero algunos de ellos son tan atroces que remueven la conciencia colectiva de la humanidad y que no pueden ser ignorados.
Sin una derrota militar la rendición de cuentas de una gran potencia es nula
Han ocurrido violaciones de guerra, bombardeos de civiles, secuestros, ejecuciones extrajudiciales y otros tantos delitos tipificados en operaciones de la OTAN y de EEUU, y seguirán ocurriendo, puesto que la violencia es el alma de la guerra y cuando se tiene poder para quitar o destruir una vida, algunos individuos no dudarán en abusar de ese poder o de usarlo de tal forma que prefieran dañar a un inocente antes que arriesgar su vida.
Pero esos crímenes no han sido crímenes sistemáticos, sostenidos, dirigidos, aplaudidos, condecorados y alegremente comentados en tertulias televisivas. No, lo siento por quien quiera mantener una visión “equilibrada” ante todo conflicto armado. Los crímenes que Rusia, casi con total seguridad está cometiendo, son los más graves cometidos por una gran potencia desde 1945.
Crímenes ante los cuales sus negacionistas en redes son cómplices, en ocasiones conforme al derecho penal, como lo es en casi toda la UE, pero vergonzosamente no en EEUU, pero en todo caso ante esa conciencia colectiva ante la cual responderán por sus actos.
Y quienes de verdad crean en la justicia y en la responsabilidad de castigar, prevenir y reparar, en la medida de lo posible, los crímenes de guerra, deberían de clamar por una derrota decisiva de Rusia en el campo de batalla, puesto que como nos demuestra la historia, sin ella la rendición de cuentas de una gran potencia es nula.
Victor Vasilescu es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas, máster en Relaciones Internacionales-Estudios Africanos.
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