Ione Belarra ya sólo se levanta de su escaño azul, que es como una mecedora de calceta, para ir a la alcoba o a la nada. Es una viuda del Gobierno como una viuda de Ulises o de Serrat, y eso que el Gobierno asegura estar muy vivo y además ninguna de estas dos Penélopes era viuda. Ione Belarra se ha quedado en su escaño azul con tristeza de marido muerto, esa tristeza mal planchada de los viudos y viudas de Delibes (Lola Herrera y José Sacristán aún son geniales doblando o arrugando la ropa entre sus frases). O quizá la tristeza que se le ha quedado a Belarra no es de marido sino de gato muerto, esa tristeza inabarcable de las mujeres que son viudas de un gato. El caso es que a Belarra no la dejan salir en las ruedas de prensa gubernamentales, donde sólo habla ese PSOE de sonrisa de grapa, espeluznante como la de una marioneta, de Isabel Rodríguez. Así que Belarra, viuda de Gobierno y con luto de loro, se va a hacer vídeos por su cuenta, que es un consuelo desgarrador, como ponerse a ver telenovelas.
Podemos se ha hecho viejo, con sus ministras como hermanas de cupón de los ciegos y tarde de Juan y Medio, mientras que Yolanda Díaz es la chica nueva, que trae la izquierda renovada como la minifalda renovada
Ione Belarra, como Irene Montero, se han quedado de hermanas Gilda en esa bancada azul que ya es como un balconcito de verbena, se han quedado en esa otra viudez que es la solteronía porque Sánchez ya no quiere nada con ellas. Cualquiera diría que Sánchez se ha encaprichado con Yolanda Díaz como con una cerillera, pero la cosa es más seria, que a mí me parece que se casaron el otro día, en la moción de censura, delante de un Tamames como un cura con bonete y delante del dios balinés de la progresía (ella hasta iba de novia, de un purísimo blanco ateo, blanco caracola o blanco Yoko Ono). Quizá es que Sánchez tiene edadismo, que se dice ahora, o es un picaflor, que se ha dicho siempre. Podemos se ha hecho viejo, con sus ministras como hermanas de cupón de los ciegos y tarde de Juan y Medio, mientras que Yolanda Díaz es la chica nueva, que trae la izquierda renovada como la minifalda renovada. La izquierda y la minifalda son las de siempre, claro, pero siguen llamando la atención de los bobos o los babosos cuando se sacan en primavera y las piernas y los derechos parece que salen corriendo como ardillitas.
Podemos se ha hecho viejo entre su serrín y su alpiste revolucionarios, ya nadie compra esa cosa agresiva y rasposa, una cosa que es como aquel papel del culo del Elefante, todo nostalgia, rabia y sarpullido. Menos que nadie la compra Sánchez, que necesita picar en la flor virgen y se encuentra un nido seco y un vientre seco, como esas mujeres de nido seco y vientre seco de Delibes, otra vez (también en El camino salían dos hermanas del brazo de su luto interior, su luto de ropero o su luto de loro, como Belarra y Montero). Belarra y Montero son viudas en vida del marido, como la mujer repudiada de otros tiempos, repudiada por ese señorito de casino, galán de noche y ojal de nardo que es Sánchez. A Sánchez le sirvieron para el colchón de la Moncloa pero ahora incluso se avergüenza de ellas, no quiere que salgan en sus ruedas de prensa, hechas todas de femeninas sonrisas japonesas, que a mí me parece que Sánchez sigue pensando que en vez de Gobierno tiene harén o coro de geishas.
Las mujeres de Podemos, como troyanas de Pablo Iglesias, que también se ha quedado viejo y revenido, igual que Bertín Osborne o esos jamones suyos que parece que se han transformado con el tiempo en cabezas de toro; las mujeres de Podemos, decía, aún le sacan al señorito leyes y revoluciones como pestiños del horno o como ovillos de su costurerito. Pam aún se esfuerza más y saca su Satisfyer, o lo que sea, como un huevo de zurcir o como una máquina de coser antigua, negra, adornada y aceitosa; o saca eso de que las raíces cuadradas no le sirven para nada a la mujer, que es como decir que a la mujer le debe bastar el bordado de su feminismo o de su dedal de croché para el dedito. Pero es para nada, claro. La izquierda está en venta o está desnoviada, Podemos sólo parece una abuela que se mece con gatos en la falda y en la cabeza, o que se mece sin nada, sólo con la forma de una caricia huida en las manos, como manos de Pam. Y Sánchez ahí no puede galantear ni seducir. En realidad no es Yolanda la que se está inventando una nueva izquierda, sino Sánchez, que es quien más la necesita y quién está pagando esta boda con algo de boda de Sergio Ramos.
Ione Belarra, aún despeinada de los gatos que ya no tiene o de las banderas ministeriales que ya no la cepillan, tiene que hacer vídeos particulares, vídeos que son como conversaciones con el espejito o con la foto del relicario, y en los que llama al PSOE “espurio” como una abuela que llama a los chavales “pillastres”. Su ley de familias no es nada al lado de lo que hemos visto, esas leyes en las que se cambiaban el derecho y hasta la picha por un pin. Pero a Belarra ya no la quieren en las ruedas de prensa ni en las fotos de mises del Gobierno sanchista. Belarra y Montero se quedarán de gobernantas de fantasmas, de viudas de marino mercante y de cascarrabias con crujido de mecedora y dentadura, como lo es ya el mismo Iglesias.
Ione Belarra hace vídeos como rosarios entre dientes, Irene Montero resiste con la radicalidad y el casticismo como con la pañoleta de doña Rogelia, y yo creo que ya han asumido que sólo les quedará el camafeo, la amargura y Juan y Medio. Son cosas de la vida, de la política y del negocio. No hay mucha diferencia entre Podemos y Yolanda Díaz, salvo el colorete, pero el guapo de la plantación ya ha elegido, a ver qué pasa con la audiencia de este culebrón de las izquierdas. Por supuesto, Podemos debería romper con Sánchez, pero hace frío en la izquierda ahora. Más con esa rebequita de viuda de Belarra y de Montero, mientras que Yolanda lleva el zorro de la nueva, y hasta va a lucir mantilla en Semana Santa. El Domingo de Ramos, Yolanda va a salir como con toda la sevillanía de la izquierda en la cabeza, mientras que Belarra y Montero mojarán la dentadura postiza en el café con leche como una magdalenita o un churro astillado y rabioso de Proust.
Ione Belarra ya sólo se levanta de su escaño azul, que es como una mecedora de calceta, para ir a la alcoba o a la nada. Es una viuda del Gobierno como una viuda de Ulises o de Serrat, y eso que el Gobierno asegura estar muy vivo y además ninguna de estas dos Penélopes era viuda. Ione Belarra se ha quedado en su escaño azul con tristeza de marido muerto, esa tristeza mal planchada de los viudos y viudas de Delibes (Lola Herrera y José Sacristán aún son geniales doblando o arrugando la ropa entre sus frases). O quizá la tristeza que se le ha quedado a Belarra no es de marido sino de gato muerto, esa tristeza inabarcable de las mujeres que son viudas de un gato. El caso es que a Belarra no la dejan salir en las ruedas de prensa gubernamentales, donde sólo habla ese PSOE de sonrisa de grapa, espeluznante como la de una marioneta, de Isabel Rodríguez. Así que Belarra, viuda de Gobierno y con luto de loro, se va a hacer vídeos por su cuenta, que es un consuelo desgarrador, como ponerse a ver telenovelas.
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