La nacionalización del Canal de Suez por parte de Gamal Abdel Nasser el 26 de julio de 1956 marcó un punto de inflexión en lo que a los países árabes se refería. Ya no serían vistos más como excolonias, ni tampoco con menosprecio por parte de las antiguas metrópolis coloniales. Se evidenció un hecho que marcaría el desarrollo de las relaciones diplomáticas del mundo con los estados árabes: pueden ejercer actos de soberanía cuyas consecuencias son trascendetes para medio mundo. Otro ejemplo fue el embargo de 16 de octubre de 1973, cuando empezó la crisis del petróleo que dejó sin abasto occidente, como consecuencia de la Guerra del Yom Kippur.

Y esta semana ha sucedido un hecho igual de trascendente, y es la incorporación de Arabia Saudí en la Organización de Cooperación de Shanghái. El reino, el último Estado árabe en establecer relaciones diplomáticas con la República Popular, se ha ido convirtiendo desde los 2000 en un cada vez más importante socio regional de China, aunque sin ningún papel destacado hasta la guerra del Yemen. China facilitó armamento a Arabia Saudí para combatir a los Houthis, de la misma manera que inició un seguido de maniobras navales, como también acuerdos en la fabricación de drones y otros vehículos no tripulados. 

De la misma manera que Nasser en 1956, y que la OPEP en 1973, Arabia Saudí ha ejecutado un acto de soberanía. Gracias a los acuerdos tripartitos entre Irán, China y Arabia Saudí, la conexión ferroviaria entre el gigante asiático y la península arábiga parece tranquilo y seguro. De hecho, quien más sale ganando en estos acuerdos es Riad, que con la desaparición de la hostilidad al otro lado del Golfo Pérsico, puede dedicarse a la gran transformación económica sectorial que contempla el proyecto Saudi Vision 2030. Y es que de la mano de China puede desarrollarse sin problemas, pues la no-interferencia en asuntos internos es el gran punto a favor para cooperar que establece la República Popular desde 1955 y la Conferencia de Bandung. 

Además, hay dos hechos importantes en este aspecto. El primero es el poder blando que ejerce Arabia Saudí sobre cualquier Estado musulmán, pues no deja de ser la administración del reino la que regula las cuestiones religiosas como el Hajj, la peregrinación obligatoria de cualquier musulmán al Haram de la Meca, uno de los pilares del Islam. Y es Arabia Saudí el país que autoriza o no a que los peregrinos de uno u otro Estado puedan entrar, o no, en su territorio. Y por otro lado, la cuestión de las relaciones diplomáticas entre Pakistán y Arabia Saudí, consideradas las más importantes y trascendentes entre dos países musulmanes. Y es que el papel de China en Pakistán es vertebrador para la república islámica, y al mismo tiempo Arabia Saudí sirve de pauta para políticas económicas en muchos aspectos.

Desde el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018, en el consulado saudí de Estambul, que dañó seriamente las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y la Unión Europea con Arabia Saudí, el reino se ha ido desplazado hacia el este. Es lo que sucedió en Irak con la retirada estadounidense en la era Obama: las empresas energéticas chinas entraron en el país, y empezaron a comerciar con las autoridades iraquíes. Así, EEUU dejó de interesarse por Arabia Saudí y ese vacío lo ocupó. A muchas monarquías del Golfo Pérsico no les gustó que se expandiera la base estadounidense de Qatar. En 2017 se pudieron ver misiles chinos en el desfile nacional de Qatar, y al año siguiente Xi Jinping visitó Emiratos Árabes Unidos en 2018, donde se evidenció que China estaba presente en el Golfo Pérsico, y lo consideraba importante. 

Con el fin de las hostilidades entre Qatar y Arabia Saudí, donde medió Estados Unidos, ahora entre Arabia Saudí e Irán ha mediado China. No deja de ser importante este simbolismo. Quizás años atrás habría sido otro país árabe donde en ambos estados converjan intereses, como Irak, o quizás en una cumbre de la Organización para la Cooperación Islámica, o la ISESCO. Pero no, fue un acuerdo tripartito donde China también sale en la foto. De la misma manera que el ministro y consejero de Estado Wang Yi estaba presente en la cumbre de la OIC.

En un discurso hace un año propuso que China fuera un punto de encuentro entre todos los países que integraban la organización islámica. El restablecimiento de Siria en los círculos saudíes, como el recibimiento de Al Asad en Riad demuestran que se ha cerrado una etapa en el Mashriq que se abrió con las primaveras árabes, y se ha cerrado con la victoria de Al-Assad en Siria, un creciente peso de Irán en Irak, y una disminución del peso de Arabia Saudí en la región.

El giro de Arabia Saudí hacia la Organización de Cooperación de Shanghái solo es la consolidación de una perenne y creciente relación del Golfo Pérsico con China"

Riad sabe que solo puede recuperar peso a través de un Mashriq en paz, sin tensiones sociales, pues sus proyectos de aperturismo no pueden verse frustrados por un conflicto. Irán sabe que su futuro está vinculado al de Rusia por la cooperación en la guerra de Ucrania, y al mismo tiempo sabe que no puede jugar el frente del Líbano, Irak, el Pérsico, Siria, Israel, Azerbaiyán y Rusia al mismo tiempo. Y más con las crecientes protestas en el interior de sus fronteras, debe empezar a establecer preferencias, y con la victoria de Al Assad en Siria, calma el Golfo Pérsico e Irak. Y por su parte, China, después de superar el parón económico que trajeron las políticas COVID-0, necesita volver a conectarse con el mundo y reprender una de las tareas que tenía pendientes y quedó en el aire por la pandemia: el establecimiento de rutas comerciales desde África a China, cruzando Egipto, Arabia Saudí, Irak, etc. 

En conclusión, el giro de Arabia Saudí hacia la Organización de Cooperación de Shanghái solo es la consolidación de una perenne y creciente relación del Golfo Pérsico con China. Y al mismo tiempo, del interés de necesitar un socio que invierta, y al mismo tiempo que permita invertir en su país abriendo mercado. Que se establezcan factorías de Aramco en China es algo que no imaginábamos hace años, de la misma manera que Arabia Saudí, en un acto de soberanía, decida salir de la órbita de Estados Unidos, y se embarque en esta tercera vía entre Occidente y Rusia.

Como decía una canción árabe, tu voz es libre y árabe, sin ecos orientales, ni occidentales, y China no hace sonar su eco en el desierto saudí, solamente será un buen prestamista. 


Guillem Pursals es doctorando en Derecho, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Puede leer aquí sus artículos en www.elindependiente.com