Se le atribuye a Golda Meir la siguiente cita respecto a la percepción que
se pudiera tener sobre Israel en el mundo: “Si tengo que elegir entre
muerta y con recuerdo de pena, frente a viva pero con mala imagen,
prefiero seguir viva y con mala imagen”.
Meir fue Primera Ministra de Israel desde 1969 a 1974 y a ella le tocó
enfrentarse a cuestiones como la guerra del Yom Kippur, la matanza de
atletas israelíes en las Olimpiadas de Munich o la matanza en el
aeropuerto de Lod en Tel Aviv.
No era una época sencilla para Israel (¿cuándo lo ha sido?) pero desde
Ben Gurion a Netanyahu, los israelíes han demostrado osadía, verdadera
resiliencia y una capacidad inimitable de aprender de los errores.
Puede que no les haya dado una buena fama en el mundo, pero les ha
permitido mantener la tierra en un territorio en el que ninguno de sus
vecinos quiere que se queden.
Todo esto aderezado con cierta insolencia en el trato recíproco (chutzpah,
se llama) que trabaja por un constante desafío tanto del rival como del
compañero. Algo que, en las culturas de otros países, podría resultar
ofensivo.
Cuestión de sensibilidad, supongo.
La ofensa tiene un sujeto activo y un sujeto pasivo. El primero el que
ofende. El segundo el ofendido. Pero resulta que el ofendido también
puede existir sin el que ofende y tanta cultura de la emoción hace que,
hoy, el mensaje del ofendido pueda llegar más lejos que la ofensa…
aunque la ofensa, como tal, no exista.
Una opinión, una crítica, un comentario, el sarcasmo, la ironía o (ya…
para qué hablar) el cinismo, puede activar los terminales de la
sensibilidad que sólo saben ver la agresión, pero no la realidad.
Y esto es un problema, porque centrar la cuestión en cómo alguien
encaje la crítica y no qué revela la crítica en sí, hace que el motivo real se
pierda y que no se busque una solución, sino que se busque retribución o
compensación. Puede que venganza.
Sonará enrevesado, pero tan sólo es un cambio de eje y de esos cambios
de eje tenemos la actualidad llena.
Por ejemplo: la AIReF dice que la medición de desempleo por parte del Gobierno es incompleta porque no se miden los factores denominados “indicadores de infrautilización del trabajo” que han de tenerse en cuenta a la hora de analizar el mercado laboral.
Estos factores pueden enumerarse porque se agrupan en colectivos (sí,
muy posmoderno el término) como puedan ser los desanimados que son
aquellos que no buscan trabajo porque no lo van a encontrar o porque
están en proceso de ERE; están los inactivos, que no buscan trabajo por
otros motivos, pero que sí quieren trabajar; están los subempleados por
insuficiencia de horas, que están en jornada parcial porque no
encuentran un trabajo a jornada completa; finalmente están los
trabajadores en ERTE.
Estos colectivos se deberían sumar al paro que ya conocemos por las
cuentas oficiales y, todo ello, nos daría lo que se llama “paro efectivo”.
Si quieren añadan los 400.000 fijos discontinuos desocupados que, hasta
ahora, reconoce el Ministerio de Trabajo y, entonces, nos pondríamos en
los 4 millones de desempleados.
Esto no mejora la comparativa con Europa, porque seguiríamos estando
(aún más, claro) a la cola del empleo. Pero si ya en el último puesto,
Yolanda Díaz habla de "un mercado de trabajo [que] es más robusto,
estable y protege mejor el empleo en situaciones de crisis", prueben a
incluir esos indicadores de infrautilización del trabajo.
Tras hacerlo, prueben a cuestionar la realidad que transmite el Gobierno.
Pues se ha cuestionado. Lo hizo Alberto Núñez Feijóo, quien dijo que la
afirmación de la AIReF tenía un punto que era necesario considerar y que
era completar el cálculo con los colectivos que les he comentado arriba.
Y aquí es donde el hecho se sale del raíl hacia el lado de lo emotivo.
El Gobierno sabe, por la reducción de recaudación de IVA,
que los españoles están viendo que algo no funciona en sus economías y
que están gastando menos
Así que salió Isabel Rodríguez, Ministra Portavoz, para recriminar a
Alberto Núñez Feijóo. También salió el Ministro José Luís Escrivá a
llamar poco menos que iletrado al Presidente del Partido Popular.
Pero los hechos son los hechos y, pese a ellos, el Ministro presumía de los niveles de afiliación, cuando, a causa de la reforma, trabajar durante una hora un día computa como si hubieras trabajado el día completo (ojo, que
es un desfase de 7 horas por día trabajado).
Así que, de desfase en desfase, el Gobierno intenta provocar a la oposición
e intenta enzarzarlo en una conversación que no va a tener mayor
atención tras la segunda réplica.
Y ahí está el problema, porque dejar de prestar atención, es encajar un
gol. Dejar de prestar atención es no darse cuenta de que hay una nueva
forma de calcular el paro o el IPC, aunque el Gobierno siga dando los
datos en las mismas magnitudes de siempre, como si ese cálculo no
hubiera cambiado.
Pero hay más: el Gobierno sabe, por la reducción de recaudación de IVA,
que los españoles están viendo que algo no funciona en sus economías y
que están gastando menos.
Que sí, que tras Semana Santa habrá euforia, pero volverá a bajar el gasto
familiar para ahorrar de cara al verano. Tras el verano, nueva euforia
que se volverá a tomar como recuperación de la confianza, pero
septiembre, octubre y noviembre, de seguir la tendencia como está,
volverán ser escuetos y ahí podremos ya evaluar el año y comparar con la
serie histórica.
Y esto, lo que implica, es que no habrá crecimiento.
El caso es que el Gobierno se seguirá apoyando en viejas formas de
comunicar para nuevas formas de medir y, así, transmitir que, pese a lo
que explicado, todo va bien.
El Gobierno se apoyará en estos momentos de euforia y en seguir
diciendo que el empleo va bien, pese a que en 2022 sólo salió del paro un
2% del total de desempleados y los datos de hoy, los reales, apuntan a un
mercado de trabajo que es, de todo, menos robusto.
El Gobierno insistirá en el optimismo porque ni los "indicadores de
infrautilización del trabajo", ni los Fijos Discontinuos desocupados
computan como desempleados.
Finalmente, en precios, antes de que el recorte en la producción de crudo se haga sentir en los precios del combustible, ya se está celebrando que el IPC se contiene porque en marzo se ha situado en un 3,3%, cuando el salto de hace ahora un año ya fue de superior al 10%.
Los precios, por tanto no van a bajar; recuperar el poder adquisitivo
llegará vía subida de sueldos, que sólo llegará si se crece y, hasta que todo
esto cuadre, la economía se enfriará a causa de la caída del consumo.
Visto así, mostrar insolencia es, con mucho, un gran recurso.
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