Todos quieren ser la gente, Yolanda con su cestillo de gente en el brazo, como un cesto de setas, y Podemos con su vídeo lleno de gente, mucha gente para los cuatro que son Podemos. El partido vertical, vaticanista, con ayatolá flotante y salpicante como un cura con hisopo o con sobao; el partido con Sagrada Familia con aureolita obrera de santo perejilero pero catedral burguesa hasta el Cielo, el partido de las purgas fulminantes, de los dedazos gráciles o aplastadores que aparecían entre nubes y lápidas como un dedo de los Monty Python, ahora, en fin, resulta que es la gente. Es la gente después de haber sido sanedrín, casino, colegiata, cuadrilla, monarquía; y es la izquierda de siempre después de haber sido la izquierda nueva. Yo creo que es todo a la vez: son los modernos y los antiguos, los ortodoxos y los expulsados, los pragmáticos y los simbólicos. A Yolanda sólo la van a votar los fachas, que el nuevo / viejo Podemos lo tiene todo o nos tiene a todos.

La reinvención de Yolanda, yendo a las fuentes del pueblo a buscar al pueblo, como un Grial de botijo, ha sido un alarde de esfuerzo, paciencia y cavilación al lado de la reinvención de Podemos, o lo que sea este vídeo lleno de pueblo y mal de ojo, como nuestras películas de lindes. Me refiero a que Yolanda, después de estar mucho tiempo en la crisálida de su silencio y de su rincón, tejiéndose su blanco virginal como una colchita de ajuar, al menos se ha molestado en escenificar esa búsqueda, ese viaje del héroe de todos los mitos. Yolanda buscaba otra vez al pueblo, aunque ella ya sabía lo que iba a encontrar, o sea a ella misma en su propio cofrecito o cajita de música. Lo de Podemos, en cambio, ha sido más bien un campanazo de poder, de autoridad, de dogma, recordándonos, como nos recuerda el órgano de la iglesia, que ellos siempre han sido la izquierda, la verdad y el camino.

La izquierda no había que reunirla ni repartirla ni ponerla de acuerdo, bastaba con reclamarla para uno, que eso sí que es lo que ha pasado toda la puñetera vida

Lo de Yolanda era ir a buscar al pueblo en borriquito, con su cosa de mesías con sandalia y pedicura (pedicura de ángeles, imagina uno), para tejer una nueva alianza, un nuevo evangelio o una nueva colchita. Pero lo de Podemos ha sido llamar al pueblo a misa, a la izquierda a misa, al currante a misa, igual que llamaba al currante a misa la señora marquesa o la monja con sopa y sopapo. Todo el vídeo es un ir llamando al rebaño que se les ha ido perdiendo en la tentación, en el naipe, en el liberalismo de botellín, en las ganas de comer sin bendición y de vivir sin sonsonete de versículo y martillito. Llama al jubilado, llama al currante, llama a la mujer, como si los llamara a ocupar su sitio en el arca, y además los llama diciéndoles que Podemos está en ellos, que Podemos está en todo, como está Dios en todo y en todos, igual en el rico que en el pobre, en el afortunado y en el desgraciado, en Vallecas y en Galapagar, en el obrero y en el obispo. Podemos, como Dios, eres tú. Y son ellos, claro, antes que nada.

Yolanda buscaba su nueva izquierda como Dorothy buscaba Kansas, chocando zapatitos. Pero eso ya me parece dejarse lascas de uñas, como lascas de hacha de leñador, comparado con la comodonería de Podemos. Podemos, un partido (o más bien una sociedad limitada o familiar, como una casa de comidas) que no tiene ni 10 años, ahora parecen los corintios o los levitas de la izquierda, con una tradición romana de sus césares y una tradición bíblica de sus pelucas cortadas. Ni el viejo PCE con su bandera de fragua y cine mudo, ni Izquierda Unida que intenta arrastrar su pesado arcón de las izquierdas desde el felipismo; nada de eso es ya izquierda, sino Ibex y cloacas y Ferreras y Ana Rosa y la OTAN, que estos héroes de Podemos están contra la OTAN, no contra Putin. Sólo queda Podemos, con su tradición de dos telediarios, dos ministerios, varios cadáveres, varias deserciones, varias idioteces y varias locuras, que ahora reclama su antiguo señorío sobre las clases, sobre los abuelos, sobre las mujeres, sobre los rebeldes, sobre los valientes, sobre los pobres, sobre Roures, todo a la vez. 

Todos quieren ser la gente, pero Yolanda al menos fingió buscar a esa gente, como un Principito que se va a buscar la esencia o el absurdo de las cosas o del ser humano. Podemos se limita a llamar a la gente como con campanilla, como se llama al mayordomo que te trae el huevo pasado por agua tan modesto y tan clasista. Podemos reclama el pueblo, lo atrae diciéndole que no hay diferencia entre el rebaño y los pastores, y que todos son hijos suyos, como hijos de Dios. La misma existencia de Montero y Belarra la justifica el vídeo por la existencia previa del jubilado, del trans y hasta del tibio, y de eso se trata, por supuesto, que sin menesterosos no hay gracia y sin pecadores no hay redentor. El pueblo les inspira y ellos lo guían, que así están dispuestas las cosas desde el principio de los tiempos. El video hasta suena a pueblo, a videoclub de Aquí no hay quien viva, con la voz de su actor Daniel Guzmán.

Todos quieren ser la gente, pero algunos ya lo son desde siempre, de “toda la puñetera vida”, como dice el vídeo, y lo serán también para siempre. La izquierda no había que reunirla ni repartirla ni ponerla de acuerdo, bastaba con reclamarla para uno, que eso sí que es lo que ha pasado toda la puñetera vida. A mí me ha parecido hasta tierno el vídeo, que parecía de misiones o de We are the world. Todos somos Podemos, o Podemos es todos nosotros. No había que buscar ni hacer nada más, era sencillísimo. Después de esta llamada, les votará ese currante que no les vota ni en Vallecas (ahora sólo les vota el pijo o el funcionario con hilo musical de cantautor). Les votará hasta la feminista que se ha quedado sin feminismo por el calvario menstrual de las mujeres con pene. Bastarán las ganas de repetir el coro y la melancolía de toda esa puñetera vida.

El vídeo, poéticamente, comienza apelando a esa gente que nunca ha tenido cargo ni ha cobrado por hacer política, pero que protesta y cree. Les piden el voto los que sí tienen cargo, sueldo y fama por la política pero seguramente ya no creen en nada salvo en la propia credulidad. Son a la vez los puristas y los transgresores, los rebeldes y el poder ensimismado e inútil, los elitistas y los folclóricos, los indios y la caballería. Sí, les pide el voto el partido vertical, vaticanista, que era una cama redonda y un gurú con chanclas y pistolas, pero que ahora es, de nuevo, la gente y la izquierda. Y lo que haga falta.

Todos quieren ser la gente, Yolanda con su cestillo de gente en el brazo, como un cesto de setas, y Podemos con su vídeo lleno de gente, mucha gente para los cuatro que son Podemos. El partido vertical, vaticanista, con ayatolá flotante y salpicante como un cura con hisopo o con sobao; el partido con Sagrada Familia con aureolita obrera de santo perejilero pero catedral burguesa hasta el Cielo, el partido de las purgas fulminantes, de los dedazos gráciles o aplastadores que aparecían entre nubes y lápidas como un dedo de los Monty Python, ahora, en fin, resulta que es la gente. Es la gente después de haber sido sanedrín, casino, colegiata, cuadrilla, monarquía; y es la izquierda de siempre después de haber sido la izquierda nueva. Yo creo que es todo a la vez: son los modernos y los antiguos, los ortodoxos y los expulsados, los pragmáticos y los simbólicos. A Yolanda sólo la van a votar los fachas, que el nuevo / viejo Podemos lo tiene todo o nos tiene a todos.

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