El Antiguo Testamento, tanto como el Corán, son libros alrededor de los cuales se han desarrollado religiones. Reconozco mi ignorancia respecto al Corán, pero la Biblia la he leído alguna que otra vez: entera, en libros sueltos y, también, abriendo aleatoriamente.
Porque si hay tres mentiras repetidas con frecuencia en la vida son: haber leído la Biblia, haber leído El Quijote y haber visto El Padrino (creo que esto ya lo hemos hablado).
Si algo une al Corán y el Antiguo Testamento es que son dos códigos de supervivencia para pueblos en un entorno (hagan su elección y no son excluyentes) árido, hostil, desértico o bastante riesgoso. En ellos se asentaron y desarrollaron pueblos que, de haber seguido las indicaciones del cabecilla de turno, posiblemente no hubieran llegado a ningún sitio.
Qué comida debe alimentarte, qué prendas deben vestirte o qué disposición deben tener tus cosechas, no sólo son formas de respeto a Dios, sino una guía de sustento y permanencia en la tierra en la que se decidió dejar de ser nómada.
En definitiva son libros que buscaban la trascendencia del alma, pero al tiempo la supervivencia del pueblo.
He estado viendo con el tema de Ferrovial una serie de comportamientos que me han llamado la atención, en especial los comportamientos del Gobierno
… pero además son libros que establecieron una ley. Unas normas de respeto para la convivencia y que, de incumplirse, desembocarían en castigos.
Digo esto porque he estado viendo con el tema de Ferrovial una serie de comportamientos que me han llamado la atención, en especial los comportamientos del Gobierno. Pareciera que buscaran inducir miedo en la empresa y en sus accionistas a través de una vía tan poco legítima como cándida.
Porque si la amenaza es fea, la amenaza por parte de un Gobierno lo es dos veces, ya que disponen de medios coercitivos para hacer cumplir la ley, pero, claro, ahí radica el meollo: tiene que haber una ley y que un miembro del Gobierno emita una amenaza o una advertencia, no lo hace automáticamente ley. Al menos no en un sistema como el nuestro.
Así que aquello del secretario de Estado de Economía, Gonzalo García Andrés, de Nadia Calviño, María Jesús Montero o el propio Pedro Sánchez hablando de posibles penas o determinando quién es un patriota y quién no… creo que excede con mucho las facultades que les otorgan sus respectivos cargos.
De hecho el Ministro Félix Bolaños subió un escalón más y reivindicó guía moral afirmando que a los accionistas de Ferrovial se les ha de decir la verdad. Quiso sacar partido de una imagen y es la del particular que está en su casa, habla con su agente del banco y le pide comprar… ¿qué? ¿3.000€ en acciones? Quiso aterrizar la iconografía a un pequeño inversor con el que no se está contando, no por defender a ese inversor, sino por identificar a Ferrovial con la imagen de una apisonadora (irónico, ¿verdad?)
La imagen es tan evocadora como… no falsa, pero sí idílica. Porque la capitalización de Ferrovial es de €19.600 millones, así que el inversor del Ministro Bolaños daría para 6,5 millones de accionistas. Pero la realidad de esta empresa, de cualquier empresa, es bastante distinta.
En Ferrovial Rafael del Pino tiene un 20% de la compañía, su hermana María un 8,2% y el fondo TCI un 6,5%. Encima el fondo soberano Norges Bank, que se oponía a la fusión, se unió finalmente al bando del sí y el resultado final sumó más de un 90% de apoyos a la fusión y, con ello, el traslado de la sede a Países Bajos.
Por lo tanto, me cuesta creer que Félix Bolaños no entienda que enfrente tiene gente bien informada. De hecho muy bien informada.
Pero es que esto no va del accionista de 3.000€, ¿verdad?
¿Qué está pasando en España para que una empresa de casi 20.000 millones de euros de capitalización decida cambiar de país su sede?
El Ministro quiere que esa referencia, que esa imagen sea creíble porque argumenta a su favor de que el Gobierno lo que quiere es proteger, pero, de lo que de verdad va, es de que el Gobierno, tras 5 años en el poder, enfrenta una crisis de confianza justo en puertas de su estreno como Presidencia de turno de la UE.
Que una empresa como Ferrovial cambie su sede y, encima, que la cambie por absorción de otra empresa, manda un mensaje claro: hay sitios mejores desde donde desarrollar negocio.
Por tanto, ¿qué está pasando en España para que una empresa de casi 20.000 millones de euros de capitalización (y que con la decisión ha visto cómo sus acciones ganaban valor) decida cambiar de país su sede?
Es claro que si es una cuestión de falta de confianza hacia las políticas del Gobierno o hacia su legislación empresarial, Ferrovial se está comportando con mucha altura, porque no ha mencionado esa falta de confianza una de las motivaciones, aunque el Gobierno insista en sus ataques a la directiva.
Esto no tiene pinta de terminar esta semana, puede que ni para Ferrovial. El Gobierno puede insistir en la amenaza con la aplicación de una ley que han de estudiar aún y que, de salirle bien la amenaza, le metería una inyección de ingresos importante… y con lo que es este Gobierno para recaudar, lo mismo hasta le compensa el traslado.
Pero entiendo que, igual que bien informados, Ferrovial tiene buenos abogados que ya le han explicado riesgos y ventajas. No me extrañaría que ya estuvieran preparando la argumentación.
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