Irene Montero ha vuelto a levantar el dedo con rayo, el puñito con martillo y yunque, la lanza feminista con larga cabellera ganada como un vibrador de Pam. Lo ha hecho contra el PSOE, contra la reforma del ‘sólo sí es sí’, contra sus socios, contra su jefe, contra su Gobierno, contra la lógica, contra el Derecho, contra Yolanda o contra todos ellos, que ya no sabe uno contra quién se levanta el que se levanta. Están ahora todos contra todos, Podemos contra Sánchez, Podemos contra Yolanda, Sánchez contra Podemos, Yolanda contra Podemos, Yolanda contra Sánchez, y hasta Sánchez contra Yolanda, que no le gustó que le dijera a Évole que tiene comportamientos machistas “como casi todos”, una manera de quitarse de encima a todos sus mentores, de Iglesias a Sánchez, usando la fría podadera de la criba genética. O sea, que Irene Montero se ha levantado con el dedo tieso, como se levanta la suegra de su sofá amusgado, con sonido de esparadrapo, pero tiene uno que mirar muy bien contra quién. La guerra es total, la confusión es total, y esto ocurre en el Gobierno, no en un after ni en un cártel.
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