No es el primer 'show', ni será el último. Juan Carlos de Borbón y Borbón, el que fuera jefe del Estado durante treinta y nueve años y padre del actual monarca, Felipe VI, se encuentra desde el pasado miércoles 19 de abril en la localidad pontevedresa de Sanxenxo. Allí, gracias a la hospitalidad que le brinda su amigo Pedro Campos y los agasajos de sus amigos, que le quedan y no pocos, el actual Rey Emérito parece divertirse, no tanto disfrutando de su pasión por los deportes náuticos sino también provocando los recelos del gobierno, que suficientes problemas tiene ya y un cierto y lógico 'cabreo' en el Palacio de la Zarzuela, desde donde su hijo, el Rey Felipe VI, contempla impotente cómo poco puede hacer al respecto de las idas y venidas de su padre desde su exilio árabe y ‘dorado’. 

Sin duda, don Felipe, nunca pudo llegar a imaginarse, antes de la abdicación que se produjo en 2014, que don Juan Carlos llegaría a convertirse en un 'ex' incontrolable. Lo cierto es que así ha sido. Casi una década después de aquel hito histórico y tras un largo proceso, político, institucional y legal, que hemos recordado en mil ocasiones, de vez en cuando, España parece tener 'dos reyes'... no de Derecho, obviamente, pero sí de hecho. Y como no podía ser de otra forma en la sociedad mediática en la que vivimos, las nubes de fotógrafos, cámaras y periodistas han vuelto a reproducirse en estas tranquilas tierras gallegas, muy acostumbradas al turismo, aunque algo menos a ser territorio del papel couché

¿Show must go on?

Lo peor de todo es que este espectáculo no va a parar aquí. Don Juan Carlos ha anunciado ya, a través de su círculo más cercano -que incluye a periodistas afines y muy conocidos- que tiene intención de volver, en lo que resta de 2023, al menos en dos ocasiones. Le gusta al ex monarca el deporte de la vela, y quiere entrenar, salvando su provecta edad, para disputar la Copa del Mundo de veleros 6mR que tendrá lugar a finales del mes de agosto. Como verán, empeño y cierto humor no le faltan al abuelo de la actual Princesa de Asturias. 

Todo queda sometido a una permanente que es impropia de un país como España

En anteriores artículos, firmados por mí en los últimos años, he ido recorriendo las distintas etapas del proceloso camino recorrido por don Juan Carlos con respecto a sus circunstancias fiscales, incluso a su vida privada. No repetiré por tantos hechos que son ya conocidos e iré, desde un punto de vista muy personal, al que a mí entender es el principal problema de este ‘tremendo 'enredo'… porque afecta nada menos que a la más alta Institución del Estado. 

No existe una regulación, clara o difusa, acerca de cuáles deben ser las reglas del juego que acoten las funciones, y por tanto el comportamiento, al que debe ceñirse en sus últimos años de vida quien fuera designado en 1969 por el dictador Francisco Franco sucesor 'a título de Rey'. NO EXISTE. Todo queda sometido a una permanente improvisación que es impropia de un país como España. 

Si hace un año, en su primera visita desde su polémica salida del territorio nacional, se entrevistó en La Zarzuela con su hijo, en esta ocasión no lo hará. Don Juan Carlos ha llegado, por otra parte, en un vistoso avión privado, algo no muy corriente en un 'ciudadano de infantería', con el lógico aparataje de seguridad y otras cuestiones, sin ostentar ya autoridad alguna en el Estado español. Su voluntad expresada de 'pasar inadvertido' y moverse con discreción, es obviamente un mal chiste. 

Todo caótico, caprichoso, siempre improvisado... no es serio

Su propio paso por Londres, de dónde venía el pasado miércoles, se ha desarrollado conforme a una agenda reglada sino más bien caótica, más propia de un millonario algo excéntrico que de un exjefe de Estado; cenó con amigos en el exclusivo Club 'Oswalds', acudió al fútbol a presenciar el encuentro entre el Chelsea y el Real Madrid, faltaría más que no pudiera hacerlo y lo hizo, en compañía de Florentino Pérez, pero su intención era también la de entrevistarse de manera no oficial sino privada con el Rey Carlos III, conversación que finalmente no se produjo. 

Ha habido que calcular también que su presencia coincidiera con la campaña electoral

Todo resulta raro en sus idas y venidas; en su primera visita a Galicia fue recibido por su hija, la Infanta Elena. En esta ocasión no ha sido así. Ha habido que calcular también que su presencia, ¡es lo que nos hubiera faltado!, coincidiera con la campaña electoral que tendrá lugar en la segunda quincena de mayo hasta la fecha de la convocatoria a las urnas del domingo, día 28. 

Es evidente que, como ciudadano libre que es, sin causas pendientes con la justicia desde sus sucesivas regularizaciones fiscales negociadas con la AEAT y bajo la atenta supervisión de la Fiscalía, puede entrar y salir del país que le dé la gana. Eludo, conscientemente, referirme, como sí he hecho alguna vez, al espinoso asunto de su decisión de residenciarse fiscalmente en Abu Dabi. Se ajusta a la ley, de modo que punto final. Las valoraciones patrióticas, éticas o morales, se las dejo a ustedes, amables lectores. 

¡Urge un Pacto de Estado! ¡Y una 'Ley de la Corona'!

El problema es que don Juan Carlos ya no es 'nadie', en el sentido de que no ostenta cargo alguno ni es ya jefe de Estado o de Gobierno, pero tampoco es 'un ciudadano cualquiera'. Y sus decisiones afectan, vaya si afectan, a los responsables gubernativos del país que rigió 39 años y por supuesto a su hijo, actual Rey. Por todo esto, es urgentísimo un gran Pacto de Estado en torno a este asunto; un histórico acuerdo entre TODAS las fuerzas políticas, también las republicanas -que por algo están en el ejecutivo- que lejos de anuncios electoralistas, como el protagonizado hace una semana por Alberto Núñez Feijóo, definan el terreno de juego. 

Comentó Feijóo, por si no lo recuerdan, que su primera decisión si llegaba a la Presidencia será la de devolver la dignidad al Rey Emérito, incluso en todo lo relativo a sus honras fúnebres cuando se produzca el doloroso momento del óbito de quien es ya un anciano. ¡Es impensable que vuelvan a producirse escenas bochornosas como alguna conmemoración oficial, con toda su pompa y boato, en el Congreso de los Diputados donde los expresidentes del Gobierno tenían un lugar en el que sentarse y para don Juan Carlos hubo que habilitar un sillón... porque no se sabía qué hacer con él!

Plásmesé legalmente y después llámese como se llame: 'Ley de la Corona' o como quieran, pero puesto que la Constitución fue deliberadamente difusa en aquella España convulsa de 1978 en cuanto al marco y las funciones de entonces recién estrenado monarca, y de quienes le sucedieran, es tiempo sobrado ya de definirlo. ¡Qué han pasado ya casi 45 años! 

No es el primer 'show', ni será el último. Juan Carlos de Borbón y Borbón, el que fuera jefe del Estado durante treinta y nueve años y padre del actual monarca, Felipe VI, se encuentra desde el pasado miércoles 19 de abril en la localidad pontevedresa de Sanxenxo. Allí, gracias a la hospitalidad que le brinda su amigo Pedro Campos y los agasajos de sus amigos, que le quedan y no pocos, el actual Rey Emérito parece divertirse, no tanto disfrutando de su pasión por los deportes náuticos sino también provocando los recelos del gobierno, que suficientes problemas tiene ya y un cierto y lógico 'cabreo' en el Palacio de la Zarzuela, desde donde su hijo, el Rey Felipe VI, contempla impotente cómo poco puede hacer al respecto de las idas y venidas de su padre desde su exilio árabe y ‘dorado’. 

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