Félix Bolaños es la sombra de Pedro Sánchez como el tricornio es la sombra del guardia civil, incluso aunque el guardia no lleve tricornio. Bolaños, ciprés de la Moncloa, cura con enagüillas del sanchismo, doña enlutada con huevo de zurcir los calcetines del presidente, ya no necesita que lo inviten a los sitios porque, si no va Sánchez, va él, o sea va su sombra, un poco sombra de campanario y un poco sombra de Mortadelo. A Bolaños no lo había invitado nadie pero se ha autoinvitado él al acto del Dos de Mayo, que Madrid celebra con una especie de matanza protocolaria que es como otra matanza de mamelucos. Allí en la Puerta del Sol, en la Casa de Correos, convertida en casita de cuco de Ayuso, se hace una cosa entre velada goyesca, ronda castiza y lanceo político que está muy solicitada por la socialité y la politiqué, y que deja muchos huérfanos y agraviados cuando no los llaman. Bolaños era uno de ellos, una decepción insoportable después de no poder oficiar lo de Primo de Rivera, que yo creo que él se había comprado ya las gafas del CSI y la sotana conmemorativa, como de año Jacobeo.
Sánchez ya no sale a la calle a menos que le preparen el guion de La jungla de cristal contra petanquistas de cadera y dentadura de madera, o de Tienes un email con librera de libro y gato, así que Bolaños se está acostumbrando a hacerlo todo. Bolaños tiene que salir a la luz del día, con su eterno luto a deshora, de joven esposa de luto, a hacer como de poste o póster del presidente, y eso termina haciéndote creer también presidencial, como se termina creyendo presidencial el chófer de Moncloa, un poco almirante de los chóferes. Sánchez, quizá porque evita el sol o quizá porque evita a Ayuso, no fue el año pasado al acto y envió a Bolaños como un botones con ramo o bombonera. Esto, en la Casa de Correos, parece que lo consideraron un feo, y este Dos de Mayo no se ha cursado la invitación al botones, sino a la ministra Isabel Rodríguez. A Bolaños, sin embargo, con su presidencialidad de alquiler como un chaqué de alquiler, esto le ha dado igual y ya ha mandado preguntar cuál va a ser su sitio, como lo preguntaría una suegra pasivo-agresiva en una comunión.
Yo estoy viendo aquí la mano enguantada de Miguel Ángel Rodríguez, cambiando las tarjetas y las mesas, sentando a suegras con nueras, a feministas con toreros y a dobles de Sánchez con otros dobles de Sánchez
Ya se habla de un posible problema de protocolo, que a mí me parece una cucada, una exquisita manera de llevar la batalla entre Sánchez y Ayuso como al ballet. Yo estoy viendo aquí la mano enguantada de Miguel Ángel Rodríguez, cambiando las tarjetas y las mesas, sentando a suegras con nueras, a feministas con toreros, a poetas con periodistas deportivos y a dobles de Sánchez con otros dobles de Sánchez. Es una manera de que se oiga, en día tan propicio, la cañonería de la resistencia madrileña, en guerra política, cultural y lúdica. Lo de Bolaños yo creo que lo hace la Comunidad de Madrid para sembrar discordia y celos entre los ministros, como lo hace entre marquesas, prebostes o intelectualones de canapé y servilleta torera cuando no los invitan al besamanos o a la medalla. La invitada oficial, Isabel Rodríguez, no es la sombra sino la voz de Sánchez, como si al presidente lo doblara la actriz que hacía de Espinete. O sea que lo mismo con este inocente agravio empieza una guerra por ver qué ministro de guardarropa termina representando mejor la ausencia de Sánchez, en los sitios y en las explicaciones.
Con estos problemas de protocolo, o estas oportunidades que da el protocolo, no descarto ver a Bolaños en una sillita baja, en la esquina, como Peter Sellers en El guateque. Estamos en campaña y no hay nada inocente, ni siquiera estos eventos goyescos o complutenses que pueden terminar con un orfeón condecorado o con un manteo también goyesco o complutense del rival político. Lo mismo vemos a Bolaños en una sillita baja o lo mismo lo vemos expulsado por una especie de Guardia Suiza ayuser, que no existe pero yo creo que le quedaría bien, más ahí dentro de esa casita de cuco. Lo mismo no pasa nada y Bolaños va, y se queda allí, como siempre, enlutando el día, enguantando los silencios y luego moviendo unos cuantos minutos las manos, como si dirigiera la Marcha Radetzky del sanchismo ante un público sin entusiasmo, ese españolito que mira el Concierto de Año Nuevo todavía con sueño, resaca y frío de su Nochevieja con campanadas de bingo y bendición de Tío Pepe en la Puerta del Sol. Pase lo que pase, nadie estará pensando en Bolaños, sino en la ausencia de Sánchez.
Bolaños se autoinvita, ansioso; Isabel Rodríguez se aparta, rápida y complaciente, y yo creo que Moncloa está torpeando porque hay en todo esto demasiado interés en el desinterés y demasiada presencia en la ausencia. La ausencia de Sánchez se está haciendo gigantesca y sospechosa, y no se refiere uno a estas cucañas municipales ni al té con pastas y reloj de cuco de Ayuso, sino a la ausencia de Sánchez en la gobernanza. Sánchez ya sólo sale para prometer cosas que no hizo en cinco años, que es, de nuevo, llamar la atención sobre la ausencia, ausencia de hechos en este caso. Bolaños sale a la luz del día con su charol de gala o de luto indistinguibles, a sustituir al presidente, y es como si fuera el bolsito de Soraya de Sánchez, más una confesión que un disimulo. A veces es mejor dejar el hueco sin más, y que la gente no empiece a sustituirte mentalmente por una sombra de carillón, de paraguas, de mayordomo o de bulto de equipaje o de colchón.
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