Después de veinte años en el poder, es posible que Recep Tayip Erdogan pierda las elecciones generales del día 14 de mayo. Primero como primer ministro, después como presidente de la República, con una reforma constitucional en 2017 que cambió el sistema de parlamentario a presidencialista, dotándose de poderes ejecutivos, hasta hoy. Más allá de la cuestión de la política doméstica y su gestión de gobierno, la política diplomática que ha seguido es posible que continue inalterable después de su paso.

Para comprender la política diplomática turca hemos de entender que hay tres conceptos fundamentales: panturquismo, turanismo y neootomanismo. El panturquismo es aquel movimiento político que busca la unión de todos los pueblos túrquicos, y la mayor integración entre ellos. Se busca pues, una unidad política y cultural entre todos aquellos pueblos túrquicos, de la misma forma que existe el paneuropeísmo y el panarabismo.

El turanismo va más allá, busca la unión no solamente de todos los pueblos túrquicos, sino también aquellos que vienen y son descendientes de las tribus de Turán, una región de Asia Central donde surgieron según sus teóricos los húngaros, fineses, mongoles, tunguses, estonios, japoneses, coreanos y ryukyuenses. Y después aparece el neootomanismo, que es una doctrina política que surge con el presidente Kenan Evren, y es aquella que tiene como finalidad que Turquía siga teniendo un papel relevante en el espacio que ocupó en su máximo apogeo el Imperio Otomano. 

Turquía ha ganado influencia en los Balcanes por debajo del Danubio, la antigua zona de control otomana. A través de la defensa y apoyo económico, cultural y religioso de los diferentes estados musulmanes primero, y después de cuestiones que le han permitido tener presencia política definida como el apoyo a Kosovo, Bosnia y Herzegovina, Macedonia del Norte y Albania para entrar en la OTAN, y después en la Unión Europea. Erdogan ha conseguido que exista un área de influencia turca en Europa. El fortalecimiento de los lazos incluso religiosos entre el financiamiento de mezquitas y su restauración en los estados citados, como también que se desplacen clérigos turcos y que dependan del Diyanet, el Directorio para los Asuntos Religiosos

Erdogan ha recuperado la política de financiar mezquitas para que la diáspora se sienta conectada con Turquía

Este hecho ha tenido un papel importante en la diáspora turca, y es que alrededor del mundo hay turcos, y Erdogan ha recuperado la política de financiar mezquitas, que se inició en 1983, para que la diáspora se sienta conectada a Turquía. No es un hecho baladí, pues consolida la comunidad turca, la organiza y al mismo tiempo tiene una influencia en la política del país donde exista la misma. Un ejemplo de la influencia del Diyanet lo hemos visto en Alemania, Francia, Estados Unidos, entre otros países alrededor del mundo. Quizás esto es lo único que cambie pues es una de las políticas troncales de Erdogan, y la oposición teóricamente es laica, por lo que veremos que sucede al respecto. 

Y por otro lado el factor pantúrquico. Más allá de la presencia militar turca en el norte de Siria e Irak, la vertebración de los Estados túrquicos ha sido trascendente. Y actualmente lo es más debido al aislacionismo de Rusia. Kazajstán, Uzbekistán, Tadjikistan, Kirguistán, Azerbaiyán, Hungría y Turquía están consolidando una alianza estratégica a nivel económico y político, y cada vez se avanza más en la integración para que haya menos dificultades burocráticas para viajar o comerciar entre ellos.

La idea de que pueda existir una unión de los estados túrquicos como existe una Unión Europea o una Comunidad Andina a largo plazo puede ser una realidad. Y en este caso Turquía es el principal actor político, económico y religioso de toda la comunidad de Estados túrquicos.

Si el factor de la influencia turca en los estados balcánicos no se revertirá, menos lo hará el factor de relación mutua entre las repúblicas túrquicas de Asia Central. Quizás cambie la retórica en ambos casos, pero los hechos serán los mismos en muchos aspectos, y es que la consolidación de un modelo diplomático que ha dado muy buenos resultados a la república turca no está en entredicho. Es más, salvo si se debe avanzar hacia la Unión Europea o no, condiciona más el factor de política doméstica por las reformas sociales y políticas que se deberían llevar a cabo internamente, que no por una cuestión de agenda diplomática.

La oposición ha brindado el apoyo constante a la intervención turca en el norte de Irak, en el norte de Siria, en la lucha contra el PKK y las YPG, como también en el papel de la inversión pública en Defensa. Hay discrepancias sobre si Turquía debe o no exportar esta como hace actualmente, que incluso hay acuerdos de fabricación fuera de las fronteras turcas, pero no más allá.

La política de Erdogan ha ido en la dirección neootomana y pantúrquica, y por lo tanto ha roto con la tradición kemalista que defiende que Turquía debe ser un estado aislacionista en muchos aspectos, y que su área política se limita a las fronteras, y sin un área de influencia como tal para no interferir en los países vecinos. Pero los resultados han sido positivos para la república, y es por esto por el que si gana la oposición kemalista, es muy probable que no haya cambios en política exterior. 


Guillem Pursals es doctorando en Derecho, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Puede leer aquí sus artículos en www.elindependiente.com