El área de servicio camionera, en la explanada de Arrastre, se antoja más grande este año con Mediapro que con Movistar. Posiblemente sea la misma extensión de siempre, y ese inmenso ruedo vacío que delimitan las barreras amarillas se agranda como efecto óptico en estos días previos, inminentes, de la Feria.
Nunca que uno recuerde habían abierto la Feria dos de las principales figuras, como El Juli y Roca Rey.
Nunca antes que uno recuerde llegaba la segunda tarde el genio del momento, Morante de la Puebla, para muchos ya el mejor torero de esta época.
Para estas corridas del miércoles 10 y jueves 11 de mayo se ha puesto ya lógicamente el cartel de No hay billetes (sólo quedan algunas con servicio VIP, que excuso detallar la cosa).
Que Mediapro sustituya a Movistar, que Roca Rey toree en la primera de feria y que Morante lo haga en la segunda son tres novedades brutales. Tan brutales, que a lo mejor no pasa nada, y listo.
Pero la gente quiere rabo, eso es indudable.
Los grupos de WhatsApp de aficionados y aprendices están que arden. La ecuación es sencilla, y pasa por las presuntas ausencias de miembros del sector duro del 7. A menos exigencias allí y más gin-tonics en los nueve tendidos restantes, rabo a la vista.
En las entrevistas posteriores al tsunami, Morantito, que habla poco y lento y bajo, viene a advertirnos que no nos vengamos arriba, que aquello estuvo muy bien pero que ya; que las caras de la gente, que los balcones, que Curro Romero, que si Paula y su guasita, pero que no nos vengamos arriba.
"Me han invitado a Morante", me dicen. Y ya está. La gente quiere rabo.
En Sevilla ya se alude a todo lo que rodea a aquel memorable 26 de abril como la tarde del rabo de Morante, el presidente del rabo, los quites del rabo, la estocada del rabo, la Puerta del Príncipe del rabo, la corbata del rabo, y no seguimos.
Hasta qué punto Madrid quiera importar lo del rabo de Sevilla tiempo tendremos de verlo. Cuando una plaza ruge como Las Ventas, no se puede predecir el alcance. Pero desde Palomo Linares al toro de Atanasio en la feria de 1972, nadie ha paseado aquí los máximos trofeos. Como mucho, la excitación en las conversaciones posteriores de una tarde mayúscula de José Tomás, al que "hubieran pedido el rabo".
Donde ya no se podrá pedir es en Casa Toribio (antiguo New Street). Por el momento, el principal ausente de la Feria de este año -quien circunscriba la Feria al ruedo no sabe lo que es Madrid en mayo- es el tabernero de Cardenal Belluga, el de la exclusiva de los rabos (rabo de toro, como escribimos aquí preñados por el entusiasmo morantista), y su mujer, Mari Carmen, que los cocinaba.
"Llevamos 28 años con el rabo de lidia, pero he salido muy quemado, me he rebotado y he dicho: ya lo cierro", le confesó Toribio Anta a Ruth Díaz en Gran Madrid el 30 de junio pasado, y ese día, al atardecer, sirvió el último gin-tonic, el mejor del barrio.
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