Los abuelos podrán ir al cine por dos euros, aunque ya no pongan a Marisol ni a Spencer Tracy, sólo superhéroes de paquetón y muñequitos de miga de pan en 3D. Dice Pedro Sánchez, huyendo ya de su nombre y fama, como hacen sus barones con él, que “no es felipismo, zapaterismo ni sanchismo, se llama socialismo”. Pero este socialismo suyo, después de los grandes proyectos modernizadores y civilizatorios de la marca, se ha quedado en socialismo de dos euros, socialismo de la calderilla y el piquillo, del fondo del monedero semicircular del abuelo, con céntimos y pictolines, que cuando buscaba en él sonaba como una reolina, palabra que ya no conocen ni los abuelos. Las campañas se notan que van mal cuando apenas puedes vender lo que has hecho, sólo lo que vas a hacer, y más cuando lo que vas a hacer, como lo poco que has hecho, se resume en una acumulación atropellada de piñatas para abuelos, para pobres o para chavales con el pavo entre las piernas, en dinero del Gobierno como un dinero de canalón, que eso no es política sino regadío de votos como de cebollas.
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