La televisión de entretenimiento en España en ocasiones ha cruzado barreras que van más allá del código penal y a menudo superan el buen gusto. Se confunde divertir con acosar, entretener con prejuzgar y se termina alimentándo nuestra mitad oscura, haciendo peor a los ciudadanos del país al que se dice servir de divertimento. Pepe Navarro lo hizo en sus programas nocturnos cuando transformó el asesinato de las niñas de Alcàsser en un espectáculo de vísceras, huesos y conspiraciones sin pruebas. Javier Sardá, sin cruzar esa barrera, transformó sus crónicas en un desfile de personajes más dignos del peor tugurio de la parte baja de las Ramblas que de un programa de televisión con presupuesto millonario. En aquellos tiempos, igual que en el día de hoy, tiene más posibilidades de aparecer en televisión una prostituta que un premio Nóbel. Pero 'Sálvame' supero a los programas mencionados, llegó a ofrecer que los telespectadores se convirtieran en paparazzi grabando con su móvil a famosos y enviándoles los videos a cambio de unas monedas. Sálvame muchas veces estuvo al borde del precipicio, jugó con la ley y lo hizo con el beneplácito de un Presidente del Gobierno y una Ministra.
El programa que ahora termina se nutrió con lo peor del ser humano, hasta sus colaboradores sabían que ocupar una de sus sillas tenía un precio, que un día fuesen ellos la carnaza que se lanzaría a las fieras de sus compañeros colaboradores. Esto desquició a muchos de los que por ahí pasaron y no pudieron soportarlo. A menudo las demandas que recibía el programa las compensaba la dirección de la cadena ofreciendo, a cambio de retirarlas, una colaboración en otro programa o un programa propio en el caso de que la demanda fuese de muchos millones. Un trueque que la mayoría aceptaban. Pero esta era la parte más honesta, todos sabían qué íbamos a ver cuando lo sintonizábamos, celos, envidias, traiciones, infidelidades, odio… lo de cada día.
No había tribunal que pudiese con 'Sávame'. Aunque finalmente el mayor de todos los jueces, la audiencia, les ha dado la espalda
Lo peor vino luego, cuando la audiencia empezó a abandonarles tras más de una década en antena y tuvieron que reinventarse. Pasaron de ser un programa de televisión a una prolongación del Palacio de la Moncloa. Su presentador decía a quién había que votar en cada convocatoria electoral, en 2014 con el Toro de la Vega se atrevió a decir que nunca más votaría al PSOE y el propio Pedro Sánchez le llamó a su teléfono a los pocos minutos, sin saber que forma parte de las artimañas del programa difundir en antena las conversaciones privadas, como así fue. Pero el entonces candidato no se quejó de la trampa que le urdieron, Sánchez recabó apoyos de la opinión pública y 'Sálvame' telespectadores.
En sus últimos años la operación policial Deluxe descubrió mucho más, que las exigencias de la dirección del programa a los colaboradores era tal, que se pudieron cometer acciones ilegales para conseguir llevar nueva basura cada día al plató sobre algún famoso o colaborador del programa. Según la sentencia se espiaron datos privados de más de 140 famosos pero no se pudo demostrar que hubo cohecho, es decir que La Fábrica de la Tele, productora del programa, pagara a cambio de saltarse la ley para conseguir esos datos privados.
Sin embargo sí hubo un caso que lanzó por los aires todas las normas y leyes vigentes, penales y televisivas, el juicio paralelo a Rocío Carrasco en el que se acusó públicamente de maltratador a su ex marido sin sentencia judicial alguna que lo probara. En este juicio paralelo y televisado, sin abogado defensor ni control de la verdad, participó la Ministra de Igualdad Irene Montero. Hoy todavía la ex directora y presentadora de 'Sálvame', Carlota Corredera, participa activamente en los mítines de Podemos.
Sobraron diez años de emisión para no haber contaminado tantas mentes de españoles
Esta televisión de entretenimiento dejó de divertir para sentenciar, señaló quienes eran culpables e inocentes de delitos penales, erigiéndose en juez y parte. No había tribunal que pudiese con ellos. Aunque finalmente el mayor de todos los jueces, la audiencia, les ha dado la espalda tras hacerlo muchos anunciantes.
Descanse en paz Sálvame, al que le sobraron diez años de emisión para no haber contaminado tantas mentes de españoles, y adiós al pequeño dictador de Badalona que ahora apoya públicamente a Yolanda Díaz para las generales, creyéndose todavía con algún poder sobre la audiencia. Él siempre quiere ir con el caballo ganador.
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