La estrategia de Bildu era más que evidente sólo con mirar el grado de multiplicación de los actos de exhorto al terrorismo de ETA de los últimos meses.

No es casualidad que esos actos se hayan multiplicado, como explica Carlos Frías en su información de hoy. Un trabajo que ha vuelto a realizar la Asociación de Víctimas COVITE en su división del Observatorio de Radicalización. Estos trabajos debería hacerlos el Estado, pero los hace una Asociación privada, aunque tenga ayudas públicas.

Lo que evidencian esos actos de exaltación del terrorismo de ETA es que estaban dando un paso más en el ascenso final de unos asesinos a las listas de las elecciones municipales y a las de las Diputaciones vascas, que no son como las del resto de España sino que tienen un auténtico poder autónomo para la fiscalidad de las tres provincias del País Vasco.

La estrategia de colocar a los asesinos de ETA en las listas electorales supone la normalización de la violencia ejercida en el pasado

Esta estrategia de colocar a los asesinos de ETA en las listas electorales debe interpretarse como la normalización de la violencia ejercida en el pasado, porque el conflicto continúa, aunque ahora se busque por la vía pacífica lo que no lograse por la violenta. Yo no descartaría que volvieran a una determinada forma de violencia como la que todavía ejercen tratando de silenciar a quienes protestan en el País Vasco por sus actos.

El trabajo de COVITE les ha estropeado la estrategia que tenían muy pensada, porque ha obligado al presidente del Gobierno Pedro Sánchez y a sus ministros socialistas –los otros van en la dirección que les marca su líder natural, Pablo Iglesias– a desmarcarse de la inclusión de las listas de Bildu de asesinos condenados a pesar de que al principio del escándalo dieron la callada por respuesta. Pero la indignación ciudadana alcanzó unos límites tales que el propio presidente tuvo que decir en el curso de su visita a Washington que aquello sería "legal pero no era decente".

A partir de ahí todos sus ministros rompieron a hablar. Y a partir de que el PSOE ha hablado, a Arnaldo Otegi no le interesa ya mantener a esos asesinos en posición de combate, sino que ha decidido hacerles decir que renunciarán a sus puestos de concejales si son elegidos, ya que las listas están cerradas y no se pueden modificar a estas alturas.

Pero yo recelo de esa retirada, sobre todo en las Diputaciones, habida cuenta de que Bildu cuenta ahora mismo con el doble de apoyo del que contaba Herri Batasuna llevando a ex presos en sus listas. Ese fenómeno es un fracaso del PNV, que ha venido gobernando en el País Vasco desde el comienzo de la Transición con el paréntesis de Patxi López apoyado por el PP.

Un fracaso del que ya es tarde para lamentarse, porque han sido jóvenes educados en la ambigüedad eterna del PNV, cuando no en la teoría de que unos agitan el árbol y otros recogen las nueces, teoría de la que fue autor el ya fallecido presidente del Partido Nacionalista Vasco, Xavier Arzalluz.

Ahora tendrán que administrar el hecho de que, en estas elecciones de mayo, Bildu esté casi a la par que los candidatos del PNV. Y veremos en las próximas elecciones vascas quién gana.

Pero el mayor problema es que Pedro Sánchez ha reiterado ayer mismo que piensa contar con el apoyo de Bildu para las próximas leyes sociales que el Ejecutivo vaya a aprobar. Por lo tanto, la presión para evitar la unión del PSOE con Bildu se ha saldado con un evidente fracaso. Podrían llegar días en que el PSOE acabe apoyando a un lehendakari como Arnaldo Otegi. Pero para asistir a eso, que asistiremos si Pedro Sánchez sigue en La Moncloa una legislatura más, hay tiempo todavía.

Lo importante, de momento, son las elecciones del 28 de mayo, tras las que los asesinos de ETA, pero sólo los asesinos, no los condenados por terrorismo, que no han dicho nada, han asegurado que no recogerán su acta de concejal, si es que resultan elegidos. Lo veremos.