He pensado en Ayuso mirando mi esquelético proyecto de árbol de aguacate, que parece como los dos pelos de Filemón ahí en el patio interior vacío, anublado, apenas un desagüe de sombras, aguas y calcetines de vecinas con pie de bebé. A ver si Ayuso alegra mi patio, y hasta a mis vecinos, que me homenajean muy pobremente arrojándome por la ventana zurrapas, colillas, manoplas y bolsas de plástico con un misterioso palo dentro, como un proyecto pretecnológico de arma o canoa. Me refiero a lo de las plantas de Ayuso, llenar los edificios de Madrid de plantas, que a lo mejor eso no arregla el cambio climático pero a mí me arregla el patio, que ahora es como un centrifugado de briznas, pinzas de tender y calcetines desparejados que viajaron en el tiempo, todo bajo la presidencia incongruente y aborigen de mi pequeño aguacate, algo así como el dios maya del patio. Desde luego, Ayuso va por libre, tiene su propia agenda como tiene su propia cerveza, y ya no me refiero a tener su propia estrategia con Bildu sino a tener su propia burbuja climática o su propia burbuja electoral, que ella solventa castizamente con macetas de balcón, como una violetera de macetas.
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