Lo que tanto me temía desde el inicio de la campaña electoral ha acabado sucediendo. Una vez más, y no es novedad, una banda terrorista que ya no existe ha acabado por convertirse en el arma arrojadiza favorita entre las distintas formaciones políticas en liza. Unos partidos que malgastan su tiempo discutiendo acerca de si Bildu debe o no llevar en sus listas a candidatos que pertenecieron a ETA, en vez de hablar de los problemas reales de los ciudadanos: desempleo, sanidad, educación o respeto a los derechos de colectivos que siguen siendo objeto del odio de muchos y de la indiferencia de no pocas administraciones públicas. ¡Qué pereza!
No negaré que la inclusión de 44 candidatos que en su día fueron condenados por pertenencia a ETA en algunas listas electorales, por parte de un partido, que ha colaborado parlamentariamente en reiteradas ocasiones con el gobierno de Pedro Sánchez, es toda una provocación. Dicho esto, tampoco puedo pasar por alto el hecho de que, desde el punto y hora en que Bildu es una formación legal y siempre y cuando las personas a las que nos referimos hayan cumplido sus cuentas con la justicia, poco más puede hacerse. Sed lex, dura lex, reza el aforismo latino, y guste o no, así debe ser para todos. La posición gubernamental, algo dubitativa en las primeras horas tras la calculada amplificación de la noticia por parte de algunos medios, ha sido nítida: "Es legal, pero no es decente". Si me lo permiten, yo sugeriría construir la frase incluso de esta otra manera: "Es legal, aunque no sea decente". Personalmente considero impresentable que unos asesinos se presenten en unas listas electorales.
Tan es así que, salvo el brindis al sol de Vox, la formación que preside Santiago Abascal, que ha instado, una vez más, a la ilegalización de Bildu, ni siquiera el PP -a excepción de Ayuso- se ha extremado en una estéril discusión condenada a darse de bruces con el Código Penal y la propia Ley de Partidos. Zanjado antes de empezar el debate legal, los candidatos han entrado en el vidrioso terreno de juego de la ética; y aquí se ha abierto la barra libre.
¿No habíamos dado por sentado que ETA ya no existe?
En los últimos días, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha acusado reiteradamente al gobierno de tratar de desviar la atención con este asunto de todas las maneras posibles. Es posible, en pura táctica electoral, al igual que cualquier formación lo hace tratando de alejar el foco de asuntos que le resultan incómodos. Hay que recordar, sin embargo, al PP que atacar a una formación, como el PSOE, doce de cuyos miembros han caído asesinados en las últimas cuatro décadas por las balas asesinas o por las bombas de ETA, resulta, cuanto menos, muy osado.
Este mismo argumento es aplicable para afear algunas declaraciones de candidatos socialistas que, en los últimos días, han gritado a los cuatro vientos que "al PP le viene bien ETA". A su discurso político, imagino que se refieren. Hombre, habida cuenta del número de concejales populares que perdieron la vida asesinados por la banda, resulta algo mezquino políticamente. Bastaría traer a este artículo tan sólo algunos nombres de mártires de uno y otro partido: la memoria de Enrique Casas, Francisco Tomás y Valiente, Ernest Lluch, Fernando Buesa, Juan María Jáuregui, Fernando Múgica, Isaías Carrasco, Froilán Elespe o Joseba Pagazaurtundúa, de entre las filas socialistas, o de Gregorio Ordóñez, Miguel Ángel Blanco, Manuel Zamarreño, Alberto Jiménez Becerril y su esposa Ascensión, Tomás Caballero, por el lado del Partido Popular, deberían ser suficientes para incitar a todos a un camino de mayor cordura política y altura moral.
‘¡Y tú más…! ¡Qué cansancio!
¿Que el PSOE se ha apoyado en esta última legislatura en el Congreso de los Diputados en Bildu para sacar adelante determinados proyectos de ley o convalidar algunos decretos? Es evidente. ¿Acaso no han coincidido en muchas ocasiones en el sentido de su voto, tanto en el Parlamento Vasco como en la Cámara Baja, Bildu y el PP? ¡Seriedad, señores, por favor! Serían deseables menores tentaciones de recurrir a los más bajos instintos o a incendiar las vísceras de los electores y mayores dosis de respeto a la ciudadanía.
Me aburre volver a escuchar, desde la derecha, lo "bien" que le viene a Pedro Sánchez el apoyo de Bildu o las veces que distintos gobiernos socialistas han negociado en el pasado con ETA, como me hastía recordar los tiempos en los que el PP negociaba en Suiza con la misma banda terrorista, a cuyo entorno, el mismísimo José María Aznar López, bajo cuyo vehículo colocaron una bomba que estuvo a punto de acabar con su vida, se refirió como el ‘Movimiento de Liberación Nacional Vasco’… ¡en 1998! ¿De verdad no hemos aprendido nada?
Ni siquiera tengo el mayor interés en discernir, a estas alturas, si la jugada de Bildu ha sido una estrategia calculada para dejar en posición desairada a los socialistas y coger vuelo de cara a su ‘parroquia’ o no, habida cuenta de que, a los dos días del estallido del escándalo, los siete candidatos que sufrieron condena por delitos de sangre se comprometieron, a través de un comunicado de la coalición, a renunciar a su acta una vez conseguida. Recuérdese que una vez cerradas las listas ya no es posible excluirles, y sus propios abogados recomendaron esta fórmula. Soy un firme convencido de que, al parado, a quien tiene problemas porque su hipoteca ha subido durante el último año 250 euros de media mensual, o a quien se encuentra en una lista de espera para una operación quirúrgica desde hace meses, estas escenificaciones de demagogia política le irritan cada vez más.
Tal vez la posición más sensata en toda esta zafia polémica, y creo que no es la primera vez que miro hacia su bancada en busca de una cierta cordura, haya sido la del PNV: que cada uno haga su campaña y aparte de su lado las tentaciones de utilizar las entradas a las espinillas del rival. ¡Con la cantidad de problemas que tienen ante sí los ciudadanos!
¿De verdad importa a la gente estar, permanentemente, mirando hacia atrás con ira y desperdiciando un tiempo precioso para afrontar los problemas reales de España, de sus comunidades y de sus municipios? ¡Creo que no! ¡Señores políticos, basta ya!
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