Pedro Sánchez acaba de encontrar dinero e inspiración para mejorar la Sanidad, que él se encuentra estas cosas igual que canicas, botones o rimas, cualquier sábado por ahí, por la campaña, por el desván o por el prado. Por allí por donde estaba enterrada o escondida la vivienda, como un tesoro fenicio, y el agua para nuestra sequía, también como agua fenicia, muy ferruginosa, parece que estaba igualmente la solución o el cáliz de oro de la Sanidad.
Le ha vuelto a costar a nuestro presidente, que yo no sé si es que se limita a esperar la suerte, a que le venga la idea o el millonaje como el aguacero, o es que lo suyo es hacer una lenta arqueología política con cepillito y monóculo, desenterrar los fondos y las soluciones como si tuviera que desenterrar pirámides con una cucharilla de café. Cinco años se ha llevado cavando con la cucharilla, como un preso de la Moncloa, como un preso de Dumas en la Moncloa, y ahora ya lo vemos por los mítines como el conde de Montecristo, con la camisola aleteando de revancha o de locura.
580 millones para mejorar la atención primaria y 38’5 para salud mental, un dinero que viene todavía con su sabor a palo mojado o su tacto de arena o de musgo, como dinero pirata o precolombino. Sánchez está encontrando ahora todos los misterios, todos los millones o toda la voluntad que no había encontrado hasta ahora. Sí, porque uno cree que más difícil que sacar el dinero de la deuda, o de las cuentas como de costurera de María Jesús Montero, es encontrar voluntad.
A lo mejor no es la suerte, ni la arqueología y la paciencia ratoneras, ni esa varita de zahorí
A lo mejor no es la suerte, ni la arqueología y la paciencia ratoneras, ni esa varita de zahorí que es lo que Sánchez va moviendo por ahí, dentro del bolsillo, y nosotros nos creemos que sólo se contonea. No, quizá todo era cuestión de voluntad. Atrapado en el colchón de la Moncloa como en ese viscoso colchón de los sueños que siempre te agarra, te hunde o te traga, parece que lo que Sánchez no tenía era voluntad. Si el dinero es gratis (“el endeudamiento no tiene que pagarlo nadie”, decía el otro día en las redes Eduardo Garzón, que es como el economista de Santa Claus además de hermano del ministro de Consumo), entonces todo es cuestión de voluntad. Y esto es peor que si fuera cuestión de dinero.
Pedro Sánchez no es que haya encontrado vivienda pública bajo la Dama de Elche, como un testamento bajo un pisapapeles, ni agua en las rocas, ni médicos entre los repollos, sino que se diría que ha encontrado su voluntad, por fin, ahí entre la gran pila de calzoncillos y trajes berenjenas. Es lo que vamos a tener que concluir, dada la facilidad con que el presidente va a arreglarlo todo, o al menos aliviarnos en todo, en apenas dos o tres semanas, lo que dura una vuelta ciclista.
Claro que esto lleva a una cuestión casi teológica, la vieja pregunta de por qué Sánchez, pudiendo hacer el bien, no lo hace; por qué pudiendo hacer estos milagros de los millones, los jóvenes, los jubilados y los cojos, no los ha hecho antes, sino que espera a la campaña, que es como esperar a salir él en papamóvil. La teología diría que no se trata de hacer el bien automáticamente, sino que hay un designio, una providencia, un plan para cada uno de nosotros, un plan para la derecha, un plan para Cataluña, un plan para España. Aunque a algunos sólo les falta fundarle a Sánchez una iglesia, como a Maradona, lo que se ve, más bien, es que sólo hay un plan para Sánchez.
Todo pasa ahora, cuando tiene que pasar. Los millones y los milagros de Virgen de melonar, los campos refrescados, los ambulatorios refrescados, los pobres y jóvenes y jubilados refrescados. Todo tiene que pasar ahora, que antes no había necesidad ni apremio, no para España sino para Sánchez, que es de lo que se trata. Y sin necesidad ni apremio la voluntad es un desperdicio. Que la necesidad del país coincidiera con la del gobernante sería precisamente la definición misma de gobernanza.
Por eso, que la necesidad del país sólo aparezca cuando aparece la necesidad del gobernante inhabilita al gobernante. Ya no se trata de que Sánchez acierte en los parches o en la búsqueda del tesoro, ni siquiera de que el millonaje prometido en paelladas de partido se haga realidad en vez de desaparecer en la fotocopiadora o en la olla, como el dinero europeo que aquella misión no podía encontrar porque había sido transformado ya en burocracia, en confeti o en garbanzada. De lo que se trata es de que no se puede gobernar sin voluntad de gobernar, y Sánchez no tiene voluntad de gobernar, sólo de resistir.
Sánchez acaba de encontrar otra vez dinero e inspiración, no escarbando con la patilla de las gafas ni pidiendo iluminación en las pinacotecas de la Moncloa, que quizá le hablan como vidrieras de catedral.
Sánchez acaba de encontrar dinero e inspiración en su manual de resistencia, que ahí está todo y es como un manual de albañilería o de comando, que a ver qué tienen que ver la gobernanza y el bien común con construirte la barbacoa de obra o acabar con el enemigo en la selva. Y esto lo sabemos por todo lo que hizo cuando había necesidad pero él no tenía apremio, cuando sus prioridades eran los indultos y amnistías o el ‘sí es sí’ o el sitio donde Franco perdió la boina o el cojón.
Todo esto tiene que pasar ahora, los milagros, las dádivas, los rezos, las glorias maradonianas en papamóvil dominguero, que en eso está Sánchez. Como tienen que pasar ahora, paralelamente, la incredulidad, la rabia, el desengaño y la revancha de novelón, que a lo mejor es en lo que está el españolito. Todo esto es lo que ocurre cuando la voluntad de aguantar está por encima de la de gobernar, algo que siempre paga el país. Incluso cuando se acierta en el regalo o cuando llegan, al final, por la mano tramposa o abusona de Dios, los millones medio perdidos, las casas medio techadas, las aguas medio turbias, los enemigos medio muertos y hasta los médicos medio desnudos.
Pedro Sánchez acaba de encontrar dinero e inspiración para mejorar la Sanidad, que él se encuentra estas cosas igual que canicas, botones o rimas, cualquier sábado por ahí, por la campaña, por el desván o por el prado. Por allí por donde estaba enterrada o escondida la vivienda, como un tesoro fenicio, y el agua para nuestra sequía, también como agua fenicia, muy ferruginosa, parece que estaba igualmente la solución o el cáliz de oro de la Sanidad.
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